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Cultura

1 de Junio de 2017

Homenaje de Héctor Hernández a poeta Carmen Berenguer: La soñaba de retorno

Discurso por Premio a la Trayectoria Poética a Carmen Berenguer I Las antenas. Esas grandes antenas que comenzaban a posarse sobre los techos y azoteas del centro de Santiago. Es lo que más me gustaba mirar desde el quinto piso del edificio de Balmaceda 1215 al costado de la Estación Mapocho. Ese invierno de 1999 […]

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Discurso por Premio a la Trayectoria Poética a Carmen Berenguer

I

Las antenas. Esas grandes antenas que comenzaban a posarse sobre los techos y azoteas del centro de Santiago. Es lo que más me gustaba mirar desde el quinto piso del edificio de Balmaceda 1215 al costado de la Estación Mapocho. Ese invierno de 1999 fue más frío que el anterior. Creo que es una canción lo que estoy diciendo. ¿Lo es? Subíamos a pie ligero hasta nuestra salita siempre tan helada y llena de humo por los que fumaban en el pasillo. Con Paula nos sentábamos juntos y Parrita nos recibía con una mueca que era lo más parecido a una sonrisa después de un carrete infernal.

La próxima semana va a venir una gran poeta chilena, nos dijo.
¿La Malú?, preguntó Gladys.
No, se llama Carmen Berenguer.

Recordar es volver a sentir el frío en las manos, el ardor en los ojos y mis ganas de dibujar esas antenas. Tan solas, esqueléticas, muertas.

II

La revista se llama Matadero. Es la presentación y estamos en un bar de Bellavista. Ah, abril del 2000. Escribirlo no tiene rima, decirlo sí. Pido permiso al chico del mesón para mirarla. Las primeras páginas son de un largo poema que termina con estos versos: “¿No hay nadie?, pregunta la mujer del Paraguay. / Respuesta: No hay cadáveres”. Avanzo rápido antes que me la pidan. Raúl Gómez Jattin, no olvidaré ese nombre, se llama el que escribe un poema zoofílico precioso. Más adelante, Yanko en una entrevista cuenta que su papá trabajaba en la Editorial Universitaria, pero como transportista y que con el Golpe terminaron en su casa colecciones enteras de libros donde estaban los de Lihn, Parra, Wacquez. Pienso en mi propio padre toda la vida chofer de micro. Hombres que recorren la ciudad de punta a cabo todos los días sin en realidad recorrerla. En fin. Compro la revista y me quedo al vino de honor. En la madrugada y en mi casa la vuelvo a abrir. Hay un poema de Carmen. Lo leo cuando me acuesto, cuando me levanto, cuando miro de reojo, cuando fijo la vista, cuando me acerco, cuando hablo, cuando callo, cuando brinco, cuando me doy vueltas, en la mañana, una hora después cuando me agacho, cuando sudo, cuando aguanto, cuando aúllo, cuando todo eso.

III

¿Y este niño es mayor de edad?, pregunta Juan Pablo a la fiesta.
Tengo 20, le digo y lo odio.

Ni idea quiénes son cada uno y espío sus conversaciones para saber sus nombres. Diamela, Nelly, Ernesto, Marcia, Jaime. Carola trae una torta demasiado pequeña para tanta gente, pienso. Hay cuatro velas y una se apaga sola.

Ya, chani, vamos a cantar el cumpleaños feliz.

Todos se callan, descansan las copas, pero suena el citófono. Alguien dice:

Por lo desubicado debe ser Pedro.

Es Pedro. Nunca lo había tenido tan cerca. En mi mochila traía sus libros publicados hasta el momento. Sabía que iba a ir porque, al igual que Pancho, era yunta del apocalipsis con Carmen. Cantamos, brindamos, fumé marihuana por primera vez. Me metí a varias conversaciones más en realidad para hacer tiempo y darme ánimo. Yo quería hablar con Pedro y al verlo hacerse una piscola en la cocina fui.

Es que supuse que iba a venir y traje un libro suyo para que me lo autografíe.
¿Dónde quieres el autógrafo?, dijo mirándome a los ojos.
En la primera página. Silencio incómodo. En realidad, son tres libros.
¿Tres?, gritó. Carmen, me invitaste a puro trabajar.

Los pongo en la pequeña mesa y escribe en cada uno de ellos. Le digo que lo quiero invitar a leer a la Católica, pues antes ya habíamos invitado a Carmen y Sergio. Se ríe. Le pido el teléfono y lo anota debajo de sus “manchas emplumadas de deseo”. El lunes a mediodía marco el número.

¿Pedro? ¿Pedro qué? Aquí no hay ningún Pedro. Marcó mal, mijito.

IV

Tú hablas al último, me dice Marisol y me guiña un ojo.

Si es que mal no recuerdo, Raquel y Soledad son las otras presentadoras de La gran hablada (2002). Las manos me sudan, un ojo me tirita. Es la primera vez que presento un libro. El auditorio del Centro Cultural de España está repleto. Dicen mi nombre y comienzo a leer mi texto a toda velocidad. Quiero recitarlo como un poema, pero no es un poema. Sergio y uno que otro me felicita. Sonrío sin abrir los labios. Es por lástima, me digo. Lo hice pésimo, desastroso. En la presentación hablaba de Bobby Sands desfallece en el muro (1983), Huellas de siglo (1986) y A media asta (1988) que son los tres libros que se recopilan en la obra en cuestión. Carmen ya me había dado la bella y única edición que existe de Sayal de pieles (1993) y había concluido mi tesis de Licenciatura en Letras sobre Naciste pintada (1999) que creo es, lejos, el libro más importante de fin de siglo. Fragmentos de todo esto aparecen en mi Buenas noches luciérnagas donde Carmen, a mi gusto la mejor poeta chilena viva, está presente de principio a fin.

V

Nos vamos de la SECH al Prosit con Stella. Terminamos hablando de las madres, las mujeres, las viejas. En la conversación menciono que mi madre se llama Adriana.

Un precioso nombre, asegura con sonrisa pícara.
¿Te llamas Adriana también?
Obvio. ¿Sabes quién también se llama Adriana?
¿Quién?
La madre de la Berenguer

Es cierto. Tiempo después tomamos tecito con Carmen y la veo. Delgada, bajita, de pelo blanco, silenciosa y fina. Una dama de otro tiempo. Mejor dicho, una dama en cualquier tiempo. Adriana fallece el 17 de marzo de 2003. Carmen lo escribe como colofón en su libro Maravillas pulgares (2012) y agrega: “Tenía escritos sobre ella y buscando en este momento, se acaban de perder. Son las cosas extrañas con la escritura. He recuperado sólo estos fragmentos”.

VI

Son crónicas inéditas la mayoría, aunque algunas se publicaron en La Nación o en Primera Línea, me dice.
Las voy a leer entonces y te comento.
Quiero hacer un libro de crónicas con ese material.

Hojeo y los títulos me fascinan. “La cultura letal”, “Gresca entre artistas y poetas en la Maldita Zorra al lado del bar El Hoyo” donde por cierto Carmen escribe:

No pienses que la nostalgia nos embarga, todo lo contrario, es la recuperación de cierto saludable escepticismo que ya se había incubado en nosotros. Digo nosotros, que ya no sé quiénes somos nosotros, después de hablar de poesía, de fin de siglo; memoria revoltosa, que no desea olvidar, porque debajo de nuestras pisadas había un muerto y nosotros éramos sus fantasmas. Nos rehabilitábamos en las noches. Salir, dar una vuelta, escuchar la radio Cooperativa, anunciando las bajas en las protestas del día.

También tengo unos poemas medio autobiográficos sobre mi relación con la cultura gringa. Hasta imaginé un nombre, Una poeta en Nueva York. ¿O no?

El libro será más de una década después Mi Lai (2015). Francine Masiello señala en el prólogo: “Desde el título, la confusión de lenguas abre a una doble ficción: a Mi Lai como alusión a la masacre más infame de la guerra de Vietnam, cuya verdad fue tapada por el Estado, y también a la idea (bilingüe) de la mentira: Mi Lai es homónimo en inglés de “mi mentira”, la mentira que es la ficción”.

VII

No tienen que mirar a la cámara, les dice Mauricio Álamo a Carmen y Paula. Es una fiesta en un bar de mala muerte frente al Cementerio General. Paula le lee poemas a Néstor Cantillana y Carmen está vestida con un traje largo de terciopelo verde. Es una película experimental a partir de Altazor de Huidobro. Se llama Las golondrinas. Delfina Guzmán come pan con pebre y toma vino. Carmen recita “Ruinas”. Se apagan luego las cámaras y los reflectores. Es el verano del año 2005. Todos comemos pan con pebre y tomamos vino.

VIII

Viernes, 14 de marzo, 2008. Me llega un email con un link. Abro: “Carmen Berenguer es la primera chilena en ganar el Premio Pablo Neruda”. La primera chilena y la primera mujer, pienso. Le escribo para felicitarla. Aún no existe Facebook. O sea, existe hace poco, pero me produce sospecha. Dos semanas después, es decir, el 28 de marzo me uno a la red. Escribo “En casa”. Eso es todo, pero no es cierto. No estoy en mi casa sino en una biblioteca. Tengo en mis manos mama Marx (2006). Anoto una cita en mi libreta: “Por las arterias onomatopéyicas y sus bellas/ declinaciones formales en el siglo reciente,/ desfloradas y épicas enunciaciones de manchas/ y ruidos”. Es del apartado “Filigranas” y tiene una nota al final del libro que dice: “Esos adornitos cursis que tanto ama la burguesía literaria. Aquí, son los encajes del oficio”. Cuatro meses después es la premiación. Carmen me invita, pero le cuento que estoy saliendo de São Paulo a Montevideo, y sobre todo que tomé la decisión de irme a México. Me responde dos días después:

Querido Héctor, se sintió tu ausencia. Mira, estuvo muy bien porque la Presidenta estuvo más de dos horas departiendo con nosotros y la ceremonia es más ritualista y es así no más, es decir la ceremonia es parte constitutiva de la Presidencia. Estuvo bien, lo que fue más emocionante es la invitación a estar 15 minutos de audiencia con Michelle Bachelet, eso fue difícil, mucho más que el ritual. En fin, ya se acabó. Espero no te vayas para siempre, es una pena, y no hay que hacer caso de los demás, pues cuando sacas la cabeza obvio te la quieren cortar. Ahora si quieres irte con tu novio y estarás mejor, bien. Es bueno alejarse también, hay que entrar y salir, me dijo un día Nicanor Parra. Si estás siempre ahí, te dan. Claro que es el Tao, salir y entrar. Yo estoy en Estambul y regreso el 19 a Chile. Supe que ganaron el proyecto Poquita Fe y además estás en una lectura de Antonio Silva. Tu entrevista en La Nación muy buena e incisiva. Un abrazo que te quiero mucho, Carmen.

IX

Es una noche de insomnio. Tengo todos sus libros sobre la cama. Pienso, y me arrepiento, de lo mal que me porté con ella cuando supe lo del cáncer. Me dio mucho miedo, mucha tristeza. No quise enterarme de nada. No quise verla sin su hermosa cabellera. Pero la vi en una foto y lloré. No me atreví a escribirle. No pude. De verdad, no pude. Perdón.

X

Esperamos la camioneta que nos lleva a la lectura. Carrión también está por llegar. El hotel es uno de los más antiguos de Guayaquil. Carmen lleva su libro en la mano y yo el mío. Ambos son de Aldus, publicados hace un par de años en México donde también estuvimos juntos leyendo. Nos acompaña Javier de Panamá. Lleva el diario donde apareció una entrevista a Carmen. Es del 21 de noviembre de 2015. Se lo pido y leo:

El mundo se distanció de la poesía. Es el mundo que no puede leer ese fragmento capaz de encontrarse a sí mismo. El mundo es más hostil, es más materialista. Obtener los sueños del mundo actual es válido, son los sueños que a lo mejor siempre tuvieron, pero también quieren tener cada día más cosas. Tener. Tener. Tener. Se transforman en consumidores de sus propios sueños.

XI

El lanzamiento de Cuerpos y hablas disidentes de Carmen Berenguer que compiló Juan Pablo fue hermoso. Cuando ella entró, junto a Carlos, al salón del Archivo Nacional la ovacionaron y varios se pusieron de pie para aplaudirla. En primera fila están Carola y Carlitos. Carmen sonreía con su puño cerrado sobre el pecho. Malú leyó un texto que nos emocionó a todos. Dijo en una parte: “Ser poeta era entonces y lo es ahora, la más grande de las pérdidas, hay que haberse atrevido a perder para tocar con los dedos de la ficción esa cortina iridiscente que a veces acontece en mitad de la nada”. Nos vamos al Rincón del Sabor, que nosotros llamábamos Olímpico. Celebramos a Carmen, la queremos y admiramos. Discute con Juan Pablo en un momento, yo también discuto con alguien, pero es así, nos queremos y admiramos. Salud.

XII

Mi bella dama. Así comienzo los email a Carmen. Ella me responde con “caballero andante, peregrino y soñador”. Veo que volvió del homenaje en Nueva York por los 30 años del Primer Congreso de Literatura Femenina Latinoamericana. Gladys también fue invitada y me alegra. Diamela recuerda en una entrevista en La Tercera: “Dos años antes, en 1985, Carmen Berenguer me propuso la idea de organizar un encuentro nacional. Le dije: por qué no hacemos un congreso internacional. Todo fue autogestionado. No teníamos un peso”. Pienso en el Seminario Nueva Poesía Chilena que también se hizo sin dinero. Le pregunto cómo lo pasó y en qué va lo de su obra completa en Cuarto Propio. Se lo pregunto insistentemente. Me hace feliz la idea. Extremadamente feliz. Su escritura anómala, poderosa, visionaria necesita ser leída como un todo y por todos. Para eso quiero su Premio Nacional.

XIII

Puse en mi Facebook lo relativo a la ceremonia por el Premio a la Trayectoria Poética que le entrega la Fundación Pablo Neruda. Recordé parte de su discurso por el Iberoamericano: “Hoy mi querido Pablo, en su nombre ya no canta el pueblo. En su nombre se aplaude a un salvajismo sin precedentes, después de los asesinatos que maldijo en vida. En su nombre se criminaliza al pueblo originario. Así es la muerte querido poeta Pablo Neruda: Un mito”. Soñamos para no morirnos. Recordamos para seguir soñando. Son las cosas extrañas con la escritura. Y la muerte, como bien dice usted, es una representación artística, la posibilidad de un diseño final. Será otro mito, mi bella dama. Otro mito en la casa de la poesía.

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