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Mundo

29 de Mayo de 2017

La polémica doble vida del ministro de armamento de Hitler en la Alemania nazi

La figura de Albert Speer (1905-1981) -arquitecto y ministro de armamento de Hitler y también autor de superventas y estrella mediática en la postguerra- es una de las figuras más controvertidas de la historia alemana y el debate al respecto ha sido ahora recuperado por una nueva biografía. “Albert Speer, una carrera alemana” es el […]

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La figura de Albert Speer (1905-1981) -arquitecto y ministro de armamento de Hitler y también autor de superventas y estrella mediática en la postguerra- es una de las figuras más controvertidas de la historia alemana y el debate al respecto ha sido ahora recuperado por una nueva biografía.

“Albert Speer, una carrera alemana” es el título del libro en el que Manfrend Brechtken, subdirector del Instituto de Historia Contemporánea de Múnich, revive la discusión acerca de como un criminal de guerra nazi -condenado a una pena de prisión en los juicios de Núremberg- pudo hacer una “segunda carrera” en la República Federal de Alemania.

Brechtken dedica parte de su libro a mostrar como los historiadores profesionales tuvieron su parte de responsabilidad en que Speer, tras salir de la cárcel de Spandau en 1966, pudiera crearse una imagen de tecnócrata inocente.

El historiador muestra como prueba de sus tesis reseñas de los “Diarios de Spandau” y de las memorias de Speer, publicadas en 1969, escritas por historiadores como Golo Mann, Hans Mommsen o Klaus Hildebrand que se deshacen en elogios hacia el libro sin cuestionar la versión del autor sobre su papel en los crímenes nazis.

Durante años, sostiene Brechtken, los historiadores aceptaron las mentiras de Speer por “comodidad, ignorancia y por temor ante la dimensión y la complejidad de las fuentes” que tenían que consultar.

Incluso un intento de un aspirante a doctorado por mostrar el papel que había desempeñado Speer en la persecución de los judíos en Berlín fue rechazado por Jost Dülffer, catedrático de la Universidad de Colonia, que calificó la investigación como un reportaje propio de una revista de variedades.

Posteriormente, Dülffer revisaría su posición y escribiría críticamente sobre Speer pero en ese momento defendía la posición generalizada de ver al antiguo nazi como un tecnócrata que después había proporcionado a los historiadores importante información de primera mano.

Según Brechtken, Speer empezó a construirse su imagen de tecnócrata inocente ya durante los juicios de Núremberg al ser el único de los acusados principales en aceptar la competencia del tribunal para juzgarlo y su parte de responsabilidad por lo ocurrido en términos generales durante el III Reich.

No obstante, al mismo tiempo se esforzó por mostrar una clara distancia frente al resto de los jerarcas nazis y por definirse como un tecnócrata ajeno a la política, pese a haber entrado en el partido nazi ya a los 31 años.

Con ello, Speer no sólo se libro probablemente de una condena a muerte sino que además se ofreció a los alemanes como una figura de identificación.

Si Speer, un ministro del III Reich y uno de los jerarcas nazis más cercanos a Hitler, no estaba informado del Holocausto, ¿cómo iban a estarlo los alemanes comunes y corrientes que habían seguido a Hitler en su ascenso al poder y después durante la guerra?

En las últimas décadas esa imagen de Speer ha sido desmontada y muchos creen que si los jueces de Núremberg hubieran sabido lo que se sabe ahora el ministro de Armamento de Hitler no se hubiera librado de la horca.

Speer, contra su afirmación de que nunca tuvo nada que ver con medidas antisemitas, autorizó el envió de material para la construcción del campo de exterminio de Auschwitz.

Si eso se hubiera sabido antes, en 1975, cuando Speer cumplió 70 años, el entonces presidente de la Unión Cristianodemócrata (CDU) y posterior canciller alemán Helmut Kohl no le hubiera enviado una carta de felicitación como lo hizo.

Tampoco Willy Brandt le hubiera enviado flores en 1966, en su condición de jefe del Partido Socialdemócrata (SPD), cuando Speer salió de la cárcel.

Curiosamente, el libro de Brechtken aparece justo cuando en Núremberg hay una exposición destinada justamente a desmontar la idea que Speer logró crear de si mismo para hace una segunda carrera y también a explicar la acogida que tuvo el personaje en la República Federal de Alemania.

“La leyenda de Speer sirvió de coartada a toda una nación”, dijo el comisario de la exposición, Alexander Schmidt.

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