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Opinión

2 de Diciembre de 2016

Luis Maira, ex embajador: “Es la primera vez que se negocia la paz bajo estas condiciones”

El acuerdo de paz con las FARC, refrendado este miércoles por el Congreso de Colombia, permitirá por fin implementar el resultado de los últimos cuatro años de negociaciones con la guerrilla del país. En esta entrevista, publicada en su versión extendida en la revista Palabra Pública y realizada poco después del triunfo del No en el plebiscito, el representante chileno en las negociaciones colombianas se refiere a las particularidades de este acuerdo y las proyecciones de la paz.

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Luis Maira Foto Felipe Poga

El abogado de la Universidad de Chile, Luis Maira, ha estado vinculado a la actividad política por más de cinco décadas. Después de la recuperación de la democracia fue ministro y embajador en México y Argentina. Hace cerca de tres años la Presidenta Michelle Bachelet le encomendó ser el representante de Chile en las negociaciones por la paz entre el gobierno colombiano y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). Nuestro país actuó como “acompañante” junto a Venezuela. Noruega y Cuba fueron las naciones “garantes”.

Antes de comenzar a describir las negociaciones, Maira sitúa la trascendencia de este hecho. Dice que no existe ninguna acción similar en la historia reciente del mundo. “Este acuerdo tiene como telón de fondo el Estatuto de Roma, que fija un nuevo marco para los crímenes de guerra y la certeza de que las violaciones a los derechos humanos no prescriben ni se pueden amnistiar. Es la primera vez que se negocia la paz bajo estas condiciones”, señala.

Maira espera que con el tiempo estas negociaciones sean valoradas en su real dimensión. “Ha sido un proceso largo y complejo, porque son 52 años de guerra entre las FARC y el Estado colombiano. A eso hay que agregar que hubo numerosos intentos de paz con las FARC, el ELN (Ejército de Liberación Nacional), y el único exitoso fue con el M-19 (Movimiento 19 de abril), que a finales de los años ‘80 entró a la vida pública de Colombia”, indica.

¿Cuáles eran los puntos más delicados del acuerdo?
-La agenda tenía cinco puntos. Uno de ellos fue el tema agrario, porque las FARC tienen un origen campesino. De hecho, su fundador, Manuel Marulanda, “Tirofijo”, fue un campesino. Se acordaba el equivalente a una pequeña reforma agraria en términos latinoamericanos, donde se cambia algo en la estructura de la tenencia de la tierra. No era radical, pero se buscaba que los campesinos accedieran a una cantidad mayor de tierra con el apoyo del Estado.

¿Otro punto era el referente a las condiciones políticas?
-La participación política es obvia y está en todos los acuerdos de paz, pues para dejar las armas y entrar a la vida pública se requieren ciertas condiciones. Es la transición de un grupo armado a un grupo político. En este caso, se trataba de una participación temporal de cinco representantes en las dos Cámaras. Una tiene 107 miembros y la otra 164. Cinco miembros no inciden mayormente, pero era la forma de garantizar que no quedaran fuera del principal órgano político, que es el Congreso. Era una especie de resguardo por dos periodos legislativos (2018-2022 y 2022-2026). Después desaparecía y debían competir de igual manera por los votos, pero ya con ocho años de experiencia parlamentaria y electoral. Era un acuerdo transitorio.

¿Y las drogas? Algunos opositores al acuerdo acusaban a las FARC de ser el mayor grupo narcotraficante del mundo.
-Yo llegué a la convicción muy absoluta de que ellos no son narcotraficantes. Ellos facilitaban esa actividad en un territorio controlado y cobraban impuestos. Ellos no hacían el proceso de producción, ni traslado, ni comercio. Con el acuerdo, ellos renunciaban a un sistema de recaudación tributaria sobre la producción de la hoja de coca y sobre los laboratorios establecidos en esos territorios. Ellos se declaraban un Estado y cobraban este impuesto para financiarlo. Han dicho ‘no somos narcotraficantes, somos guerrilleros’.

¿Qué pasaba con las víctimas de la guerra en este acuerdo?
-En este punto se hizo el trabajo más notable, porque en Colombia hay siete millones de víctimas con 11 orígenes distintos (asesinatos, secuestros, abusos sexuales, desplazamiento forzado, entre otros), donde las FARC, el ejército y los paramilitares fueron responsables. La idea siempre fue darles reparación y participación. Ha sido la primera vez en la historia en que las víctimas de una guerra participan directamente en un acuerdo de paz. El 75% de las víctimas que dio su testimonio durante las negociaciones dijo: ‘no se paren de esta mesa sin alcanzar la paz’. Fue una exhortación de un alto valor ético. Un acto conmovedor.

El triunfo del No

Si todos los puntos del acuerdo suenan tan coherentes y amparados en el derecho internacional, ¿por qué ganó el No en el plebiscito?
-Es complicado explicar ese resultado sin entrar en los detalles de la política colombiana, que es un tema que nos está vedado a los que estamos participando en este proceso.

Pero el rol del ex presidente Álvaro Uribe fue notorio.
-En mi opinión, los que votaron No pertenecen a dos posturas distintas. Hay personas que -viendo el Plan Colombia del presidente Uribe, donde el actual Presidente José Manuel Santos era el Ministro de Defensa- opinaban que no había que acordar la paz, sino que exterminar a las FARC, porque estaban muy debilitadas. Las FARC han perdido comandantes y mucha fuerza: de 30 mil combatientes a unos ocho mil actualmente. Entonces, esta postura proponía terminar con ellas, pero distintos institutos de estudios internacionales determinaron que eso tomaría 10 años y sería una carnicería. La segunda posición también asume el debilitamiento de las FARC, pero es consciente de su capacidad de resistencia y propone hacer la paz con condiciones mucho más gravosas que las actuales.

¿Entonces, el resultado no se explica por esa noción conservadora de ver a Colombia como un “Estado fallido”?
-“Estado fallido” es un término establecido por expertos en relaciones internacionales que refleja una mirada despectiva hacia los países no completamente desarrollados. Colombia no es un “Estado fallido”. Tenía una guerra interna con dos organizaciones muy fuertes, pero había una cierta normalidad. Existió la posibilidad de negociar un proceso de paz y para la gran mayoría de las personas en Colombia, la vida funciona con tranquilidad.

Entrevista completa a Luis Maira en el siguiente link.

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