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Opinión

1 de Agosto de 2017

El cuentacuentos de Colo Colo

La tarde del 23 de junio pasado, Cristian Francke estaba nervioso. Tras el acuerdo firmado entre el Club Social y Deportivo y Aníbal Mosa, presidente de la institución, era el encargado de hacer cumplir uno de los puntos: relatar la historia del club a los nuevos fichajes justo cuando Jorge Valdivia retornaba al equipo tras más de diez años jugando en el extranjero. Pero no era el único jugador que le interesaba: junto a Valdivia estaba Nicolás Maturana, delantero que en su adolescencia pasó por varios centros de Sename, al igual que los menores con los que Francke trabaja diariamente en un programa de reinserción escolar en Cerro Navia. “Que Maturana haya salido de ese ambiente fue suerte”, asegura. Aquí, critica a las sociedades anónimas, señala a Piñera como responsable de la quiebra del club y defiende la identidad rebelde colocolina basada, según él, en los valores de David Arellano.

Jonathan Mardones
Jonathan Mardones
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-¿Para qué voy a ir? ¿Para que me muestren el estadio?- comentó Jorge Valdivia, 33 años, cuando le avisaron que ya era hora de asistir a la charla. Había terminado recién de almorzar en el casino del estadio Monumental junto al resto de los jugadores de Colo Colo, ese 23 de junio. Era el primer almuerzo que compartía con ellos, tras haber sido presentado el día anterior como el refuerzo estrella del club, y lo que menos quería era recorrer el recinto que conocía desde adolescente.

Pero había un compromiso de por medio. Aníbal Mosa, presidente de Colo Colo, había firmado un acuerdo con el Club Social y Deportivo, organización que agrupa a los socios, comprometiéndose, entre otras cosas, a dejarlos contar la historia del club a los jugadores recién llegados, desde su propia mirada. El acuerdo se dio en medio de una de las elecciones presidenciales más reñidas de los últimos años, realizadas en abril pasado, entre la facción liderada por Mosa y la de Leonidas Vial, accionistas mayoritarios de la sociedad anónima que administra la institución. El Club Social y Deportivo comprometió sus votos con Mosa, quien terminó triunfando.

Vestido con el buzo del equipo y un gorro negro en su cabeza, Valdivia caminó por las galerías del Monumental hasta el sector Cordillera, al este del estadio. Ahí lo esperaba Cristian Francke, 36 años, psicoeducador de profesión, hincha acérrimo de Colo Colo, de oficio cuentacuentos. Se saludaron con cordialidad. Era un día histórico: nunca el club había vivido algo así.

Ese día, Francke pidió permiso en su trabajo para faltar. Lleva meses trabajando en la Municipalidad de Cerro Navia como tutor de adolescentes desertores del sistema escolar en la comuna. Antes había trabajado con menores del Sename y adolescentes drogadictos.

Junto a Valdivia llegaron los otros tres refuerzos del club: Agustín Orion, arquero, multicampeón en Argentina con Boca Juniors; Óscar Opazo, lateral derecho, exjugador de Wanderers; y Nicolás Maturana, delantero proveniente del Necaxa mexicano, pero identificado principalmente por su pasado en Universidad de Chile, archirrival de Colo Colo.

Eso al cuentacuentos no le importaba. En el club que Francke cree, Maturana merece una bienvenida total. “Alguien con su historia, habiendo pasado por el Sename, tiene las puertas abiertas de par en par”, pensó al verlo, mientras recordaba una canción que la hinchada le dedica a Colo Colo en los partidos: “Porque naciste de gente humilde con alma de pueblo”.

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“Tras viajar por Argentina y Uruguay estudiando por qué esas selecciones nos ganaban fácilmente, Arellano llega a Chile e intenta implementar en su club, Magallanes, las ideas que vio, pero no le hacen caso. Los directivos le dicen que para realizar cambios debe ser capitán del equipo. En aquellos años, los que lideraban el equipo no eran los más jóvenes, como Arellano. La elección del capitán sería el 4 de abril de 1925. Cuando llega el día, cambiaron las reglas, porque hasta esa elección sólo votaban los jugadores, pero ahora votarían también los dirigentes. Era un claro manejo para que el capitán se mantuviera.

Se genera una discusión muy fuerte. Santiago Nieto, quien dirigía la asamblea, dice: “ancha es la puerta, el que no esté conforme se puede ir”. Ahí se produce un momento fundacional para nosotros, con una frase insigne: Juan Quiñones, uno de los jugadores, se queda discutiendo, mientras Arellano ya se había parado para irse. Desde la puerta le grita: “¡vámonos Quiñones, que jueguen los viejos!”. En esa frase está compuesta toda la rebeldía que nosotros identificamos en la formación de Colo Colo. No estamos conformes con lo que aquí se hace, piensan, vámonos para crear algo nuevo. Ese es uno de los valores fundamentales que entregamos: ante la injusticia el colocolino debe ser rebelde”.

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Cristian Francke nació en Puerto Montt el 30 de septiembre de 1980. El día de su cumpleaños número nueve celebró dos cosas: su nacimiento y la inauguración del estadio de Colo Colo, realizada ese mismo día.

Desde niño, le gustaba captar la atención de sus compañeros en el colegio: “muchas veces me vi al medio de un grupo que escuchaba mis historias”, asegura. Cuando salió de la enseñanza media viajó a Temuco para estudiar periodismo en la Universidad de la Frontera. Sin embargo, su pareja de ese entonces quedó embarazada y congeló para trabajar. Dejaría definitivamente la carrera en tercer año.

Entró a estudiar psicoeducación en la misma ciudad. En 2012 llegó a Santiago para comenzar una nueva vida junto a su hija. “En ese tiempo mis amigos me recomendaron ser cuentacuentos. Ni sabía que eso existía”, confiesa.

Ingresó a una fundación y estudió un año para ser cuentacuentos. Al egresar, se presentaba en bares o eventos. Paralelamente trabajaba con la filial Maipú del Club Social y Deportivo Colo Colo, organizando escuelas de fútbol gratuitas, bibliotecas, preuniversitarios.

“Contar cuentos es hacer que se mantengan vivas las tradiciones a la cual tú perteneces. Muchos pueblos transmitían la cultura a través de la oralidad. Con personas de la filial concordábamos que faltaba transmitir los valores de Colo Colo a los hinchas. Y qué mejor que hacerlo a través de su historia”, recuerda. En 2015, frente a cinco niños de una escuela de fútbol fue la primera vez que lo hizo.

Después se presentó frente a niños y sus padres. Luego, con las inferiores de Colo Colo. “Hay que sacar esta idea capitalista del acaparar. Lo que sé, debo traspasarlo a otros. Si sé lo que significa Colo Colo no me puedo quedar callado”, sentencia.

Cree que como sociedad estamos pasando por una seria crisis de identidad que también afecta a los hinchas de los clubes. Asegura que Colo Colo es la institución civil más grande del país y que eso algo tiene que significar. “Esa identidad debe tener un discurso y ahí estamos trabajando nosotros. A mí me toca relatar, pero hay mucha gente trabajando en esto en silencio, creyendo que Colo Colo es una comunidad con valores”.

Pero, según Francke, hoy existe un gran enemigo que frena el avance de su trabajo: las sociedades anónimas. “Colo Colo no es compatible con los empresarios, porque David Arellano no creó una empresa, fundó un club social. A Mosa y Vial les interesa estar aquí por poder. ¿Quién era Mosa antes de llegar a Colo Colo? Ellos dicen que esto no es un negocio y yo les puedo creer, porque si invierten en otros lados van a ganar más plata, pero nunca el estatus que logran estando acá. No les importa la gente, sólo sus intereses. No les importa nuestra cultura”, afirma.

El fenómeno de las sociedades anónimas lo vincula a un proceso nacional, propio de la década de los 90. Afirma que la quiebra de los clubes de fútbol fue orquestada por los grupos económicos que no sólo tenían intereses en el fútbol. “Así como nos robaron las carreteras, la salud, las sanitarias, la educación, así también nos quitaron el fútbol. A Sebastián Piñera, por ejemplo, le convenía hacer quebrar a Colo Colo para instalarse. Fue inteligente de su parte, porque llega a un voto popular que lo ve como menos malo por ser de Colo Colo. Esta no es casa para tipos como él”.

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“En 1927 surge la idea de ir a jugar a Europa. Es el cuarto equipo sudamericano en hacer un viaje similar. Van en barco, en una travesía que dura casi dos meses. Llegamos a España. El 1 de mayo jugamos contra el Real Valladolid, y ganamos 6 a 2. Ellos, picados, exigen la revancha para el día siguiente. Colo Colo no debía jugar ese partido, pero aceptan. Arellano no tenía que jugar, pero lo hace por lealtad con sus compañeros. Ese día Arellano no entra con su indumentaria completa. Tenía un problema médico que lo obligaba a jugar fajado, pero esa vez hizo caso omiso. Arellano, en una jugada, recibe un golpe mortal: tras saltar en una pelota dividida, un jugador español le pega un rodillazo en la boca del estómago, lo que le genera una peritonitis por contusión. Lo llevan de inmediato al hotel. Doctores lo visitan y le dicen que solo debe reposar. Tras 24 horas de agonía, David muere en los brazos de sus hermanos.

A pesar de la muerte del fundador, el líder, el que los empujó hacia todo lo que estaban viviendo, el resto del equipo sigue con Colo Colo. Ahí vemos el otro valor importante del club: nunca darnos por vencidos. Diez años después, el club obtendría su primer título como campeón invicto”.

***

-Jorge, ¿a qué vienes? ¿Quieres jugar realmente?-, le pregunta Cristian Francke a Valdivia, a solas, mientras caminan por el Monumental rumbo al final de la charla. El mediocampista había cambiado su actitud inicial y se mostraba dispuesto a participar. Serio, Valdivia responde que viene a pelear campeonatos, a jugar la Libertadores y ser convocado para el Mundial de Rusia. Más atrás, Maturana camina en silencio.

En la sala de reuniones del Club Social y Deportivo, ubicada en el mismo estadio, los cuatro refuerzos están sentados, atentos. Hay diez maniquíes vestidos con diez camisetas diferentes.

“Orión, bienvenido al club. Defenderás el arco más importante de Chile, tal como lo hizo Morón para la Libertadores del 91”, le dice Francke al arquero, apuntando la camiseta amarilla del exportero de Colo Colo. A Opazo le muestran una de Moisés Villarroel, exjugador de Wanderers que jugó en el club. A Valdivia, la 10 de Chamaco Valdés, máximo ídolo de la institución tras David Arellano. “Valdés triunfó en Colo Colo la segunda vez que volvió al club, antes no. Esperamos que tú marques la historia en tu retorno”, le lanza el cuentacuentos.

“Maturana, bienvenido. En nuestros recuerdos también hay otros jugadores de la U que han jugado acá, como Patricio Yañez. Las puertas del club están abiertas para que escribas tu propia historia”, dice Francke.

Sabe que las amenazas que recibió hace algunos días, no se comparan con lo vivido en su adolescencia, tras pasar por varios centros de Sename. Lleva años sumergido en la misma realidad que algún día vivió el hoy jugador de Colo Colo. Por eso, está convencido que la institución debe ser más que simplemente fútbol. “Desde esta trinchera puedo unir el amor por el trabajo social, lo político, con la pasión que para mí es Colo Colo. Esta es la trinchera que yo elijo para cambiar el mundo. Queremos crear un nuevo club”.

¿Por qué Maturana, que pasó por el Sename, está ahora escuchandos tus charlas como una estrella del fútbol a diferencia de cientos de jóvenes como él?
Suerte. Hay un discurso instalado del que se esfuerza siempre lo logra, y yo estoy convencido que no es así. Conozco muchos chicos que se esfuerzan y no logran salir de su entorno. Las mismas instituciones no los dejan. Tengo 20 casos de cabros que volvieron al colegio, se pusieron a pelear porque siempre han vivido con la violencia y al tiro los echan. No los ayudan. Queremos que Colo Colo sea la puerta de salida a la difícil vida que muchos jóvenes han llevado. Que no sea solo venir a alentar los 90 minutos. Queremos que el colocolino trabaje en comunidad, que se rebele cuando las cosas sean injustas, que se vayan de un lugar para crear algo mejor, como David Arellano. En una sociedad injusta solamente van saliendo los que tienen suerte, como Maturana.

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Es turno de que los jugadores hablen. Valdivia agradece. Maturana también. Orión dice que a pesar de jugar en los principales equipos de Argentina, nunca ha visto algo similar. Se despiden de Cristian Francke para volver a los entrenamientos.

Pero Agustín Orión se queda atrás. Al pasar por una oficina del Club Social y Deportivo, pregunta cuánto cuesta hacerse socio de Colo Colo. “Tomá, aquí hay 50 dólares. Te envío la foto de mi pasaporte después, pero inscribíme ahora”, dice.

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