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LA CARNE

5 de Mayo de 2017

Mujer narra, con lujo de detalles, uno de los 337 polvos que se ha pegado con su pareja

"Lo que viene a continuación es un mediometraje porno-melancólico. No tengo ropa interior de encaje, ni mi brasier es compañero de mis calzones. La luz está prendida pero no temo que mi celulitis sea evidente. No hay penumbra, no hay velas. Somos dos cuerpos que se reconocen al instante".

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Margarita Posada se llama la mujer que escribe para Soho Colombia como es uno de los tantos polvos, más de 337 cuenta, que se ha pegado con su novio actual. Margarita no escasea en detalles, evita eufemismos, relata desde que se sacan la ropa hasta todas posiciones en que es penetrada. Acá un resumen del texto, apegado fielmente a su propia descripción.

“Los amigos se van, yo pongo una canción que descubrí en el cuarto de un hotel en Nueva York y que de inmediato me hizo entender que nunca voy a dejar de buscar a Eugenio. El Cerrito Place, se llama, y aún estando separados se la envié para que lo supiera. El trago, aunque no en demasía, hace lo suyo. Repito la canción una y otra vez”, narra Margarita, describiendo el ambiente previo al clímax.

Luego, refiere que “lo que viene a continuación es un mediometraje porno-melancólico. No tengo ropa interior de encaje, ni mi brasier es compañero de mis calzones. La luz está prendida pero no temo que mi celulitis sea evidente. No hay penumbra, no hay velas. Somos dos cuerpos que se reconocen al instante”.

“Eugenio me empuja a la cama, siempre tiene afán de comenzar, aunque cada vez se ha hecho más diestro en el tema del preámbulo. Baja su cara hasta mi entrepierna y yo me dejo hacer”, “luego sube hasta mi boca y al tiempo que me besa entra en mí y, en un ritmo que llamaremos allegro ma non troppo, comienza a moverse. Nos miramos a los ojos intensamente”.

Después de esa escena cuenta que viene la parte donde mutuamente se dicen porquerías. Como es contado en tono colombiano, entendemos que son palabras de grueso calibre sexual. En ese afán, relata, saca su teléfono y comienza a grabar.

“Primero me siento encima de él y con el brazo alzado logro un plano cenital de su cuerpo perpendicular al mío, que lo cabalga piano piano. Y el solo hecho de estar grabando también nos pone. Aquí viene el scherzo. Sucede cuando me acuesto y nos grabamos en la famosísima y trillada posición del misionero, que con Eugenio cobra otro significado. Él hace algo que jamás me ha hecho ningún otro hombre en esta posición (y confieso sin vergüenza que han sido muchos hombres, y que quizá habrían sido menos de haber encontrado a Eugenio antes). No estira las piernas del todo y me penetra cogiéndome los muslos justo abajo de las rodillas en un acto tan especializado y a la vez tan sencillo que se asemeja a la división de un átomo, y me hace tener un orgasmo inmediatamente sin falla, a la fija, de manera que casi todo lo demás es parafernalia para mí y el número de veces que lo haga (espaciado por algunos minutos, claro) será directamente proporcional al número de orgasmos que tendré. (Ellas hablan de lo que hace a un tipo buen polvo)”.

A continuación, Maragarita agrega: “Ahora me pone boca abajo, en cuatro, frente a un espejo. También esto lo grabamos un par de minutos. Me da palmadas en el culo (spanking, para los que creen que el sexo es menos sucio en inglés) me penetra y me coge las tetas desde atrás suavemente y las siente brincar entre sus manos”.

“Todo esto puede sonar a sexo cochino, pero para mí es la idea absoluta del amor y se completa cuando nos quedamos dormidos el uno al lado del otro, sin querernos separar, y a lo lejos, desde la sala, sigue sonando El Cerrito Place, a modo de rondó. (Así fue el peor polvo de mi vida)”.

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