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Opinión

27 de Abril de 2017

Alejandra Matus, periodista y académica UDP: “Con la muerte de Edwards empieza la decadencia de El Mercurio”

Si hay algo en que los detractores y defensores de Agustín Edwards están de acuerdo, es en el impacto que tuvo su figura al mando de El Mercurio. Aquí la autora del “Libro negro de la justicia chilena” y “Doña Lucía”, hace el recorrido histórico que terminó forjando el estilo mercurial que caracterizó al diario en los últimos 50 años y proyecta el fin de su legado pechoño: “Agustín Edwards murió siendo la voz de los que siempre han tenido voz y se lleva consigo, una generación de la elite que constantemente le temió a los cambios”, afirma.

Daniela Yáñez
Daniela Yáñez
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“No me cabe duda que el editorial que publicó El Mercurio a raíz de la muerte de su dueño Agustín Edwards, refleja la convicción que él tenía sobre sí mismo. En un curioso acierto de sinceridad, dice que Edwards se esforzó toda su vida por construir el país que él hubiera querido para sus nietos. Fabricar a Chile a la imagen y semejanza de sus ideas, indiferente de lo que la propia sociedad chilena quisiera, es parte de su legado.

Tradicionalmente en nuestro país, personas con una potente agenda propia son quienes han dirigido los medios de comunicación. El Mercurio es parte de ese universo. Es el gran defensor de los valores conservadores, católicos y de la economía de libre mercado por sobre cualquier otra consideración. Esa es la base del estilo mercurial que Edwards protegió como guardián hasta su muerte.

Como dice Manuel Antonio Garretón, El Mercurio en los sesenta presenció el fin del Chile oligárquico y sintió un profundo temor. Por eso tomó una postura muy potente en contra de la reforma agraria, católica, educacional y en realidad, negándose a cualquier cambio que ocurriera en el país. Cuando llegó Salvador Allende al poder, no les quedó otra que exigir y apoyar la dictadura. No porque a Edwards le importara o respetara a Augusto Pinochet, porque para él era solo un mero instrumento, si no para defender los privilegios y el sistema de vida de la oligarquía.

Todos conocemos la influencia que “Don Agustín” tuvo en el Golpe Militar, intentando desestabilizar desde el primer día el gobierno de la Unidad Popular. La Junta de Gobierno por ese gran favor, le devolvió la mano de forma muy generosa: prohibió todos los diarios exitosos que no fueran afines a su línea editorial. Básicamente, la dictadura hizo el sueño realidad de cualquier empresario que quiere dominar el mercado. El Mercurio y La Tercera se levantaron como los únicos grandes referentes y luego en democracia, la elite concertacionista siguió legitimándolos hasta hoy en día.

El rostro más crudo del estilo mercurial lo vimos en dictadura: nunca reconocieron a los detenidos desaparecidos, los asesinatos o las torturas. De hecho, hasta al menos el año 91, los consideraban “presuntos detenidos”, sin respetar ningún estándar periodístico. Nunca fueron más allá de las fuentes oficiales en casos de violación a los derechos humanos. Lo que la DINA decía era la realidad, a pesar de tener los mejores recursos en el país para reportear. En ese tiempo, El Mercurio estaba en pleno centro, en Compañía con Morandé a dos cuadras de la Vicaría de la Solidaridad. ¿Un periodista no podía ir a pedir una entrevista con alguno de los abogados para contrastar la información entregada por la DINA o la CNI? Esa solo fue una descarada decisión política.

En los noventa, su estilo siguió siendo el mismo. Nunca tocó a Pinochet, las críticas solo llegaron hasta Manuel Contreras. Luego, pretendió influir en las políticas públicas, como su cruzada contra la reforma a nuestro sistema de justicia. Por estos días defiende con uñas la Constitución de 1980. Suma y sigue. El “decano de la prensa chilena” siempre estuvo disponible para torcer la realidad a favor de su preferencia, pero bajo la forma aparente de un periodismo correcto y objetivo. Agustín Edwards transformó a El Mercurio en un medio con pecados vergonzosos que aún están impunes y hasta hoy en día, no hace el mea culpa que le debe al país.

El Mercurio tiene un lugar en la prensa que no merece. Si se critica a El Siglo, por ser un diario que defiende los intereses del PC, El Mercurio no es nada distinto. Claro que El Siglo jamás pretendió establecerse como una autoridad de libertad de prensa. Es una cosa muy esquizofrénica. Y me da risa, porque Doonie siempre comparaba su diario con el New York Times, sabiendo que ellos sí reconocieron violaciones a los derechos humanos durante la dictadura y además, tiene una postura liberal más cercana a la izquierda.

Que Emol no haya publicado la muerte de su patriarca hasta que saliera en el papel, a pesar de que todos los demás medios de comunicación lo confirmaron, es muy propio de su estilo: El Mercurio decide cuando algo es noticia, incluso respecto de sí mismo. Con el secuestro de Cristián Edwards pasó lo mismo. El dueño de El Mercurio pidió a todos los editores que no publicaran nada y su palabra fue ley. Ahora lo volverán a hacer con la sucesión de Agustín Edwards y también con las feroces disputas sobre su herencia. Es parte de su estilo esconder bajo la alfombra. Ellos determinan el tiempo en que una noticia es relevante y eso es escalofriante en el sistema democrático que decimos tener.

A pesar de que Agustín Edwards siempre negó su influencia editorial, su autoridad era innegable y su figura omnipresente. No necesitaba estar en la oficina para que los periodistas no se salieran de los límites que siempre marcó, por eso logró mantenerse a través del tiempo. Pero todo tiene un ciclo. Con la muerte de Edwards, empieza la decadencia de El Mercurio. En la tendencia que se mueven los medios en el mundo ya no hay espacio para “el decano”. Y en Chile tampoco. Con el tiempo empezará a perder su lugar, porque es imposible que los cambios en la sociedad no lo afecten. Desde la defensa de los valores conservadores no es una buena trinchera para sobrevivir.

Agustín Edwards murió siendo la voz de los que siempre han tenido voz y se lleva consigo, una generación de la elite que constantemente le temió a los cambios. El periodismo nace desde una motivación progresista, de hacer contrapeso al poder. Es inevitable en su naturaleza. El Mercurio nunca ha cumplido y no cumplirá esa función, porque de hecho, es todo lo contrario: su brazo armado. Y desde esa tribuna, inevitablemente va a caer”.

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