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Opinión

29 de Enero de 2017

Columna de Manuela Viera-Gallo: Ahora qué

"USA está de luto, por lo menos NYC, por lo menos mis amigos, por lo menos mi barrio, por lo menos mi cuadra, por lo menos mi edificio, por lo menos mi departamento, por lo menos yo. Ya somos millones, pero antes de la marcha no lo sabía".

Manuela Viera-Gallo
Manuela Viera-Gallo
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Manuela Viera-Gallo con su cartel yendo a la marcha contra Trump.

El día que Trump ganó estábamos en la galería subterránea 67 Gallery, en el Lower East Side, con un grupo de artistas. Yo había instalado una radio pirata, llamada LatinCheck, que transmitía la opinión de artistas e intelectuales sobre el estigma de ser latinoamericano después de las barbaries que Trump nos había tirado en la campaña. Para la realidad de cualquier neoyorkino, la idea de un muro sonaba a una performance o instalación satírica.

Cuando a las 7 pm mi hermana escritora me textea desde Chile, que ya es un hecho que Trump ganará, apreté el botón stop de la radio y me retiré dejando a unos veinte amigos que seguían con la esperanza de un error. La pesadilla estaba dejando nuestro inconsciente para convertirse en realidad. Crucé el puente de Williamsburg hacia Brooklyn, ahogada en llantos y preguntas: ¿Me tendría que volver a Chile, como le había prometido a mi padre si el fascismo llegaba al poder, o empezaría la resistencia?

Muy a pesar de Trump, llevo viviendo en este país 14 años, y tengo una hija de cinco que nació acá. Tengo, o tenía, ObamaCare. Tras un par de semanas de duelo, decidí ver qué pasaría el primer año de este mandato y ser testigo de si el pueblo americano será capaz de reunir todas esas ideas liberales anti corporación, pro diversidad, igualdad de género, que se escuchaban en la Gran Manzana en cada reunión o cafecito posible. Los americanos no saben lo que es que gobierne la extrema derecha. Están acostumbrados a que se intercale de republicanos y demócratas sin mayores sobresaltos. Empecé a temer que la normalización y el silencio serían la filosofía de los próximos cuatro años.

Presentía que nadie despertaría. Pero me equivoqué. USA está de luto, por lo menos NYC, por lo menos mis amigos, por lo menos mi barrio, por lo menos mi cuadra, por lo menos mi edificio, por lo menos mi departamento, por lo menos yo. Ya somos millones, pero antes de la marcha no lo sabía. Las protestas gringas, incluso las últimas en contra de la guerra de Irak o la Ocuppy wall street, siempre me han parecido soft al lado de las que tuvimos en la dictadura de Pinochet. La marcha de mujeres derribó mi propio escepticismo y poca fe en los millennials gringos. Temía que hubiera apenas un puñado de jóvenes tomándose fotos para sus instagram, quizás Madonna cantando a capella, pero me encontré con una masa de millones de mujeres de todas las edades.

Como todo el mundo, llevamos nuestros carteles. Yo había hecho una especie de objeto representativo que hablaba de que los verdaderos terroristas del sistema capitalista eran Trump y Putin, y mi hija llevó uno sobre los derechos civiles de los niños -tenía esta palabra metida en su cabecita, pues el feriado de Martin Luther King había sido hace un par de días- que decía: EVERYONE DESERVE A HOME y llevamos un tercero con la consigna GIRL POWER que había hecho con su papá. Los gringos son especialistas en armar logos, colores representativos distintivos y el de esta marcha era un gorro con dos orejitas rosadas. Llegamos al punto de encuentro con mi grupo de amigas de Hardcore maternity, todas inmigrantes, mayoritariamente con hijos y con ObamaCare.

Mientras desfilábamos, íbamos leyendo los letreros. Uno favorito, que cantaban mujeres ancianas, era: I Can’t Believe I’m Still Protesting This. Mi amiga María, diseñadora brasileña, comentaba: “nos queda un largo camino por delante y me impresiona ver que estas señoras de generaciones anteriores sigan luchando en la plaza pública por lo mismo”. Otro letrero decía TRUMP URINA ASHOLE. Nos reímos a carcajadas todas. Cada vez que leíamos GIRL POWER lo repetíamos como un mantra. En nuestro imaginario artista, se convirtió en un clásico pop. Y de ahí múltiples letreros que hablaban del poder femenino. Desde los mas sarcásticos hasta los políticamente conscientes.

Tras marchar por horas, Esther de la Rosa, periodista española, creadora de Hardcore maternity, propuso ir por una cerveza. Encontramos un local. Todas alzamos nuestras cervecitas, mientras los niños comían pizza. Desde la vitrina seguíamos viendo las multitudes pasar. Por el que vendrá, brindamos. Luego a planear el ahora qué. Las burbujas de la cerveza subieron y, como un remolino de ideas, todas lanzaban propuestas. Si Trump comienza una deportación gigantesca, si elimina el Obamacare, si comienza el muro, tomaremos medidas. Hardcore maternity estará ahí, no con carteles, sino que con pañuelos para cubrirnos las caras.

*Artista visual chilena radicada hace 14 años en Nueva York.

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