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Opinión

6 de Julio de 2017

Declaración de la Coordinadora Ni Una Menos: Vivas Nos Queremos

Las mujeres y feministas nos hemos convocado una vez más a lo largo de Chile por la denuncia pública realizada por Valentina Henríquez, debido a las golpizas que sufrió por parte de su ex pareja, el músico Tea Time, del grupo Los Tetas, así como el intento de anulación de la sentencia del condenado por […]

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Las mujeres y feministas nos hemos convocado una vez más a lo largo de Chile por la denuncia pública realizada por Valentina Henríquez, debido a las golpizas que sufrió por parte de su ex pareja, el músico Tea Time, del grupo Los Tetas, así como el intento de anulación de la sentencia del condenado por femicidio frustrado contra Nabila Riffo,y el desgarrador relato de una joven que fue drogada y violada por “amigos” en una fiesta. Estos casos son solo la punta visible de un iceberg que esconde bajo la superficie una estructura de discriminación y violencia hacia las mujeres, sostenida en un sistema heteropatriarcal y neoliberal que se reproduce en el Estado y sus políticas públicas -que además carecen de suficiente presupuesto para garantizar la vida y la integridad de las mujeres-, en la mercantilización de nuestra vida, en los poderes fácticos como las Iglesias, en la cultura, en la economía, en la misma sociedad. Esa estructura reduce la violencia hacia las mujeres a un problema de guetos sociales y con ello, la invisibiliza en el discurso político dominante que nos trata de “minorías” como a todes quienes se colocan en la posición femenina, disidente y diversa del heteropatriarcado.

La misoginia en Chile, como en América Latina ha aumentado, paradójicamente, al aumento también de leyes penales con “perspectiva de género” que no han podido disminuir los feminicidios ni las múltiples expresiones de violencia que reciben nuestros cuerpos cotidianamente. El Derecho Penal es insuficiente, llega cuando ya estamos muertas, cuando ya hemos sido violadas y golpeadas. En la base de la estructura de violencia sigue yaciendo un cuerpo de mujer. Los pilares de este sistema patriarcal siguen siendo la subordinación y la posición que ocupamos las mujeres en las estructuras sociales, el cuestionamiento y el encubrimiento radicados en la sospecha y la negación permanente a nuestra palabra, el castigo a quienes desafiamos los estereotipos que se nos han asignado y la impunidad social a quienes agreden. Lo que necesitamos no es más castigo sino modificar los patrones culturales y materiales que promueven la castración de la empatía humana para que toleremos y convivamos con actos de crueldad cotidianos. Esos patrones producen y reproducen la violencia machista, su banalización y naturalización, como expresión de las formas que toma la explotación del trabajo y la vida de las mujeres.

Nuestras enormes movilizaciones en Chile y América Latina, cuando salimos a las calles alzando NiUnaMenos por un vida libre de violencia no piden más castigo y más cárceles. Exigimos derecho a la salud, sexuales y reproductivos, pensiones dignas y educación no sexistas. No más precarización laboral y feminización de la pobreza. Exigimos prevención y autonomía. Exigimos igualdad y justicia.Exigimos derecho a decidir sobre nuestras vidas y cuerpos. La demagogia punitiva que siempre ha criminalizado a la pobreza, a las mujeres, y quienes desacatan al país de los que se saben dueños de nuestras vidas y muertes, nunca ha sido nuestra lucha y nunca será bandera feminista. La pedagogía de la crueldad es la escuela de la misoginia. Y nuestra lucha, en cambio, es por la libertad.

*Por Coordinadora Ni Una Menos Chile

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