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Nacional

24 de Febrero de 2017

Gabriel Salazar, historiador: “Ser de izquierda en Chile no significa ser revolucionario”

"El ser revolucionario no arranca de un problema parlamentario, que implica negociar y tomar posiciones, estamos fuera de las reglas del Estado liberal. Si hablamos de revolucionario, hay que hablar de las personas, de los sujetos sociales, cómo se construye la rebeldía, el sentido crítico, cómo se busca la alternativa, con quiénes se buscan solidariamente los pasos a dar para establecer el cambio", argumenta.

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Sobre la izquierda en Chile y el significado histórico de esta tendencia política habla en entrevista con Qué Pasa, el académico y Premio Nacional, Gabriel Salazar, conocido investigador de los movimientos sociales en el país.

“La palabra izquierda en este caso tiene que ver con la distribución de corrientes de opinión dentro del Estado liberal capitalista. Porque allá las corrientes de opinión se expresan y se clasifican. Entonces aparece una derecha, aparece un centro y una izquierda. Entonces la izquierda surge como concepto en la historia del Estado liberal cuando los partidos y los movimientos críticos aceptan trabajar su proyecto político bajo su alero”, argumenta.

En esa lógica, Salazar afirma que “ser de izquierda en Chile no significa ser revolucionario. Porque estás aceptando las leyes del enemigo”.

Explica Salazar que la izquierda en Chile es la que le dice “a la clase trabajadora: “confíen en nosotros, haremos los cambios desde el Estado”. Por eso que el pueblo fue convertido en un movimiento de masas, que no es lo que querían ni Luis Emilio Recabarren ni Clotario Blest. La masa apoya desde la calle, vota por sus líderes y es obediente. O sea, le quitaron a la clase trabajadora la condición propia de la ciudadanía, ser soberano. Porque ser masa no es ser soberano. Por eso, si hablamos de izquierda, tendríamos que hablar de esa izquierda”.

Agrega que “el ser revolucionario no arranca de un problema parlamentario, que implica negociar y tomar posiciones, estamos fuera de las reglas del Estado liberal. Si hablamos de revolucionario, hay que hablar de las personas, de los sujetos sociales, cómo se construye la rebeldía, el sentido crítico, cómo se busca la alternativa, con quiénes se buscan solidariamente los pasos a dar para establecer el cambio”.

Consultado entonces por si la UP fue un proyecto revolucionario, responde que “fue la exacerbación de la confianza que tenían de que el sistema liberal permitía hacer reformas profundas, estructurales, equivalentes a una revolución. Que era cuestión de ganar las elecciones, de negociar con la derecha y el centro, y hacer las reformas”.

Izquierda posdictadura

Con el retorno a la democracia, tras los 17 años de la dictadura, Salazar afirma que “los gobiernos de la Concertación han sido todos neoliberales, ninguno quiere destruir las AFP. No hay izquierda. Y ni ellos mismos se denominan, sino de centroizquierda. Han fortalecido la permanencia de la clase política como clase política (…) Entonces la derecha, el centro, la izquierda, en el estado liberal, coinciden en que deben mantenerse como clase política que controla al Estado”.

Sobre si entonces, en esa lógica, se puede decir que Chile es un país de derecha, contesta que “las élites chilenas siempre han sido intrínsecamente de centroderecha, pero la clase popular ha tenido una larguísima trayectoria de lucha que la hace ser contestataria por lo menos. La pregunta es si hoy día la clase popular está siendo integralmente contestataria, y ahí está la cuestión del consumismo, que yo veo el consumismo, no tanto el consumismo en sí, tratándose de la clase popular yo lo veo por el lado de la deuda, porque hoy el hiperconsumo que hay en Chile tiene que ver con el desarrollo de una enorme deuda familiar”.

Para cerrar se le pregunta si se puede salir del consumismo salvaje. Responde que “todo depende de la conciencia ciudadana en tanto se asuma como conciencia soberana, y es un proceso que estamos descubriendo lentamente. Aprender a ser soberanos, después de 200 años donde hemos sido desplazados, no es fácil. Pero hay esperanza: lo vimos en este proceso constituyente. Los famosos cabildos ciudadanos sacaron conclusiones terribles: la gente quiere plebiscitos, quiere que las decisiones de la asamblea ciudadana sean vinculantes. Y eso significaría el fin de una clase política que no está dispuesta a suicidarse”.

 

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