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Nacional

24 de Febrero de 2017

El editorial de Paulsen sobre el humor en Viña y cuando el garabato es un condimento o el plato principal

"Cuando el garabato calza con la narración como un guante, el humor es elocuente y no te puedes escapar de su embrujo, pero cuando el garabato y la grosería se multiplican y amenazan con hacer desaparecer el mensaje, se corre el riesgo que el artista sienta que ya no puede abandonar las palabrotas, porque teme que, sin ellas, la gente puede dejar de reír".

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Además del impasse Aylwin-Cuba y el silencio de Piñera por los correos de Bancard, la semana ha estado marcada, como en otras oportunidades, por el humor visto en el Festival de Viña, por si es que acaso los garabatos han sido excesivos o acordes con el contexto. A este tema se refiere el periodista Fernando Paulsen en su editorial del viernes en Radio La Clave.

“No soy pacato a la hora de analizar de qué nos reímos los chilenos, pero sí creo que en materia de garabatos lo que se debiera criticar no es la condición social del humorista, sus antecedentes escolares ni su género, sino si esos garabatos son el complemento preciso de la situación cómica que se narra, o si son los protagonistas de ella”, abre el comunicador.

Al respecto, enfatiza que es distinto cuando el garabato es un adorno, o la médula de la rutina, pues “cuando el relato de humor se actúa magistralmente, y aparece el garabato para resaltar algún aspecto que no puede describirse de ninguna otra forma, el humor se transforma en poesía cómica (…) pero cuando lo que debiera ser el condimento deja de ser el plato principal, el humor deja de ser un poco la mirada sobre la realidad y pasa a ser más una herramienta para la burla dirigida”.

Por eso es que -insiste Paulsen- “cuando el garabato calza con la narración como un guante, el humor es elocuente y no te puedes escapar de su embrujo, pero cuando el garabato y la grosería se multiplican y amenazan con hacer desaparecer el mensaje, se corre el riesgo que el artista sienta que ya no puede abandonar las palabrotas, porque teme que, sin ellas, la gente puede dejar de reír”.

“Si es el garabato el que saca la risa, el guión está condenado a reducirse a un breve intervalo de frases sinsentido en medio de un rosario de chuchadas”, “cuando esto pasa, el mensaje de fondo, permanece invisible, sólo aflora la risotada y pierde el artista en lo que más le duele, su capacidad de decir verdades, usando esa maravillosa ganzua del humor, para mostrarle al país lo que no quiere ver”, cierra.

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