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Opinión

6 de Diciembre de 2016

Columna de Pablo Díaz Espí: Cuba sin Fidel

"Esos grandes sueños imperiales, donde se hablaba de Cuba mucho más que cualquier otro país, se van a terminar. Cuba va a ser una isla importante del Caribe, pero no más que eso".

Pablo Díaz Espí
Pablo Díaz Espí
Por

Fidel dedo

Cualquier muchacho que tenga menos de 15 años en Cuba, lo único que recuerda de Fidel Castro es un señor con un traje deportivo, sentado en una silla de ruedas, que era revivido a cada rato. Para esa gente no tenía ninguna trascendencia, era una especie de muerto en vida. En la isla todavía se venden dibujos animados soviéticos, uniformes escolares, botas militares, uniformes, charreteras, todo lo que veíamos en los mercadillos de Alemania cuando se acabó el comunismo. Es como el cuento de Monterroso: “Cuando despertó el dinosaurio todavía estaba ahí”. Una suerte de post castrismo sicológico. Una especie de nostalgia por el régimen que todavía manda.

El futuro es difícil de predecir. Cuando se habla del legado de Fidel Castro en la prensa, más del 80% de los artículos laudatorios, tratan de política internacional, descolonizacion, independencia frente a Estados Unidos y solidaridad en África. Pero nada de eso le importa a los cubanos. Es una mirada desde fuera, muy distinta a lo que se vive al interior. Cada familia tiene parientes en el exilio, en Miami particularmente, y están a 20 minutos de vuelo de avión con un pasaje a 300 dólares que probablemente llegará a costar 100. Mucha gente se va a La Habana el fin de semana y regresa el domingo a Miami.

La isla ya es una sociedad trasnacional. Cuando se habla de Cuba hay que hablar del sur de Florida, donde hay casi 2 millones de cubanoamericanos con lazos culturales a ambos lados del estrecho. Por suerte para nosotros, se trata de una población con poder económico, que ha vivido conectada, posee tecnologías, educación universitaria y ganas de hacer negocios. Esos grandes sueños imperiales, donde se hablaba de Cuba mucho más que cualquier otro país, se van a terminar. Cuba va a ser una isla importante del Caribe, pero no más que eso.

Hay otro punto, además, que me parece muy grave, al margen de la falta de democracia y el problema del racismo: la crisis demográfica. Cuba es un país de ancianos, no hay jóvenes, la mayoría se ha ido y las mujeres no paren. Son estadísticas dramáticas para una sociedad del primer mundo, imagínense para una sociedad con la economía devastada, descapitalizada y sin población joven.

Cuba va a terminar siendo la Florida de los años 60. Una sociedad de servicios, donde comenzarán a llegar norteamericanos y canadienses jubilados que las aseguradoras van a meter en un resort, a un precio mucho más económico que tenerlos en sus países. Económicamente va a depender sobre todo del sur de los Estados Unidos. Para los cubamos es una buena noticia, no así para los países que han visto en Cuba la utopía que hubieran deseado tener. Para mí es una solución pragmática y casi la única posible. Vivir de los servicios y entregar soluciones creativas.

La velocidad del resquebrajamiento del régimen se va a agudizar por una sencilla razón: Fidel era la referencia de la revolución. Raúl hoy tiene 85 años, cualquier día se puede morir y la dirigencia del régimen que se empina sobre los 60 años, está comenzando a sacar sus propios cálculos por defensa o previsión. Lo más importante en todo esto es el quiebre de la ideología, que fue lo que promovió Fidel, porque Raúl es un administrador de todo lo que ha quedado. Ambos declararon hace tiempo que la sociedad de la igualdad era imposible, que va a haber unos más ricos que otros y con más poder. ¿Cuál es entonces la propuesta de éste régimen? Antes, la ideología estaba dirigida hacia un futuro promisorio, mejor, feliz y eso no va a suceder. ¿Qué ilusión se les vende a los ciudadanos, más allá de la administración del fin del sistema? Lo que viene es bastante delicado para el país y para el propio régimen: Una pérdida progresiva del poder.

*Director de Diario de Cuba.

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