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24 de Febrero de 2017

La final imposible que Massú ganó en la cara de los argentinos

"Vengo llegando de Buenos Aires y todos me decían: ‘éste sí que tenía huevos’. Me gané un respeto, quedó esa imagen de luchador y traspasé una mentalidad distinta a los jóvenes", recuerda el "vampiro" al rememorar la final de Buenos Aires 2002 que le ganó al local Agustín Calleri, cuando tenía el marcador en contra 6-2, 5-3 y 15-40.

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Cuenta la leyenda que Nicolás Massú, al igual que el australiano Lleyton Hewitt (ex número uno de la ATP), escuchaba el soundtrack de Rocky IV para entrenar. La banda sonora que se enmarca en la historia de cuando el boxeador de Philadelphia viaja a Rusia para enfrentar al gigante Iván Drago, pelea que gana en las últimas, agotando todas sus posibilidades, cuando ya parecía acabado. Hace 15 años exactos, un 24 de febrero de 2002, el destino quiso que Massú viviera una situación similar a la de Stallone y en un escenario igualmente hostil, el Buenos Aires Lawn Tennis Club. Sin saberlo, esa tarde el viñamarino comenzaría a urdir su leyenda.

Aquella tarde la fiesta argentina ya estaba desatada. Si bien no había una animadversión especial hacia Massú, los trasandinos, que repletaban su principal coliseo tenístico, veían que por fin, uno de sus filas, el “gordo” Agustín Calleri, se coronaría en el ATP de la Buenos Aires, el único de esa categoría en un país generoso en expertos con la raqueta en la mano. El marcador indicaba 6-2, 5-3 y 15-40 para el local, tras una doble falta de Nicolás Massú. Sólo faltaba un punto para los abrazos.

Pero no, como en una realidad borgeana, el ansiado punto no llegaba… y no llegaría nunca.

“No tenía por dónde ganar. El Gordo estaba jugando muy correcto, tirando las pelotas a la línea, y yo seguía luchando. No tenía otra opción. No podía hacer mucho, me la jugué. Seguí gritando y en ningún momento entregué el partido”, rememora el “Vampiro” al retrotraerse a su victoria más emblemática junto con la de Atenas.

Massú no sólo salvó los dos match points en contra, sino que volvió a quebrar, se puso 5-5 y posteriormente llevó la definición al tie break, que ganaría por 7-5, cita La Tercera.

El agónico tercer set

“El estadio empezó a quedar callado. Sabía que tenía que ganar el set para tener alguna posibilidad y también veía que la expresión corporal de Calleri no era la misma. Luego, en el tercer set me dediqué a meter mucha pelota adentro, porque el Gordo iba a ir con todo para adelante. Lo más importante eran los dos primeros juegos. Si empezaba bien, mentalmente iba a tener una opción. Y ahí Calleri se desesperó por lo que pasó en el set anterior y terminé ganando 6-2”, recuerda Massú.

Sin siquiera sospecharlo, ese Massú rompía un paradigma y lo rompía para siempre. “Vengo llegando de Buenos Aires y todos me decían: ‘éste sí que tenía huevos’. Me gané un respeto, quedó esa imagen de luchador y traspasé una mentalidad distinta a los jóvenes”.

“Siempre bromeamos, pero nunca hablamos en profundidad de esa final”, dice Massú respecto de la relación que aún mantiene con Calleri.

 

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