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Poder

24 de Abril de 2017

El día que Agustín Edwards no quiso sacar más plata del bolsillo por el secuestro de su hijo

Fue una negociación de varios meses. De cuatro palos verdes que pidieron en un principio, los captores de Cristián debieron conformarse con un millón de la moneda gringa. La primera oferta de Edwards había sido de 420 mil dólares.

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De los episodios más particulares en la vida del recién fallecido dueño de El Mercurio y cara civil más emblemática de la dictadura, Agustín Edwards Eastman, aparece el hecho que vivió la millonaria familia cuando Cristián, uno de sus tres hijos hombres, fue secuestrado el 9 de septiembre de 1991, situación en la que estuvo por casi cinco meses tras una extendida negociación.

“No alcancé a gritar nada… dos de ellos me amarraron, me pusieron una capucha plástica, me amarraron cables y entre los tres me dieron vuelta, me agarraron y me metieron al auto que estaba estacionado” es como el entonces gerente de Diarios Regionales recordó alguna el episodio.

Si bien en el correlato de los hechos se recuerda que Cristián Edwards del Río estuvo todo ese tiempo sin verle la cara a nadie antes de ser liberado cerca del paradero 10 de Vicuña Mackenna, en la comuna de La Florida, al cabo de los años trascendería cómo Agustín, mientras negociaba, se negó a pagar más plata por la liberación de su hijo.

Cuenta la investigación de Ciper “La historia secreta del secuestro de Cristián Edwards”, publicada en tres entregas, que fueron 17 los avisos clasificados de El Mercurio que en clave abordaron los términos del rescate. Edwards padre se hizo asesorar por un ex agente del servicio secreto británico, quien le sugería cómo moverse, cómo ir estirando de a poco la billetera, como para no mostrarse débil.

La primera cifra de la que se habló fueron 420 mil dólares, bastante menos que los cuatro palos verdes que le pedían al millonario. Desde ese primer aviso hasta enero del año siguiente al secuestro hubo, tal cual, un tenso regateo. Luego de un ultimátum, los captores consiguieron finalmente un millón de dólares; es decir, un cuarto de lo que habían imaginado en un principio.

El mismo Ciper dice que incluso, el propio afectado, al ver transcurrir el tiempo, se ofreció a pagar por su liberación.

La carta

El día 11 de septiembre de aquel 1991 fue la secretaría que tenía Edwards del Río la que intuyó que algo pasaba. El día anterior su jefe no había ido a trabajar por lo que, aún siendo por entonces feriado, se fue a las oficinas de Providencia y al revisar unas cartas halló la dirigida a Agustín y en donde le avisaban de que su hijo estaba secuestrado.

SEÑOR A. EDWARS (sic)
PRESENTE

Su hijo Cristián fue cautivo hoy y en estos momentos se encuentra en un lugar seguro e inaccesible. El se encuentra bien de salud y su integridad (física y síquica) en el futuro dependerá de ustedes. El objetivo de su detención es negociar su VIDA.

Deben cumplir extrictamente (sic) nuestras indicaciones;

NO comunicar de esta situación a la prensa, policía, amigos y parientes. Cualquier paso que ustedes den en ese sentido nos enteraremos, entorpeciendo excesivamente el desarrollo y culminación de esta empresa.

Somos PROFESIONALES EXPERIMENTADOS y estamos decididos a cumplir con nuestro objetivo.

NO realicen movimiento alguno.

Tengan paciencia.

Nos volveremos a comunicar.

Nos encomendamos al SEÑOR, rogando llegar a términos satisfactorios para ambas partes.

A partir de ese mismo día fue que Edwards Eastman conformaría un comité asesor para negociar el rescate de su hijo. Este lo integrarían él mismo empresario, el editor de redacción de El Mercurio, Juan Pablo Illanes, el abogado Enrique Montero Marx y el empresario de origen judío Jacobo Ergas. El quinto integrante, hombre clave, sería Hugh Bicheno, el ex agente del servicio de inteligencia británico MI6, especialista en negociaciones de secuestros, con estudios en Chile, y quien le aconsejaría a Edwards cómo muñequearle a los captores.

Como se dijo, Bicheno, quien se haría llamar Hugo León, sería la piedra angular en la historia del rescate.

Antes de ser liberado en el verano de 1992, Cristián Edwards alcanzó a oír “no te muevas”. Luego se paró, encontró un taxista que lo ayudó a llamar a su familia, y pudo partir rumbo a Lo Curro. Claro que es preciso recordar que algunas semanas antes, el 20 de diciembre de 1991, la negociación alcanzaría unos de sus momentos más tensos, esto cuando la oferta subió a 620 mil dólares a través de otro aviso económico a modo de clave y en el que además se pedía una foto actual.

“Señor Agustín Edwards: le comunicamos que no habrá ninguna fotografía actual hasta que la oferta sea aumentada -aumentar la oferta significa hacer ofertas en MILLONES DE DÓLARES y no en miles de dólares- (…) Cada día que pasa y que no cumplen con las indicaciones disminuye rápidamente la posibilidad de que la integridad física y síquica de su hijo se puedan conservar intactas. En estas fechas de unidad familiar dejen de lado su actitud inhumana (mal asesorada) y burocrática. Piensen en la vida de su hijo que se deteriora cada día más, ya que él hoy sólo desea estar con ustedes. Junto a esta nota le enviamos una grabación (lado A) con la voz de él. Por el bien de su hijo Cristián y de su familia, CUMPLA”, fue la respuesta.

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