Secciones

Más en The Clinic

The Clinic Newsletters
cerrar
Cerrar publicidad
Cerrar publicidad

Opinión

6 de Febrero de 2017

Columna: Los desafíos para una real Educación de Calidad

Las escuelas son comunidades de aprendizajes, insertas a su vez en comunidades territoriales y nacionales. Recuperar el sentido de lo común, lo que construimos juntos, lo que nos hace parte de una historia compartida y un destino común. El papel de la colaboración en el mundo de la innovación y la empresa, en el de la creación y diseminación del conocimiento, ha demostrado ser mucho más eficiente que el de la competencia cerrada.

Eduardo Caamaño
Eduardo Caamaño
Por

El imperativo que debemos enfrentar en nuestro sistema educativo es la calidad. El desarrollo de Chile, los requerimientos de la sociedad del conocimiento y la demanda de nuestros ciudadanos por una educación a la altura de sus sueños, hacen de la calidad una necesidad urgente e ineludible.

Ello se enmarca, por cierto, en un esfuerzo sostenido del país por más de 25 años de programas, políticas e iniciativas que han buscado mejorar la equidad, la calidad y la cobertura de nuestro sistema educativo.

A pesar de ello, al inicio del gobierno de la Presidenta Bachelet era evidente que teníamos una deuda de equidad e integración. Nuestro sistema escolar ha sido incapaz de corregir la segregación social del país y, por qué no decirlo, a veces ha contribuido incluso a remarcarla. La Ley de Inclusión, aprobada al comienzo de su mandato, significó una señal clara de un país que quiere transitar hacia un mayor encuentro y colaboración entre todos.

La nueva Carrera Docente, aprobada el 2016, también es un paso fundamental. Mejorar la calidad de nuestra educación, requiere invertir en mejorar la docencia. Se ha dicho que ningún sistema educativo puede ser mejor que la calidad de sus docentes. La nueva Carrera Docente abre oportunidades para atraer a los mejores estudiantes a esa profesión, incentivar su permanencia en el sistema (hoy el 30% abandona el ejercicio antes del quinto año) y premiar el desempeño de quienes lo hacen bien.

El proyecto de ley para una Nueva Educación Pública (NEP), actualmente en el Senado, y aprobado en la Cámara de Diputados, es un esfuerzo enorme del país por asegurar el derecho a una educación de calidad a todas y todos sus estudiantes, sin importar el lugar que habitan. Hoy, 350 municipios son sostenedores de establecimientos, y de ellos unos 20 han contado con los recursos y capacidades para hacerlo razonablemente bien y otros 20 tal vez podrían hacerlo. Pero más de 300 establecimientos no tienen la posibilidad de ofrecer una educación de calidad a sus niñas y niños. Así lo ha señalado la OECD, la UNESCO, el BID, y estudios de diversas universidades chilenas. Actualmente, el sistema no tiene la escala, distribución de capacidades técnicas, ni una adecuada distribución de recursos.

Finalmente, el cuarto pilar de la reforma educacional de la Presidenta ha sido la gratuidad de la educación superior. Esta iniciativa se encuentra también en plena discusión en el parlamento, y aunque enfrenta un camino complejo, es también fundamental para asegurar las condiciones de equidad y justicia que el país ha reclamado.

En esta materia, los desafíos son aún mayores: fortalecer la participación de los estudiantes de la educación técnica, asegurar mecanismos que den seguridad a las instituciones de educación superior en el largo plazo, mediante financiamiento y políticas claras y, sobre todo, mecanismos que aseguren la pertinencia y calidad de los programas educativos. El Estado no debiera invertir sus recursos, siempre escasos, en carreras sin campo laboral o con ofertas de mala calidad.

Estas cuatro grandes reformas, necesarias para el país, imponen enormes tareas a los años que vienen. Su implementación eficiente y eficaz, flexible y gradual, serán un desafío central para el próximo gobierno.

Junto a lo anterior, hay desafíos nuevos que afrontar. Un sistema más inclusivo no es suficiente a las demandas de la sociedad del conocimiento, si no mejora sustancialmente su calidad, o dicho en otras palabras, si no somos capaces de abordar el qué y el cómo se aprende. Más allá de los resultados en los test internacionales y nacionales –que han mostrado escaso progreso– deben preocuparnos las crecientes tasas de abandono escolar en la educación secundaria. Hoy en Chile el 15% de los jóvenes menores de 25 años no trabaja ni estudia (OECD, 2013).

El mundo del siglo XXI, y en particular el desarrollo de la psicología y la neurociencia, ha constatado una y otra vez que los seres humanos tenemos enorme diversidad entre nosotros, y que eso no constituye un problema, sino una tremenda oportunidad. Hemos aprendido que esa diversidad no es para “tolerarla” sino para celebrarla.

En el contexto educativo, eso se debiera traducir en experiencias de aprendizaje más flexibles, que respeten procesos personales y colectivos diversos. Por ejemplo, propuestas curriculares esenciales (que resguarden el aprendizaje de los mínimos comunes) pero que dejen amplios espacios de libertad a escuelas, docentes y estudiantes para desarrollar aprendizajes variados. Estrategias metodológicas que partan por reconocer los talentos e intereses de los estudiantes. Políticas y estilos de liderazgo que confíen en los docentes como verdaderos profesionales, que en su contexto auténtico tomarán decisiones y para lo que requieren libertad, apoyos y, sobre todo, confianza y reconocimiento justo. Y finalmente, sistemas y estrategias de evaluación flexibles, diferenciadas y variables, que sean instrumentos para acompañar el aprendizaje y mejorar paso a paso. Pensamos en test que sean instrumentos de mejora continua, y no solo tengan el carácter de una “autopsia”, que sirve para determinar lo que el estudiante ya no aprendió.

Las escuelas son comunidades de aprendizajes, insertas a su vez en comunidades territoriales y nacionales. Recuperar el sentido de lo común, lo que construimos juntos, lo que nos hace parte de una historia compartida y un destino común. El papel de la colaboración en el mundo de la innovación y la empresa, en el de la creación y diseminación del conocimiento, ha demostrado ser mucho más eficiente que el de la competencia cerrada. Los desarrollos tecnológicos del siglo XXI han fortalecido las herramientas y la cultura de la colaboración, más allá de los muros y las fronteras tradicionales, abriendo oportunidades para el encuentro y el trabajo cooperativo incluso entre personas que no se conocen entre sí.

Necesitaremos de la creatividad, el impulso y los recursos de todos para avanzar, en el contexto de un nuevo papel para cada uno de los actores, basado en la colaboración, en el respeto y valoración de la diversidad, y en el compromiso con una educación de calidad para todos. Esto requiere de todos nosotros convicción y compromiso, manifestado en un pacto educativo centrado en la calidad.

Eugenio Severín
Vocero Área Educación Equipo Ricardo Lagos.

Notas relacionadas