Secciones

Más en The Clinic

The Clinic Newsletters
cerrar
Cerrar publicidad
Cerrar publicidad

Nacional

11 de Mayo de 2017

Final épico: Relato joya del viejo chico que despedazaba los completos para poder comérselos

"Anoche, de regreso a mi hogar, pasé a comprarme un completo ranchero (vienesa, chucrut, cebolla frita y queso) con papas fritas para cerrar el día de manera gloriosa. Por la hora, el local se encontraba vacío, me senté en el mesón de pedidos, y justo antes de pedir mi orden, llega un viejo chico, del cual, cualquiera de nosotros podría haber asegurado que era un vagabundo (o alguien muy pobre al menos)". Así comienza esta imperdible historia que está dejando la grande en Facebook.

Por

El habitual columnista de este pasquín, Manuel Cartes, sorprendió a sus seguidores con su último relato en redes sociales, y que dice relación con su visita a un local de completos y el viejo chico que comía completos de una forma bastante particular y macabra, si es que se llegara a la locura de considerar que un hot dog pudiera tener vida propia.

A continuación te dejamos su historia de manera íntegra con el final más inesperado de todos:

“Anoche, de regreso a mi hogar, pasé a comprarme un completo ranchero (vienesa, chucrut, cebolla frita y queso) con papas fritas para cerrar el día de manera gloriosa. Por la hora, el local se encontraba vacío, me senté en el mesón de pedidos, y justo antes de pedir mi orden, llega un viejo chico, del cual, cualquiera de nosotros podría haber asegurado que era un vagabundo (o alguien muy pobre al menos).

–Me da un completo –Se adelantó en decir. Importándole un pico que yo estuviese antes. A mi me dio lo mismo. Mi único apuro era el hambre, pero de seguro la de él, era muchísimo mayor. Cedí–. El más barato que tenga, y un tecito por favor.
La señorita tomó la orden del caballero, mirándome a mi primero; en caso de que yo hiciera algún tipo de protesta por la suplantación en el orden del pedido. Asentí con un coqueto guiño. Le indicó el precio del pedido a mi camarada en el hambre, y luego tomó amablemente el mío.

Un completo ranchero no es trivial, toma su tiempo. Así que saqué mi Stephen King de la mochila, revisé mi celular, y me dispuse a averiguar qué chucha pasaría con Pete Saubers en la novela.

Estaba en eso, cuando sale la orden de mi amigo al lado. Lo miré, más que nada para saber cómo se venía “la mano”, y seguí leyendo.

La mano se venía buena.

El viejo revolvió el té con la cuchara y acomodó el posador de su completo. Todo hasta ahí, normal. De reojo, veo que el viejo chico, no saca una, sino mil servilletas, y las acomoda a un lado del completo. Se irá a limpiar la raja, pensé. Pero no. Toma una cantidad no menor de servilletas con su mano izquierda, y mientras con la derecha sujetaba el posa completos, procede a arrancar parte del completo con las servilletas, y llevárselo a la boca: inmediatamente, el completo (ofendido quizás), se empezó a desarmar.

Si los completos hablaran, de seguro le hubiese dicho un par de cosas al viejo chico: “Así no se come completos. Viejo hueón”. Por lo bajo. Si te van a comer, que te coman bien.

Pensé, en primera instancia (para intentar encontrarle sentido a lo que estaba presenciando), que a lo mejor el completo estaba hirviendo, y quizás el viejo chico, para no quemarse, estaba ocupando esa “técnica” ultra-rebuscada de comer. Pero, luego de lograr llevarse a la boca esa verdadera argamasa de completo/servilleta, volvió a hacer exactamente lo mismo, salvo que está vez el completo se desarmó aún más (“No po’ viejo hueón”, debe haber pensado el completo): el tomate, el chucrut y gran parte de la mayo, ya pasaban a formar parte de la mugre que había en el mesón. Es más, si en ese momento, el viejo se va y deja el completo botado, y hubiese llegado la PDI (de los completos, obvio), la escena del crimen sería un puzle difícil de resolver por los peritos: “En mis años de completo, no había visto jamás algo de esta magnitud”.

A los 5 minutos el viejo chico tenía la pura cagá’ en el mesón. Sacaba y sacaba servilletas, y vamos echándole completo a la boca con la mano. La comida que no caía directamente en el té, caía como engrudo milímetros antes de llegar a la boca, y la que no alcanzaba a caer del todo, se esparcía libremente alrededor de su boca, con repollos en vinagre colgando de la barba que llevaba. Los completos que se estaban preparando miraban horrorizados la escena.

El del viejo, era el “Hans Pozo” de los completos.

Se me quitó el hambre.

El viejo chico se llegaba a encorvar comiendo. Estaba ensimismado. Era él, y el completo. La cantidad de servilletas sucias que había a un costado del viejo chico, superaba con creces su propia dignidad.

Cuando por fin termino este verdadero holocausto gastronómico, el Hannibal Lecter de los completos pidió la cuenta. Luego me miró, sonrió y me dijo: “estaba mortal” (el hueón no pudo haber elegido de mejor forma las palabras para describir lo que acaba de hacer).

Estaba mortal.

Luego de ser el único testigo de esta masacre, y luego de ver el “detalle” de su “sonrisa” (la cual me regaló desinteresadamente), me veo en la obligación de incorporar a mi léxico una nueva frase hecha: “No hay hueá más difícil que comerse un completo sin dientes”.

Notas relacionadas

Deja tu comentario