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Cultura

28 de Febrero de 2017

Heidegger y Wittgenstein, ¿los últimos filósofos?

Calificar a los dos pensadores como los "últimos filósofos" puede causar cierta irritación, si se tiene en cuenta que Heidegger murió en 1976 y Wittgenstein en 1951 y desde entonces las facultades de filosofía en todo el mundo han seguido funcionando y se ha seguido escribiendo y publicando libros sobre la materia. Sin embargo, el calificativo tiene sentido en la medida en que es difícil, después de ellos, encontrar una obra filosófica que, como lo pretendía Wittgentein en el "Tractatus", dejará resueltos "todos los problemas".

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El ensayista alemán Manfred Geier acaba de publicar un ensayo en el que traza un paralelo entre la vida y la obra de dos de los filósofos más importantes del siglo XX, Ludwig Wittgenstein y Martin Heidegger, y, además, procura tender puentes para una especie de diálogo póstumo entre los dos pensadores.

“Wittgenstein y Heidegger. Los últimos filósofos”, es el título del libro de Geier que está ya en las librerías alemanas publicado por la editorial Rowohlt.

El libro va desde la juventud de los protagonistas -la de Wittgenstein como heredero de familia rica y la de Heidegger como joven de escasos recursos protegido por la iglesia católica- hasta el final de sus vidas, sin dejar de lado la complicidad del segundo con el régimen nazi.

Calificar a los dos pensadores como los “últimos filósofos” puede causar cierta irritación, si se tiene en cuenta que Heidegger murió en 1976 y Wittgenstein en 1951 y desde entonces las facultades de filosofía en todo el mundo han seguido funcionando y se ha seguido escribiendo y publicando libros sobre la materia.

Sin embargo, el calificativo tiene sentido en la medida en que es difícil, después de ellos, encontrar una obra filosófica que, como lo pretendía Wittgentein en el “Tractatus”, dejará resueltos “todos los problemas”.

En todo caso, es posible decir que Wittgenstein, con el “Tractatus”, terminado en 1918 y publicado en 1922, y Heidegger, con “Ser y tiempo”, publicado en 1927, son autores de los dos libros más influyentes y más emblemáticos de la filosofía del siglo XX.

Esos dos libros se convirtieron, hacia el final de los años 20, en el centro de una controversia, que en cierta manera continúa, y sus dos autores fueron una especie de corifeos de los dos bandos.

Wittgenstein, tras publicar el “Tractatus” y retirarse temporalmente de toda actividad filosófica en busca de la “vida virtuosa” – regaló su herencia a sus hermanos y trabajó como maestro rural- fue asumido como modelo por el llamado “Círculo de Viena”, que combatía la metafísica y la ideología desde la defensa del pensamiento científico.

La idea de que todo lo que puede decirse se puede decir con claridad y la afirmación, que aparece al final del “Tractatus”, según la cual sobre aquello de lo que no se puede hablar hay que callarse, eran parte clave del arsenal del grupo contra las nebulosas de la metafísica.

Uno de los miembros del “Círculo de Viena”, Rudolf Carnap, escogió justamente a Heidegger como uno de sus blancos de ataque a la metafísica en su trabajos “Superación de la metafísica a través del análisis lógico del lenguaje”, escrito en 1930 y publicado en 1931.

La idea era denunciar como nebulosas sin sentido todo aquello que no fuera verificable o falsificable. Tal era el caso, según Carnap, expresiones como “el ser” o “la nada”, alrededor de las cuáles gira el pensamiento de Heidegger.

Geier en su libro señala que la lectura que hacía el “Círculo de Viena” del “Tractatus” era sesgada. Wittgenstein no negaba que existiera aquello de lo que no se podía hablar sino que, por el contrario, reconocía expresamente su existencia.

En conversaciones posteriores con miembros del círculo, de las que hay testimonios escritos, Wittgenstein, hablando de Heidegger, había expresado su comprensión por el deseo de tratar de superar las fronteras del lenguaje

Uno de los campos donde, para Wittgenstein, ese deseo se convertía en una necesidad era el campo de la ética. Definir lo bueno era, para Wittgenstein, una tentativa imposible. Pero apunta a algo.

Mientras que Wittgenstein trataba de encontrar la respuesta a su inquietud ética en la vida virtuosa -que sólo se podía vivir y no se podía describir- Heidegger declaraba la pregunta por el comportamiento ético como algo sin interés filosófico.

Geier conjetura que ese desinterés por la ética concreta llevó a que Heidegger nunca comprendiera los reproches que se le hicieron por su compromiso con el régimen nazi.

Para respaldar esa hipótesis cita una frase de la “Carta sobre el humanismo” en la que sostiene que no le interesaba el tema del mal y del bien, en sentido habitual, ni asuntos de consciencia moral sino “el significado fundamental de la palabra ethos”.

Con ello, el compromiso ético concreto, al que Heidegger se había negado, terminaba perdiéndose otra vez en las nebulosas de la metafísica como poniéndose a tiro para otro ataque de los discípulos de Wittgenstein

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