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Nacional

27 de Febrero de 2017

Solitario y silencioso final: Así fue el réquiem de Hugo Bravo

Tras fallecer producto de un deteriorado estado de salud gatillado por una diabetes crónica y problemas cardíacos, la ceremonia de despedida del exgerente de Penta estuvo marcada por la misma soledad que lo caracterizó en vida. Solo familiares y amistades cercanas acudieron a la Parroquia Santa María de Las Condes para presenciar su partida, sin la presencia de políticos ni socios comerciales.

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“Síndrome del condenado a muerte”, decía el resultado de un informe pericial sicológico que se le hizo a Hugo Bravo, mientras enfrentaba la justicia por el caso Pentagate y la millonaria demanda laboral en contra de sus exjefes, Carlos Délano y Carlos Lavín.

La traducción de este perfil es el de una persona que percibe un derrumbe irremediable en su vida, que es testigo de su propio fallecimiento. Angustiado, Bravo también se mostraba temeroso ante la opción de estar preso, y en 2014 ya había deslizado una inquietante idea: “los viejos no tienen espacio… el mundo no está hecho para los viejos”.

A dos años y cinco meses de estos mensajes y presunciones, el hombre que destapó uno de los casos de corrupción más bullados que recuerde el país, falleció a los 71 años en medio de la investigación que lo ubicaba como una fuente clave para comprender el financiamiento irregular de la política, luego de que colaborara con información valiosa sobre cómo Penta, empresa en la cual se desempeñó como gerente junto a Délano y Lavín, entregaba sumas de dinero para costear campañas de políticos mediante boletas ideológicamente falsas.

Según lo planificado por Fiscalía Oriente, este martes 28 de febrero Bravo debía enfrentar un juicio abreviado en su contra por delitos tributarios y de corrupción. Sin embargo, tras la falla multisistémica que lo afectó mientras estaba hospitalizado en la Clínica Las Condes, la cita no se pudo concretar: el domingo Bravo murió y ayer vivió una sencilla despedida.

PARTIDA SOLITARIA

Si bien la introspección siempre fue una característica suya, fuentes cercanas a Bravo declaran que desde que se convirtió en el delator principal del caso Penta se mostró decaído y cansado.

Prueba de ello es que, en el examen previamente mencionado, lanzó otra de sus principales preocupaciones: “Qué van a pensar los amigos de mis hijos, van a tener la imagen de un padre estafador”.

Más allá de esta idea, lo cierto es que hasta el velorio del exingeniero comercial llegaron una cincuentena de personas, cuya mayoría estaba compuesta por amigos que acompañaron a los hijos del fallecido hombre de negocios.

Fue así como pasadas las cuatro y media de la tarde, en la Parroquia Santa María de Las Condes, aparecieron quienes despidieron a Bravo en medio de una ceremonia que estuvo lejos de ser multitudinaria.

Su familia, apostada en el rincón izquierdo de la Parroquia, recibió a las visitas con sobriedad. No hubo llanto pero sí dolor en sus rostros. Los pasajeros de las micros que pasaban por afuera del lugar se paraban de sus asientos para mirar, extrañados por las dos cámaras de televisión que apuntaban hacia dentro.

Bajo un sol agobiante acudieron parejas jóvenes, familiares, su exabogada y quienes fueron cercanos a un hombre que se convirtió en un dolor de cabeza para la clase política del país, debido a la comprometedora información que manejaba.

No hubo rastro de sus antiguos socios ni mucho menos de políticos, quienes, según cercanos a Bravo, se sentirían aliviados con su deceso.

Una pareja de adultos, vestidos de impecable tenida formal, salió tomada del brazo de la Parroquia. El hombre le comentó a la mujer que el tono con que se desarrolló el velorio fue coincidente con el estilo de vida que llevó. Como ya había anticipado este medio, Bravo “era de poco amigos en el trabajo y su vida social prácticamente había desaparecido”. Las únicas dos coronas de flores sobre la carroza fúnebre lo confirmaba.

Luego de cincuenta minutos, el ataúd fue cargado por el chofer del vehículo y después de algunos abrazos, emprendió camino por Avenida Las Condes hacia el Parque del Recuerdo. Solo tres autos la siguieron.

En el cementerio se desarrolló un funeral aún más íntimo, presenciado solo por familiares. Tras breves pronunciamientos, el cuerpo inerte de Bravo pasó al crematorio del recinto. Antes de ser convertido en cenizas, la imagen del reducido grupo de personas entorno al cadáver de quien fuera uno de los gerentes más poderosos del país, parecía confirmar otro de sus grandes miedos.

También en 2014, otro test denominado “Persona bajo la lluvia”, evidenció que Bravo tenía una baja autoestima y una “irregular capacidad para interactuar con los otros”. Sin embargo, el informe dejó al descubierto que su temor más grande era otro: “ser abandonado y postergado”.

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