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Opinión

14 de Marzo de 2017

Columna: Bases del futuro, práctica del pasado

Se nos ha repetido reiteradamente -muy en política concertacionista-, que es necesario realizar esta consulta a todos los actores involucrados, lo que en las reformas de los noventas incluyó a la iglesia, los militares y los empresarios; y que en la actualidad incluye a investigadores y expertos técnicos del CEP o Educación 2020. A riesgo que nuevamente nos acusen de mezquindad, creemos y reafirmamos que somos nosotras y nosotros, las y los profesores, las y los académicos, las y los estudiantes y la sociedad en general quienes debemos participar centralmente en la elaboración curricular, no sólo en la de filosofía sino también en la de todas las asignaturas en general, a través de un proceso democrático de cara al país, en el que juntos nos preguntemos cuál es la educación que queremos para Chile, cuáles deben ser sus orientaciones, cuáles sus asignaturas obligatorias y cuáles las de profundización.

Rosario Olivares
Rosario Olivares
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Durante el mes de agosto del año 2016, conocimos antes de que se hiciera pública una primera propuesta de reforma curricular para tercero y cuarto año medio emanada de la Unidad de Currículum y Evaluación (UCE) del Mineduc, donde la asignatura de Filosofía era sacada del Plan Común, absorbida por Educación Ciudadana, y relegada como tal, al área electiva de la malla.

Este hecho no fue novedad para las y los profesores de filosofía. En la anterior reforma, a fines de los noventa, se buscó también reducir la carga horaria de la asignatura, logrando quitarla finalmente del currículum de la educación de adultos y de la educación técnica, lo cual generó una disputa muy parecida a la actual, acontecimiento por el cual se crea la Red de Profesores de Filosofía de Chile, Reprofich.

Durante casi dos décadas como organización esperamos pacientemente y con un trabajo sistemático, las buenas nuevas que tendría el Ministerio sobre nuestra asignatura. Esperanzados en que el trabajo en el aula, y el crecimiento de las investigaciones y prácticas que ampliaban el campo de la filosofía en el sistema escolar, fueran garantía de que esta vez no tendríamos que defender el derecho de las y los estudiantes a la filosofía.

Lo anterior, quedó demostrado en la fuerza que pudimos construir como Red al poner esta discusión en el espacio público. Estábamos absolutamente preparados. Ya habíamos solicitado previamente y con algo más de un año de anticipación reuniones para consultar y participar del proceso de reforma que correspondía a los dos últimos años de enseñanza media. Y, a decir verdad, esa era la mayor contradicción frente al escenario que fue dispuesto a mediados del año pasado; ¿Cómo era posible que nos enteráramos así de la propuesta curricular del Mineduc (a través de un ppt enviado por algunos colegas a los que fue presentada la propuesta antes de ser pública) respecto a la asignatura de filosofía?

Y la pregunta no es muy difícil de responder. Durante décadas se han manifestado dos constantes en estos procesos. Primero, que la participación de las y los profesores no ha sido vinculante sino consultiva, e incluso excluyente del proceso general que sugiere, crea y decide los cambios curriculares. Segundo, durante las últimas décadas nuestra dirigencia y antigua dirección del Colegio de Profesores se ha caracterizado por visibilizar demandas de carácter gremial o salarial, vaciando de contenido pedagógico su discurso Es por este motivo que creemos que hoy ese ‘retroceso’ que ha tenido el Mineduc con respecto a la inclusión de la filosofía en el plan común, no es solo la reacción a una interpelación pública, sino que también es el resultado de un trabajo sistemático de una organización docente que ha reposicionado al centro de su demanda precisamente lo pedagógico –y en nuestro caso particular, lo filosófico.

Este hecho inédito en una reforma curricular, es también el resultado del amplio respaldo que logramos y agradecemos a la ciudadanía en el pasado mes de agosto. Lo cierto es que las reformas curriculares suelen pasar más o menos desapercibidas, aun cuando en su construcción se juegan importantes decisiones políticas y pedagógica que marcarán la vida y la experiencia educativa de las y los estudiantes.

Además de la inclusión de filosofía en el plan común, la nueva propuesta trae para cada asignatura una carga horaria de dos horas, y tres electivos de profundización con cuatro horas para cada una de ellas. A primera vista nos parece claro que las oportunidades de electividad crecen para las y los estudiantes, sin embargo, en términos concretos, no se nota la misma claridad al pensar en la aplicación de esta reforma y las posibilidades que tendrá cada establecimiento educativo para ofrecer a sus estudiantes.

Sabemos que no tienen las mismas condiciones materiales y económicas un colegio particular, un liceo municipal o un particular subvencionado. En ese sentido, creemos que una vez más la destacable electividad estará sujeta a las posibilidades que el mercado y el sistema estandarizado de educación ofrece. Es posible, por ejemplo, que colegios o liceos con pocos recursos y “malos resultados” prefieran dar prioridad a las asignaturas PSU que, a un electivo de arte o filosofía. En ese sentido la idea de “libertad de elegir” de las y los estudiantes se reduce drásticamente, siendo más una oportunidad o una oferta vacía, que una posibilidad efectiva de decidir respecto de la propia educación. La última, en su configuración neoliberal sigue dando frutos.

Como Reprofich, y junto a otras y otros actores fundamentales en este proceso (académicos y estudiantes de pedagogía), desde el mes de septiembre del 2016 participamos de una mesa de trabajo con la UCE del Mineduc, que incluyó de nuestra parte procesos colectivos y participativos de diagnósticos y elaboración de documentos sobre el estado actual de la enseñanza de la filosofía en nuestro país, y de lo que esperaríamos de ella en el futuro. Documentos qué, al día de hoy, no logramos ver reflejados en la última propuesta presentada.

En este último sentido, nos parece del todo insuficiente que, tras siete meses de trabajo –enmarcados en las etapas que la misma UCE denominó “Consolidación del diagnóstico con distintos actores de la sociedad” y “Desarrollo de la propuesta”– sólo pudiésemos conocer los documentos una vez subidos a la plataforma de consulta. Documentos que incluyen los propósitos formativos y la justificación de la asignatura, pero que no hacen explícitas las temáticas que se abordarán desde la filosofía en el plan.

Lo anterior refuerza una idea que hemos venido repitiendo durante estos últimos años. Las profesoras y profesores debemos participar de la discusión pedagógica y filosófica de un programa que, por lo menos, enseñaremos durante los próximos veinte años, es decir que para nosotros es fundamental participar de aquello en lo que se juega nuestro quehacer profesional cotidiano.

Se nos ha repetido reiteradamente -muy en política concertacionista-, que es necesario realizar esta consulta a todos los actores involucrados, lo que en las reformas de los noventas incluyó a la iglesia, los militares y los empresarios; y que en la actualidad incluye a investigadores y expertos técnicos del CEP o Educación 2020. A riesgo que nuevamente nos acusen de mezquindad, creemos y reafirmamos que somos nosotras y nosotros, las y los profesores, las y los académicos, las y los estudiantes y la sociedad en general quienes debemos participar centralmente en la elaboración curricular, no sólo en la de filosofía sino también en la de todas las asignaturas en general, a través de un proceso democrático de cara al país, en el que juntos nos preguntemos cuál es la educación que queremos para Chile, cuáles deben ser sus orientaciones, cuáles sus asignaturas obligatorias y cuáles las de profundización.

Sabemos que está discusión no termina aquí. La puerta que se abre con esta consulta pública, y los alcances que ella pueda tener, dependerá en gran medida del debate que podamos generar a partir de la misma. No olvidemos que el dictamen final de las reformas curriculares en Chile, es que ellas siguen estando amarradas al Consejo Nacional de Educación, organismo autónomo proveniente del antiguo Consejo Superior de Educación, creado en una dictadura cívico-militar y cuyos integrantes tienen en sus manos la aprobación de las bases curriculares, los programas de estudio, y la evaluación de los objetivos de aprendizaje de todos los sistemas escolares de nuestro país.

Por todo lo anterior hacemos un llamado a no perder de vista este debate. El trabajo arduo y el apoyo social movieron una bisagra que nos permitió discutir la permanencia de la filosofía en el plan común de la enseñanza media, que hoy celebramos con mesura. Sin embargo, sabemos que no nos basta únicamente con ocupar un lugar en el currículo, es necesario garantizar que ese espacio llegue a todas y todos, y que permita realmente abrir posibilidades para filosofar juntos. Sabemos también que muchas reformas en Chile tienen procesos sumamente lentos (ejemplo de estos son la Jornada Escolar Completa, o la división de enseñanza básica y media en seis años).

Es por esto que nos urge clarificar dos cosas: ¿Es posible garantizar la electividad obligatoria de dos cursos de profundización por cada asignatura teniendo en consideración las condiciones materiales en las que se encuentra hoy la educación chilena?, y si acaso ¿Podremos discutir realmente los contenidos curriculares de las asignaturas, o se sancionarán las bases del futuro con las antiguas practicas del pasado?

*Rosario Olivares es parte de la Red de Profesores de Filosofía de Chile, REPROFICH.

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