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Opinión

14 de Junio de 2017

Guillermo Calderón, director de “Mateluna”: “Nuestra obra quiere ser una especie de resistencia cultural sobre el escenario”

El destacado dramaturgo, radicado en Nueva York, señala que la obra sobre la historia de su amigo siempre se propuso producir un escándalo y que el movimiento que aboga por la liberación del exfrentista, que se instaló después de cada función a protestar e informar sobre el caso, le dio una proyección hacia la calle e instaló el debate sobre la supuesta injusticia que sufrió Jorge Mateluna Rojas. “El estatus de las personas que participaron del FPMR y de la lucha contra la dictadura son considerados por la sociedad en general como personas de segunda clase”, reclama.

Ricardo Ahumada
Ricardo Ahumada
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La difusión del caso de Jorge Mateluna Rojas publicado en extenso por The Clinic Online tiene como principal responsable al actor y dramaturgo Guillermo Calderón y su compañía. El impacto y el éxito teatral de la obra “Mateluna” ha masificado la historia y reunido esfuerzos para liberarlo, aunque él mismo se encarga de señalar que ésta se creó cuando la campaña ya estaba andando.

En el escenario, el director dice que han intentado ser una especie de resistencia cultural paralela a la que está dando él en la cárcel. Y que además ha sacudido una idea instalada de que el teatro panfletario es menos valorable que otro más académico e intelectual.

Desde las tablas, Calderón aboga por un amigo que habría sido condenado injustamente por los antecedentes que tenía, tal como lo señala el mismo Mateluna en entrevista con este medio desde la Cárcel de Alta Seguridad, y una especie de cofradía de uniformados que quieren volver a meter a la cárcel a los exfrentistas indultados. “La transición y la democracia escribió una historia política que dejó al margen y que condenó a todas las personas que habían sido activas luchadoras contra la dictadura”, dice.

¿Tú señalaste que te gustaba el teatro panfletario, a pesar de lo que dicen los críticos. ¿Por qué elegiste esa forma de hacer teatro?

El teatro que yo hago por lo general es bien político y la gente me dice ‘oye qué bueno que tú hacís teatro político, pero qué bueno que no haces teatro panfletario’. Es casi como una convención decir eso. Que el teatro político sólo es bueno si no es panfletario. Lo panfletario es una palabra que no se define mucho, es como algo malo. Lo que yo entiendo es que lo que se hace finalmente ahí es una crítica clasista. Porque cuál es el retrato panfletario. Ese teatro es el que uno identifica con la personas que hacen teatro no profesionalmente. Es el teatro de la gente de organizaciones sociales o de gente que no pasó por la universidad. En general, gente que hace teatro inserto en un contexto de movimiento político o social. Y esas obras por lo general terminan con un llamado a la acción, con un sentido de denuncia. Qué se yo, del tema que escribe la obra. Entonces, cuando yo escuchaba eso de alguna forma lo que se dice es ‘qué bueno que tú no haces teatro panfletario porque este es un teatro intelectual, no es teatro como los demás’. A mi no me gusta esa crítica porque la encuentro clasista. Encuentro que finalmente es como un crítica al teatro popular, al teatro no universitario, no intelectual. Y a mi me encanta el teatro panfletario en el sentido que es una de las grandes tradiciones teatrales de Chile. Es el teatro que se ha hecho durante muchos años, el que sobrevivió durante la dictadura.

Hay críticos que opinaban si esta obra era sólo una provocación o transgredía los canones del teatro. ¿De dónde crees que viene esa connotación negativa a lo panfletario? ¿De esa refundación cultural que provocó la dictadura?

Sí. La transición hace muchas cosas muy problemáticas, pero entre otras cosas elimina el valor de la cultura popular que había existido antes de la dictadura. Es una de sus víctimas, que había fluido alrededor de organizaciones sociales y políticas. La música, el teatro y otras expresiones asociadas a la cultura política no intelectuales, quedan al margen y es una cultura que se identifica con lo viejo, con lo que ya pasó y lo explícitamente político pasa a ser ubicado al margen. De alguna manera pasa a ser como de mal gusto y se le aplican criterios elitistas, burgueses. El teatro pasa a ser muchas veces un ejercicio intelectual y elitista. A mi me cuesta eso un poco porque el primer teatro que vi lo asociaba mucho al teatro más concreto de la dictadura, al teatro de la calle principalmente. Al que se hacía en la Plaza de Armas, que había que salir arrancando porque iban a detener a los actores. Ese teatro me pareció muy doloroso que se perdiera, no solamente porque fue reemplazado por otro tipo de teatro sino que porque nunca fue valorado. Ahora, si estamos en un momento en el país reexaminando todo, también es interesante ir a rescatar formas teatrales como esa que es una parte genuina, algo que ha definido el teatro chileno por muchos años y que ha estado justamente relegado, al margen.

Sobre la obra “Mateluna”, tiene un relato en que la compañía cuenta la evolución que tuvieron frente al caso de Jorge. Eso es parte de lo que tú y la compañía vivieron desde que se enteraron lo que pasó o es parte del montaje?

Es parte del montaje pero nosotros vivimos esa preocupación, esa confusión respecto al tema. Para nosotros fue muy doloroso y difícil de entender que Jorge hubiera asaltado un banco y se hubiera expuesto nuevamente a la prisión. Nos costó entenderlo. Estábamos bien desconcertados y también incrédulos, porque no podíamos creerlo. Ahí nos dimos cuenta que Jorge había sido enjuiciado injustamente y nos motivamos para hacer la obra.

En tu obra se muestran pruebas que el tribunal desestimó y generan dudas de la participación de Jorge en el asalto.

Una de las primeras cosas que me di cuenta es que era muy difícil hacer una obra sobre el juicio completo, pero no fue la opción que tomé. La idea de la obra es mostrar un momento importante en que se muestra la capacidad de mentir que tienen los testigos -en este caso carabineros- y el momento que sea más elocuente, más impactante, justamente para que el público pueda ver cómo y con qué descaro mienten. Y que eso produzca un escándalo, una reacción y esa reacción despierte en la gente la necesidad de ir a buscar más información, de comprometerse con el caso y de investigar por sus propios medios otros antecedentes que son tan importantes o más importantes que éste.

¿Como qué cosas?

Por ejemplo, una de las más importantes es que los carabineros que dicen que vieron a Jorge cambian su testimonio. Cambiar un testimonio quizás a mucha gente no le llama tanto la atención, se transforma en un acto un poco banal, parte de una jerga de tribunales que no significa mucho. Pero cuando uno ve el escándalo, ve la forma en que se miente, todo cambia. Eso despierta esta acción. Nosotros lo hicimos así porque tenía mayor impacto emocional y era la mejor forma posible para ver. Esto se transforma en una prueba del juicio que fue un error, pero es un error tan grave que en cualquier otra parte del mundo el juicio se anula porque estos testigos están mintiendo. Ese es el escándalo, la impunidad y la flagrancia con la que estas personas son capaces de mentir y meter en la cárcel a Jorge.

Desde esa injusticia que tú señalas, ¿cuál crees que es la motivación para incriminar a Jorge en este caso?

Jorge estuvo preso 12 años, entre el 92 y 2004. Y él sale indultado después de hacer una larga, dolorosa y muy importante huelga de hambre. Una huelga de hambre, por lo demás, que nunca ha sido muy documentada y que es casi como una anécdota de los presos políticos. Por qué no se mueren, es un misterio. Pero bueno, finalmente se logra un acuerdo político. Hay muchas personas que nunca estuvieron de acuerdo con que se indulte porque ellos habían participado en el FPMR, y como todos sabemos el FPMR se enfrentó contra las fuerzas armadas y las fuerzas de represión de la dictadura. Entonces, hay una resistencia de parte de esas organizaciones de que esas personas salgan libres. Es evidente que ellos en cualquier oportunidad van a hacer un esfuerzo por volver a meter a la cárcel a todos los indultados. Hay un juicio que se me olvidó el nombre, que es un caso muy similar al de Jorge.

¿En qué sentido?

En que se produce un asalto a un camión Brinks y uno de este mismo grupo de indultados fue acusado de participar en ese robo y él estaba en ese momento en su casa y tenía dos testigos porque estaba con su polola y su hermana. Y sin embargo, a pesar de eso había un testigo que lo ubicaba en el lugar del asalto. Cuando la defensa interrogó al testigo que decía que lo había visto, esta persona cuenta la verdad y dice que oficiales de investigaciones o del cuerpo de investigaciones de Carabineros le habían pedido que levantara falso testimonio de este exindultado. Y él sale libre inmediatamente porque era evidente que lo estaban tratando de inculpar. Entonces, te da un ejemplo, que no es imaginario, que está documentado en los registros de tribunales, de que sí hay un esfuerzo concertado de algunas personas de las fuerzas policiales como si hubieran hecho un compromiso secreto de volver a meter a la cárcel a las personas indultadas. Ellos tendrán sus razones históricas, personales y políticas, un resentimiento antiguo de que sus compañeros hayan sufrido, quizás hayan muerto. Esa es seguramente su motivación, eso yo no lo sé. Pero eso no los autoriza a inventar pruebas falsas e ir a condenar a personas que son evidentemente inocentes, donde no hay pruebas. O sea, con Jorge no hay pruebas excepto el testimonio de los carabineros que cambiaron su testimonio para acomodar lo que supuestamente vieron. Esa es una razón, una especie de como resentimiento antiguo de las fuerzas policiales.

¿Y cuál es el otro?

Es que el estatus de las personas que participaron del FPMR y de la lucha contra la dictadura, los indultados, son finalmente considerados por la sociedad en general como personas de segunda clase. Personas que no merecen juicios justos y no tienen derechos civiles que todos nosotros tenemos y consideramos básicos. Por ejemplo, cuando Jorge es detenido, inmediatamente aparece un general de Carabineros mostrando su carnet en la televisión y diciendo ‘ya tenemos al culpable’, ‘es un exmiembro del Frente’, ‘es un terorrista’, ‘lo tenemos identificado’, ‘él fue’. Después, cuando uno ve las pruebas, el general no tenía porqué haber tenido idea que Jorge había participado porque ni siquiera estaba en el lugar de los hechos sino que había estado por ahí cerca, que fue detenido en un control de identidad. Esa actitud demuestra que el general de Carabineros piensa que por el solo hecho de haber sido del Frente obviamente tiene que ser culpable. La prensa, están los archivos de las noticias que da la televisión, dice por ejemplo que fue sorprendido “in franganti” el exmiembro del FPMR, sin saberlo. Es como si la sociedad entera se asociara para culpar a una persona antes de ser juzgado. Nosotros tenemos derecho a ser tratados inocentes hasta que se pruebe lo contrario. Entonces, ahí tú muestras que cuando se dicen las palabras mágicas ‘FPMR’ inmediatamente se borran todos sus derechos.

Por sus antecedentes.

No sólo por eso, también por la lucha que tú diste en esa época es considerada una lucha digna, políticamente. Es decir, esta es una cosa que nosotros siempre hablamos. En otros países, franquista por ejemplo en Europa o del Apartheid en Sudáfrica, la gente que luchó contra ellas son considerados no sólo héroes sino que se les da un espacio significativo dentro de la sociedad. Por ejemplo, Nelson Mandela ponía las mismas bombas que el FPMR, hacía atentados del mismo tipo, pero finalmente fue presidente del país y fue premio nobel de la paz, a pesar de haber puesto bombas. Lo mismo pasa en Europa contra el fascismo con personas como Francois Mitterrand, personas que participaron en la resistencia, que después tienen un lugar asegurado en la historia. Acá en Chile no. De nuevo volviendo a las características de la transición en Chile, se les considera criminales y nada más. Eso tiene que ver ya no con una historia estrictamente del ámbito judicial sino que solamente de esta lucha secreta que tienen estos organismos policiales en contra de los exmiembros del FPMR por haber sido indultados, sino que además tiene que ver con cómo se mira la historia de Chile y cómo la transición y la democracia escribió una historia política que dejó al margen y que condenó a todas las personas que habían sido activas luchadoras contra la dictadura.

El montaje tiene una suerte de extensión al terminar la obra, donde los amigos y familiares que se manifiestan por Jorge. Da la impresión de que es una extensión de la obra.

Lo que pasa es que la obra se inserta en una campaña por la libertad de Jorge que ya estaba andando cuando nosotros hacemos la obra. Eso para nosotros es muy importante, Muchas veces cuando uno hace teatro político eso se queda entre las cuatro paredes. En este caso, el teatro se inserta en una campaña política. Ellos son familiares y amigos, son una organización ya armada, y nos dijeron que iban a ir al teatro a manifestarse, pero nosotros no sabíamos que eso se iba a constituir. Entonces, cuando ellos están afuera repartiendo volantes, a veces tocan música, pancartas, le informan a la gente, los inscriben en sus redes sociales, explican el caso de Jorge, y para nosotros eso es muy importante porque, por un lado, permite que nuestra obra tenga una proyección hacia la calle. O sea, nosotros estamos llevando la campaña hacia el mundo del teatro y dándole otra visibilidad, y también ellos nos permiten bajar la obra desde el escenario hasta la calle. Una cuestión que se expresaba muy claramente ahora cuando hacíamos la obra en el Antonio Varas al frente de La Moneda. El puente era esta manifestación y al fondo estaba La Moneda. Y sí, nosotros no lo planeamos así y no somos responsables de eso, lo hizo otra gente. Pero ahora es como simbiótico y la gente lo agradece porque termina la obra en el teatro y sale con ganas de comprometerse o hacer algo y está justamente eso.

Generalmente ese teatro termina con cantos o con arengas. En este caso, ¿ese acto posterior pasaría a ocupar ese espacio de alguna forma?

Claro, nosotros hacemos un poco eso sobre el escenario. No exactamente arengas, pero sí desde la emoción. Pero en el caso de ellos, claro, es como si de alguna forma la manifestación política pública completa nuestra obra. Es un llamado a la acción y la acción misma también, estar en la calle.

Más allá del éxito teatral, ¿se ha generado alguna reacción política? Las autoridades se han acercado e incluso han ido a ver a Jorge, pero no ha habido avances.

Sí, han pasado cosas. Por ejemplo, han ido políticos a ver la obra y se han comprometido a apoyar la libertad de Jorge. Los diputados Jackson, Boric, el exactor Roberto Poblete. De hecho, ese diputado (Poblete) invitó a Claudia Godoy, al señora de Jorge, y va a ir a presentar el caso a la comisión de Derechos Humanos de la Cámara de Diputados. Eso está increíble para el caso porque le da resonancia pública. Es muy importante la repercusión que tenga en la opinión pública a partir de la política y medios. Eso es lo que motiva a la gente y a los tribunales a reaccionar, a apurar los casos. Y también a los políticos a hacer presión, darle relevancia a esto y entender que es un escándalo. Fue el senador Navarro a ver a Jorge, fue este Nóbel Alternativo del 2002, Martín Almada. Y tenemos mucha inquietud de gente vinculada al mundo de las leyes porque parece un caso emblemático del manejo de la justicia.

Entiendo que el juez que redactó la sentencia se intentó comunicar contigo e incluso te habría enviado su currículum. ¿Es cierto?

En realidad yo no he tenido contacto con el juez, pero sí sé que, según me contaron, quería comunicarse conmigo y explicarme su punto de vista. Tampoco lo busqué y no me puse en contacto con él. Pero sí supe que él quería hablar, a través del amigo de un amigo o algo así. Pero básicamente el juez es una figura interesante. Es un juez que trabajó o estuvo en casos de Derechos Humanos. Mucha gente se sorprendió que haya hecho una condena no sólo tan equívoca, sino que incorrecta. Tiene toda una reputación académica y él está muy interesado en arreglar esa reputación. Ahora, no es el único juez que da esta condena, pero es el que redacta la sentencia. Y la sentencia está redactada, yo diría, con mucha crueldad. Hay un tono casi sarcástico. Ese es uno de los motivos por el cual a mi no me interesaría por ningún motivo hablar con él porque no es mi rol, no me interesa. Estamos haciendo una obra acerca de Jorge, no acerca del juez. Y si el juez se siente aludido, bueno, no es tema eso. Hay una forma en que redacta en la que ridiculiza las razones de Jorge, ridiculiza a la defensa. Yo no soy un gran lector de sentencias, a lo mejor es así. Pero por lo menos ésta es particularmente cruel y se burla de cosas totalmente insólitas. Como que finalmente se hace parte de esta confederación de personas que deciden no creer en las pruebas que muestran que Jorge es inocente. O sea, no sé si lo hacen conscientemente, pero él escribe el fallo y el fallo es francamente ridículo.

¿Sabes cómo está hoy Jorge? Han pasado casi cuatro años del asalto y desde que está privado de libertad.

Lo vi a mediados de abril. Él está motivado porque está recibiendo el interés, la visita y muchas señales de apoyo. O sea, cada persona que lo va a ver le cuenta de su caso en las redes sociales y eso a él lo motiva mucho. Jorge además está constantemente releyendo su caso y estudiando los antecedentes de todo lo que ha pasado, desde el punto de vista de las pruebas y legal. O sea, Jorge es el principal articulador de su historia, de su condena dentro de la cárcel. Está en la CAS, o sea tiene muchas restricciones. Como decimos en la obra, la cárcel es tortura. Él vive en un régimen de tortura, con todas las demás personas que sufren en la cárcel. Jorge es una persona que estuvo 12 años presos. Estuvo libre después ocho años, entonces es una persona muy especial. No es como tú y yo. Es como una persona que tiene otra mente, está hecho de otros huesos. Para que te hagas una idea: cuando él cayó preso, estuvo un año en régimen de confinamiento. Es decir, estaba metido en una cueva donde lo sacaban una hora al día. Un año, después de esta detención. Eso es de una crueldad y si eso no es tortura, no sé qué es. Es de las mayores crueldades que tú le puedes hacer a alguien. Y está hecho justamente para castigar y destruir. Eso lo sufrió por un año entero. Cualquier persona se hubiera desarmado y habría sido irrecuperable. Sin embargo, Jorge ha logrado reponerse y encontrar fuerza y dignidad para seguir. Eso para mi es muy conmovedor y es algo en lo que yo pienso permanentemente, para darme la claridad y la motivación para seguir apoyándolo a él, a su familia y amigos. Entonces, ¿cómo está Jorge? Está bajo tortura, pero está entero y está esperando para que hagamos lo posible para ayudarlo desde afuera.

En la obra el elenco lee una carta que Jorge escribe sobre los cambios que ha observado en la cárcel. Habla sobre la música que se escucha ahora en prisión. ¿Cuál es la idea de destacar eso?

Para nosotros es interesante, porque Jorge cuando estuvo preso antes, en la primera condena, él estaba con presos políticos y ellos construían una cultura para sostenerse mututamente. Esa cultura no tenía que versolo con apoyarse y conversar, sino que también con construir un mundo de libros, poesía, estudios y música. Escuchaban todo el día la música que los identificaba, que construía comunidad con ellos. Sol y lluvia, Illapu, qué se yo… Inti Illimani, Quilapayún, cosas así. Sin embargo, cuando él está en su segunda condena, ya no están esos presos, excepto un par de presos con historia política, sino que la mayoría vienen de otro mundo y que les gusta el reggaetón. El reggaetón, como tú sabes, se toca fuerte. Es como una especie de droga que anula todo pensamiento, que está todo el día en la cárcel. Nosotros hemos ido a ver a Jorge en día de visita y no podis hablar con él. Es como hablar con otra persona en un concierto de rock o en un bar con la música fuerte. Entonces el reggaetón ya no es sólo como una música de fondo, sino algo que se te mete dentro de la cabeza y se transforma en una especie de paisaje mental del cual no se puede escapar.

¿Como otra forma de cárcel?

Claro. Es una forma de cárcel perniciosa que se mete al cerebro y te borra los pensamientos. Entonces, para nosotros era muy importante cómo Jorge lo expresaba porque él adentro de la cárcel resiste. Su resistencia pasa por tener esperanza, dignidad, mantenerse atento y permanentemente protegiendo su dignidad como ser humano y parte de eso es cuidar su mente, su cultura, su vida. Para eso él construye otro mundo, que es el mundo de las cartas, el mundo de lo que él lee y no lo hace sólo dentro del régimen de represión sino que también de la cultura de la violencia y el consumismo y el horror muchas veces que se vive en la cárcel a partir. Te digo la palabra consumismo porque a veces él decía que se hablan cosas como los autos que están de moda, la ropa. Él no participa de eso. Es otra cultura a la que él entra y el trabajo de resistencia se transforma en algo mucho más difícil. Nuestra obra adopta eso y justamente quiere ser una especie de resistencia cultural sobre el escenario, algo que se transforma en paralelo a la lucha que está dando Jorge en la cárcel. Nosotros, nuestra obra existe en un mundo donde el consumismo y la cultura del reaggetón lo permea todo. Es lo que significa globalmente. Entonces nosotros construimos una obra que no solo pide libertad por un preso que estuvo condenado y que fue del Frente, sino que además lo hace utilizando el lenguaje. Entre otras cosas el teatro no universitario no intelectual, sino que el teatro popular, de la emoción, de la organización.

Jorge Mateluna, exfrentista condenado por el asalto a un banco: “Cada minuto, cada segundo de esta prisión es injusto” – The Clinic Online

El próximo 17 de junio, el exmiembro del FPMR Jorge Mauricio Mateluna Rojas cumplirá cuatro años de los 16 que le dieron por participar en el asalto a un banco Santander en Pudahuel. Antes estuvo 12 años preso por infringir la Ley Antiterrorista y fue indultado en 2004.

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