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Cultura

17 de Enero de 2017

Miguel Krassnoff y Mamo Contreras en la piel de Héctor Noguera y Hugo Medina

"Cordillera" es una obra de teatro que muestra a los ancianos personajes de la dictadura, Manuel Contreras, Miguel Krassnoff, Odlanier Mena y Marcelo Morén Brito. Dos de sus intérpretes -Héctor Noguera y Hugo Medina- cuentan sobre el desafío profesional que significó y sus juicios sobre los personajes que les tocó representar.

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En el cuadro de ficción inspirado en la realidad que es la obra “Cordillera”, Marcelo Morén Brito, agente de la DINA, y Odlanier Mena, director CNI, pelean por quién fue más malo: Morén acusa a Mena de crear la CNI; y Mena acusa a Morén de estrangular a su sobrino, un mirista. Un tercer personaje, Manuel Contreras, trata a los otros reclusos de traidores, incluyendo en el mismo saco a Augusto Pinochet, a quien recuerda como un examigo. Luego, está Miguel Krassnoff, un hombre culto de altos conocimientos musicales, y que relata a un gendarme lo divertido que es matar a un gato. “Te da una cosita en la guata, como ganas de bailar cha cha chá”, dice.

Contreras esconde una pena, un trauma: es su juventud, mientras cazaba perdices en Villa Baviera, se le cruzó un niño cuando disparó, y lo mató. Pero a sus padres les dijo que había caído a una zanja. Fue la primera vez que lloró, le cuenta a Mena.

Pelean y discuten entre ellos, reclaman que el Mamo habló mucho en la prensa y él les responde que son cobardes. Discuten por todo, pero están convencidos de lo mismo: son prisioneros de guerra que intentaron salvar al país.

“Cordillera”, de Francisca Maldonado y Felipe Carmona, ya va por su segunda temporada tras estrenarse en octubre de 2015, cuando los actores recrearon a iconos de la dictadura durante más de 20 funciones. El reparto de la compañía La Tanto Tanto lo componen: Hugo Medina, Héctor Noguera, Luis Alarcón y Jaime Vadell que interpretan a Manuel Contreras, Miguel Krassnoff, Odlanier Mena y Marcelo Morén Brito, respectivamente.

El característico actor chileno de cejas pobladas y ceño fruncido, Hugo Medina,  vivió en el exilio durante la dictadura, pero antes fue torturado. No dio un “sí” inmediato cuando supo que interpretaría al Mamo Contreras: “Lo dudé unos minutos, como desafío artístico, no porque le tuviera miedo”, dice a The Clinic Online, y agrega: “Es como un anti héroe, yo fui víctima de ellos, entonces el problema es que tu tienes entre manos una herramienta tan maravillosa que es el teatro, que se da para reproducir la conducta de una persona y lo que hay detrás de los intersticios de la mente humana”.

Tras pensarlo unos minutos, aceptó el rol, pero asegura que no fue fácil. Para interpretar a alguien, dice, se requiere entender su lógica, su mentalidad y dejar fuera las caricaturas. “Para uno no es fácil tratar de entenderlos (a los personajes), y hay que defenderlos por así decirlo porque estás mostrando una conducta, y para eso tienes que ser coherente con el pensamiento de esa persona”, explica, argumentando que, queramos o no, el Mamo Contreras tenía humanidad: “No puedes quedarte con tratar de mostrar un hombre maldito, si no que tienes que tratar de mostrar la humanidad que ese hombre tiene, también besaba a sus nietos, también reía, tenía un amor”.

Pero el desafío profesional no lo dejó libre de costos. Mientras se desarrollaban los ensayos y montajes, estuvo a punto de abandonar el proyecto. Contreras, exjefe de la DINA posteriormente condenado a cadena perpetua por violaciones a los derechos humanos, comenzó a aparecer en sus pesadillas. “Soñaba a través de Manuel Contreras, como que yo estaba metido en una obra de teatro pero que estaba Manuel Contreras, y yo era él, y no era”, dice riendo.

Dichos sueños fueron tras un tedioso proceso de investigación, en el que Medina se empapó de la vida de Contreras: leyó libros, vio documentales, biografías, e incluso revisó ensayos de su autoría tras los estudios en la Escuela de las Américas. Así pudo entender cómo pensaba y el origen de sus ideas. Medina relata de memoria que Mamo Contreras, mientras vivía en Osorno, iba a mirar manifestaciones de jóvenes nazis que apoyaban a Hitler. Para el actor, esos capítulos son clave para entrar en la mente del difunto jefe de la DINA, y le permitieron concluir que se trataba de un hombre extremadamente consecuente: “Aquello de que el negó absolutamente todo, yo pienso que él lo creía hasta el final, de que estaba en lo cierto. Entendí esa ideología férrea y ese cinismo, porque una persona que hace una cosa y dice lo contrario es de un cinismo tremendo. Pero eso él lo justifica por los objetivos: destruir al comunismo en el mundo”, cuenta.

De la misma manera, pero sin pesadillas, se impregnó Héctor Noguera de Miguel Krassnoff. El actor ampliamente recordado por haber interpretado al alcalde de Sucupira dice que es como interpretar a cualquier otro personaje: lo estudia y se pone en su lugar, pero agrega que sus juicios sobre él no han cambiado: “Sigo pensando que es un asesino cruel. Lo que sí me cambia es la percepción de su persona: que le gustaba el deporte, que le gustaba la música, y al mismo tiempo que es muy frío como persona, que la crueldad y la muerte son parte de su quehacer. Él cree que está salvando Chile, por lo tanto no le importa matar gente porque cree que con eso salva al país”, dice en conversación con The Clinic Online.

Apenas supo que interpretaría a uno de los iconos de la dictadura chilena, recurrió a la biografía escrita por Mónica Echeverría para maniobrar su nueva interpretación, que ya ha presentado unas 20 veces en la temporada pasada. “Eso me sirvió mucho de base. Así como me sirvieron los datos que trae el texto, los datos que trae el director, los datos que proveen también los demás actores y con todo eso uno va armando el personaje”, cuenta.

No cree que haya una percepción única sobre “Cordillera”, de los directores Felipe Carmona y Francisca Maldonado, pero asegura que el público podrá ver reflejadas sus virtudes y perversidades: “Cuando uno ve una obra en el teatro la relaciona con uno mismo. Cuando vea a estos personajes tan perversos, (el público) podrá ver su propia perversidad como también sus propias virtudes. Los personajes son reflejos de los seres humanos, de lo que uno es, y todos los seres humanos somos diablo y santo al mismo tiempo. Somos tan santos como perversos”. Al respecto, Hugo Medina ve la obra como una suerte de “desquite”, según sus palabras, que le muestra a los espectadores cómo un ser humano puede llegar a cometer los delitos que cometieron los reos que en la obra permanecen en Penal Cordillera, antes del traslado a Punta Peuco.

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