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Opinión

22 de Marzo de 2017

Editorial: Pequeños deseos

Y es que de pronto, si uno escucha al momierío, pareciera que las empresas hubieran cerrado y hubiera vuelto el PEM y el POJ, pero resulta que los mall siguen llenos de gente que se levanta temprano para pagar sus cuentas. Tampoco somos el país más pobre e injusto del planeta. Las marchas que hemos visto ya no son marchas obreras. Nadie grita “pan, trabajo, justicia y libertad”, como hacíamos años atrás.

Patricio Fernández
Patricio Fernández
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Ahora que las campañas entran en tierra derecha, qué ganas de que los candidatos, en lugar de hacerse oír a gritos, concitaran la atención con murmullos. Que en lugar de imponer sus proposiciones, las entrelazaran con las de sus adversarios en un diálogo donde no los individuos, sino la razón saliera victoriosa. Ojalá no fuera la altisonancia la que llamara la atención, sino la honestidad que se descubre y no pregona, o la inteligencia que seduce en lugar de aquella que amenaza. Que salten al tapete propuestas inusuales para desbaratar lugares comunes y anquilosados. Que se busque la complejidad de los problemas en lugar del eslogan simplón. Sabemos que no cunde el caos, que reina un muy aceptable Estado de derecho y que el juego político está cambiando, pero aquí el mundo no avanza hacia ningún precipicio. No estamos creciendo como el que más ni por supuesto como el que menos. Y es que de pronto, si uno escucha al momierío, pareciera que las empresas hubieran cerrado y hubiera vuelto el PEM y el POJ, pero resulta que los mall siguen llenos de gente que se levanta temprano para pagar sus cuentas. Tampoco somos el país más pobre e injusto del planeta. Las marchas que hemos visto ya no son marchas obreras. Nadie grita “pan, trabajo, justicia y libertad”, como hacíamos años atrás. Yo me acuerdo perfectamente cuando Santiago estaba rodeado de poblaciones callampas con niños descalzos y barrigones. Ojalá leyéramos más noticias internacionales en este tiempo de elecciones, para darnos cuenta que no sólo a punta de conquistas es que avanza una sociedad, sino también cuidando sus logros. A veces se nota demasiado lo lejos que vivimos. Como ninguno de los candidatos hará de Chile un país perfecto, qué ganas de que hablaran con modestia. De que dejaran un resto de dudas al final de todas sus afirmaciones. Nada de esto lo digo solamente buscando la virtud política, sino por evitar el aburrimiento. No es lo que viene sucediendo en el mundo, pero qué ganas de que este período eleccionario en lugar de ser un chabacano encuentro de egos, popularidades, declaraciones de principios, acusaciones mutuas, evaluaciones de encuestas, repetición de alharacas o llantos destemplados, sirva para ajustar el diagnóstico y los propósitos de una comunidad que termina de dejar atrás un intento de revolución, una dictadura y una concertación –la vida entera de una generación- para seguir adelante por un camino aún incierto y ojalá estimulante.

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