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Opinión

9 de Agosto de 2017

Adriana Delpiano, ministra de Educación: “Hay más convicción ideológica afuera que adentro del gobierno”

No iba a esa oficina desde julio del año 2014, cuando el ministro de Educación era Nicolás Eyzaguirre, quien entonces acababa de plantear la metáfora de los patines. Esta vez nos sentamos en la mesa de reuniones – “a mí me gustan las mesas”, dijo la ministra-; con Eyzaguirre, en cambio, nos habíamos instalado en los sillones al lado de las ventanas, para fumar con menos culpa. “Esos eran tiempos de mucha excitación”, le dije yo. “¿Te refieres a los 100 primeros días?”, contestó ella. Tres años de gobierno pasaron desde entonces: estalló el caso CAVAL, se destaparon los vínculos irregulares entre dinero y política, la popularidad de la presidenta se desmoronó de manera abrupta y las reformas, con la educacional a la cabeza, cayeron en el descrédito.

Patricio Fernández
Patricio Fernández
Por

Adriana Delpiano (asistente social, 70 años), fue militante del MAPU, pasó el exilio en México, ha sido ministra de Bienes Nacionales, del SERNAM, subsecretaria de Desarrollo Regional, Intendenta de Santiago y hasta “Primera Dama” durante el primer gobierno de Bachelet. Aunque se reconoce “viuda de Lagos”, es de las que cree que ha llegado el tiempo de dar el paso a las nuevas generaciones. De hecho, ella misma pensaba que había terminado su carrera política cuando la llamaron para ocupar esta cartera. “Yo soy como esas viejas que levantan el bastón para que paren, porque no hay luces rojas, no hay nada: ¡hay que tirarse no más!”, asegura mientras describe el cruce de Teatinos con la Alameda.

Durante todo este tiempo la Reforma Educacional que llegó a conducir fue siempre criticada. Académicos, rectores, estudiantes, profesores, neoliberales y marxistas, revolucionarios, reaccionarios y reformistas, por anga o por manga, estuvieron todos en contra. La prensa se dio un festín burlándose de esta Reforma. Fue perdiendo popularidad. Se suponía que debía ser la más aplaudida, la reina de las transformaciones de este período, pero hasta hace algunas semanas, cuando según las encuestas comenzó a revertirse la tendencia, mantuvo un alto rechazo en la población. “Esto es lo más cansador que yo he hecho en mi vida”, dice mientras suspira. Su último gran reto es desmunicipalizar el sistema educacional público antes de partir a los cuarteles de invierno.

A grandes rasgos ¿en qué consiste la educación a que aspira para Chile esta reforma? Se lo pregunto porque al cabo de todo este tiempo algunos aún no lo entendemos bien.
-Creo que el esfuerzo de este período es de normalización del país. La gente piensa que esto es un gran cambio, que la retroexcavadora, y no, esto es normalizar un país muy raro en lo que se refiere a sus políticas educativas.

¿Qué es lo raro y qué es lo que le gustaría? ¿Cuál es la meta?
-No hay un final, porque cada etapa requiere adecuaciones distintas. Lo que se va a enseñar de aquí a 20 o 30 años no lo podemos imaginar hoy, porque todo va muy rápido. Pero se puede aspirar a que esto siga avanzando como sucede en otras partes del mundo, adecuándose y generando tareas que no somos capaces de prever hoy.

¿Y qué sería lo normal?
-Normal es que tengas una educación pública que sea una alternativa real por la cual puedan optar todas las familias. Que la familia elija, como antes, cuando el colegio y el liceo eran de calidades equivalentes. Yo me eduqué en un colegio particular pagado y era revisado y validado por el Liceo 7, que entonces marcaba un estándar que la educación pública hoy no está marcando.

Pero ese no fue el comienzo de esta reforma.
-Tú me estás preguntando qué es la normalización, y yo te diría que gran parte de las medidas han tendido a eso. Por ejemplo, la Ley de Inclusión, que hoy estamos viendo en una de sus etapas. Esta ley viene a reparar una situación que nadie de afuera de Chile se puede imaginar. Todos los países tienen una educación pública fuerte, y una pequeña educación particular pagada. Este sistema de que yo te doy 100 a ti y al otro, y éste además puede cobrar 50 para no juntarse con ese que no los puede pagar, es lo más raro que hay. No se trata de establecer una opción educativa distinta –las monjas, los masones, los ingleses, etc.-, porque esta particularidad va acompañada de una profunda segregación. Y eso es lo que no existe en otros países.

¿Pero el colegio particular subvencionado no está en la tradición de la educación chilena?
-No, nunca, jamás. Había un pequeño grupo de colegios de Iglesia, pero la subvención, como nosotros la conocemos -que implica el 56% de la matrícula-, el país no la conoció hasta finales de la dictadura; luego, en democracia, cuando se le agrega el copago, termina de consolidarse este sistema. Bélgica y Holanda tienen un sistema donde el administrador es privado, pero el dueño del colegio es el Estado, y quien paga las remuneraciones es el Estado. En esos países el porqué de la administración privada tiene una explicación religiosa y cultural, más que ser un tema de negocio de nadie. Pero un sistema particular subvencionado como el nuestro no existe en otros lugares.

¿Es decir, el primer objetivo de esta reforma fue terminar con ese copago?
-No, pero sí normalizar la educación del país con recursos de todos los chilenos, de modo que al menos cualquiera sea la propiedad, tenga un nivel equivalente.

¿Y por qué el Estado no invirtió antes que nada en sus colegios, por qué no se abocó a fortalecer la educación pública?
-Está bien, ahora estamos trabajando en eso. Lo que te quiero decir es que en el sistema educativo chileno, no bastaba con tener una mejor educación pública. No podías hacerlo sin antes regular una situación completamente distorsionada en la que a un alumno se le cobraran $50.000, $30.000, o lo que sea, para tener una educación equivalente.

¿Y le sorprendió que hubiera muchos, y no necesariamente ricos, defensores de pagar esa diferencia?
-Me habla de un país que ha vivido un cambio cultural brutal, donde yo pago no necesariamente por una mejor educación, sino por segregar a mi hijo de otros que creo pueden tener malas costumbres, o son más pobres, o por las razones que sea. No quiero juzgarlas. Cuando tú aíslas el factor socioeconómico, la educación particular subvencionada, en el grueso, no es mejor que la municipal. Simplemente es más segregada y, por ende, descrema. Antes iban a la misma escuela y al mismo liceo, dependiendo el barrio.

Volvamos al comienzo: ¿y qué sería una buena educación?
-Aquella que te provee de un sentido de pertenencia, nacional, que te permite desarrollar talentos y cualidades, por lo tanto no es sólo eso que mide el SIMCE. Nosotros tenemos en la LEGE (Ley de Educación General) una definición súper linda de “educación”. Es lo más lindo que tiene la LEGE. Ahí se habla de integralidad. De la posibilidad de desarrollar talentos diversos. Pero estábamos volcados a los currículum en torno a tres o cuatro materias que se miden. El SIMCE en vez de ser un test que evalúa si los niños aprenden o no, comenzó a medir algo así como el valor accionario del colegio. Tal colegio es de 320 puntos y tal otro de 285. Esto llegó a situaciones tan distorsionadas que dejaban niños fuera del examen para subir los promedios. Algo muy distinto a la preocupación por desarrollar talentos y procurar niños más felices. Muchos niños están sometidos a tal nivel de competitividad y estrés que han perdido gran cantidad de vínculos y virtudes.

¿Y usted cree de verdad que esta definición de educación que da la LEGE es compartida? Cuando se habla de educación abundan los buenos deseos, pero estos no siempre se condicen con las preocupaciones concretas y reales de la gente.
La mayoría, más que desear felicidad, aspira a una buena universidad, carreras más rentables, etc.
-Tocas un tema importante. No hay ninguna reforma sustentable en el tiempo que no sea sistémica. Un aspecto por sí solo no resuelve el tema. Y una de las valentías de la presidenta Bachelet es haberse atrevido a hacer una reforma sistémica. Cuando se dice, por ejemplo, que lo más importante es la educación parvularia, quienes lo dicen olvidan que quien levantó ese tema con fuerza fue ella en su gobierno anterior. Durante la administración del presidente Piñera se abrieron 24.000 nuevos cupos para niños en educación parvularia (de 0 a 4 años); en este período vamos a llegar a 70.000 niños que se incorporan, y se habrán construido 800 jardines infantiles y salas cunas, cuando el país tiene 4.000. O sea, el 20% más. Aunque hubiéramos tenido más plata no sé si era posible hacer más, porque esto requiere educadoras, equipamientos, etc. No basta con la plata; también se necesitan capacidades. Hicimos entrar a las educadoras de párvulos en la carrera docente. Ganaban $400.000 y hoy, fruto de la Reforma, pueden estar ganando entre $600.000 y $900.000. Es un salto enorme. Y los profesores…

Que tampoco están contentos.
-Espérate, separemos a los profesores del Colegio de Profesores. Eso es importante. Yo te puedo mostrar los Whatsapp que me llegaron ayer: “¡Era verdad!”, “¡Qué felicidad!”, “Ayer me subieron $300.000”, “Quedé calificada aquí”, “Gracias”. Lo cierto es que se trata de un momento de jolgorio.

¿Y qué le pasó entonces al Colegio de Profesores?
-Ellos hicieron una apuesta política. Los sueldos de los profesores subieron un 30% en promedio, que se juega mucho en los profesionales jóvenes, que ahora tienen además un año de tutoría acompañados por alguien de más experiencia. Ese profesor entraba ganando más o menos $560.000. Hoy lo hace ganando $820.000.

Entonces…
-El Colegio de Profesores apostó a que la carrera docente no le iba a tocar a muchos profesores, y dieron una pelea contra la directiva anterior, la de Gajardo, con quien se aprobó este proyecto. Responde más a una disputa interna, y ahora en período eleccionario… El actual presidente del Colegio de Profesores tiene una opción política distinta –más Frente Amplio- y quiere hacer su punto. Ellos aprendieron que si no hacen ruido en la calle y no escandalizan al mundo, no existen. Te juro que en este caso, ese es el tema. Y lo mismo con la CONFECH. Si yo fuera dirigente estudiantil o de los profesores me vestiría con esto. Diría que sucedió gracias a mí. Ahora que están viendo los beneficios, yo creo que están desesperados.

Cuando se plantea una reforma sistémica, hay harto que pensar. ¿Faltó reflexión antes de echarla a andar? ¿Antes de saber bien a dónde se quería ir?
-Nosotros tenemos casi un tope de alumnos en educación superior: 1.200.000. De las instituciones que los reciben, hay 70 que no se han evaluado nunca. Y aquí la oferta tiene que ser diversa, pero de calidad.
¿Tiene que apuntar el sistema chileno en la dirección del argentino, como dijo la presidenta Bachelet? Muchos reclamaron, porque aquí son 15 las universidades en la lista de las mejores latinoamericanas y allá apenas una.
-Yo creo que ella se refirió a que en Argentina la educación es un derecho y acá no. No que ésa sea la mejor calidad a la que puedas aspirar, porque hay muchas universidades en el mundo que son mejores. Nosotros tenemos buenas universidades.

¿Y no será la forma de enfocar la educación en Argentina y la que se ha aplicado en Chile la que ha llevado a cada país a tener las universidades que tiene?
-Nosotros junto con tener a la Universidad de Chile tenemos unos institutos rascas. Estamos por apoyar a la U de Chile y a todas las buenas universidades para que se desarrollen y entren en los beneficios estudiantiles con el fin de que los buenos alumnos de todas partes puedan entrar ahí. Eso no está en cuestión. Lo que pasa es que este sistema tan heterogéneo y desregulado se convirtió en un negocio. Aparecieron inversionistas que ponen las lucas, otros que crean la universidad y ahí vamos viendo cómo se arregla el tema. Muchas se armaron así. Desreguladas y de mala calidad. Por eso el Proyecto de Educación Superior, que es lo que está al final del sistema, apunta a dotar al país de una institucionalidad que no tiene. La actual no da abasto para las nuevas circunstancias y complejidades. Antes había 200.000 alumnos y hoy tenemos 1.200.000. En este ámbito, los cambios que estamos llevando a cabo son de sentido común.

¿Por qué no ha participado la cultura en esta conversación? De pronto da la impresión de que el tema de la educación se lo hubieran apropiado los burócratas y los economistas. Nunca llegamos al aula.
-Esto ha tenido el aporte y el debate con los especialistas académicos del tema.

Esos la han combatido duro y parejo.
-Algunos. Brunner y otros. Pero tenemos a Alejandra Mizala, todo el CIAE trabajando muy junto con nosotros. Hemos recibido apoyos del BID, del PNUD, acaba de venir la dirigente mundial de la UNESCO a darle su apoyo a los cambios que estábamos haciendo en esta materia. La OCDE para qué decir. La hemos tenido siempre encima. La cultura tiene su ministerio…

No la pensaba en su dimensión institucional cuando se la mencionaba.
-Sí, entiendo, los sabios de la tribu. Trabajamos con Cristián Bellei, con el ex ministro Sergio Bitar, con María José Lemaitre, Dante Contreras, en fin, los que saben de educación, analizando y apoyando, y reuniéndonos periódicamente para ver el mejor diseño de educación superior. En el trámite legal –algo muy importante para nosotros- se ha invitado a todos los rectores y gremios, pero también al mundo académico: los Brunner, Harald Beyer y todos los distintos actores con sus matices y diferencias.

Pero algunos de ellos tienen una percepción catastrófica. ¿Por qué?
-Son otras épocas, pero si pienso en la reforma educativa de Frei Montalva, que también fue muy sistémica y muy amplia, su propósito consistió en ampliar la cobertura. ¿Quién se iba oponer a algo tan deseable por todo el mundo? Pero cuando tienes un sistema instalado y hay gente que gana mucha plata con esto, las reformas incomodan. No siempre están bien hechas, pero tú puedes gritar y tocar el bombo por las calle para que hayan cambios, y otra cosa es cuando los cambios llegan y desajustan. Entonces tu zona de confort se acabó. Te plantean desafíos nuevos y no sabes lo que viene. Ha sido increíble para mí escuchar a los profesores por estos días. Algunos me han dicho: “yo no creía nada de esto”, “no lo creía posible”, y ahora están felices. Me ha hecho pensar que sucederá lo mismo con otros ámbitos de esta reforma. Acá se parte de la desconfianza: que nos están haciendo lesos, que esto es un fumadero de opio, una venta de humo, etc. Hoy le contaba a la presidenta que varios me decían “o sea, era verdad”. Cuando planteamos exigir un mínimo de 500 puntos para ingresar a pedagogía, no te imaginas lo que dijeron: “nos quedaremos sin profesores”, “será un desastre”. Y tuvimos un 28% más de postulaciones. Pedagogía pasó de estar entre las diez carreras peor evaluadas, a estar entre las diez mejor consideradas socialmente, y también en los ingresos.

¿Y por qué no ha conquistado el afecto de la gente, ni del movimiento estudiantil –para satisfacer al cual comenzó todo esto-, ni el de la derecha, para la que es un desastre?
-Porque el camino del medio no es fácil. Y eso es gobernar. Para unos es mucho y para otros muy poco. Nadie lo creía, pero se corrió la cerca con la gratuidad. Cuando ya tú ves que hay 270.000 jóvenes estudiando gratis, que no son sólo un número, sino situaciones muy conmovedoras de tipos que no hubieran podido estudiar o habrían ido a un CFT teniendo talentos y capacidades para otra cosa. La candidatura de Piñera ya dice, “yo hasta el quinto decil me lo banco”. Vamos a ver qué pasa con el sexto (Renovación Nacional ya se subió a este carro), que va en la ley permanente y esperamos que se apruebe en el Senado y en la Cámara de Diputados. De lo contrario, tendremos que ponerlo en la glosa. Tú podrás discutir si es mucho o poco, pero es un camino.

Y la situación de la que arrancó la reforma, ¿era tan desastrosa?
-Yo creo que no es más mala, por el contrario, que otras de América Latina, pero es la segunda más segregada del mundo. Creo que la peor es Perú. La Línea 1 del Metro va pasando por distintas estaciones y comunas, y los resultados de quienes viven en Pajaritos respecto de quienes lo hacen en Escuela Militar son uno a uno. Dime en qué estación vives y te diré qué educación vas a tener. Es brutal. El resto son excepciones. Y si tú piensas que el talento se reparte muy igualitariamente entre las personas, el país está perdiéndose muchos de ellos simplemente por su origen social.

¿Y esta reforma cambia esta situación?
-Sí. Por varias razones: obliga a que todas las instituciones que van a recibir a los chiquillos estén acreditadas. Es un compromiso de fe pública, que ese lugar donde usted va a estudiar está certificado de manera transparente por el Estado. Hoy no se sabe nada.

¿Estuvo bien hecho el diagnóstico de la Nueva Mayoría cuando llegó al gobierno?
-Que el 30% más rico se lleva más que el 70% restante es un dato que duele.

¿Más que el bajo crecimiento económico?
-El bajo crecimiento te duele si te bajan el sueldo o pierdes tu empleo. Y esto no ha sucedido. La mayoría de la gente gana poca plata, menos de $500.000 y por eso la gratuidad les es tan importante. Para el estudiante lo más significativo es la matrícula, porque invertían en ella el trabajo del verano o los padres les encargaban conseguírsela, pero la gratuidad tiene un impacto muy grande en la familia. Y la frase de “financiar a los más ricos” no corresponde, porque en una familia del décimo decil, donde viven cinco y hay ingreso de $3.000.000, pagar la universidad no es fácil. Nadie reclama que el Estado, año a año, otorgue becas carísimas a estudiantes cuyos padres pueden ser muy ricos. Además, muchos de ellos parte al extranjero con hijos y familia y nadie se queja. Pero resulta que te estás entendiendo con adultos y no los puedes evaluar por sus padres. No es masivo como la universidad, pero es un tema de capacidad y oportunidad, no un tema de principio.

¿Qué opina de la generación de jóvenes del movimiento estudiantil?
-Muchos de ellos ya están más grandes y trabajan hoy en las universidades, en el Estado, tienen sus propios negocios, etc. Son muy diversos. Los más jóvenes todavía están con una cosa muy maximalista. Todo o nada.

¿Y usted suscribe el todo, aunque no sea ahora ya? ¿Quieren lo mismo?
-Esto tiene matices. No es que nos estamos demorando más en llegar a lo que tú gritaste, y perdónanos por la tardanza. No. Hay cosas que tú dijiste y tenías razón y las estamos trabajando. Y otras que no nomás.

¿Las becas, por ejemplo, son algo nefasto?
-No, pero las becas tienen un alto criterio de exigencia al alumno, pero uno muy bajo a la institución para la que se la estás dando. Puede ser una buena solución para un sector, pero no es la gratuidad. Le estamos dando becas a estudiantes que están en instituciones muy malas o muy deficitarias. Es decir, el dinero invertido en becas está peor invertido que si se destina a gratuidad.

¿Cómo ve a la centro izquierda chilena? Este gobierno se supone que es el más transformador desde la vuelta a la democracia, pero no parece heredar ansias transformadoras.
-Uno pensaba que el desarrollo de las ideas iba siempre en ascenso, pero muchas veces esto se explica mejor con la teoría del péndulo. Estoy segura de que las mejoras del gobierno de Michelle Bachelet van a ser valoradas profundamente. Hay cosas que solo en un gobierno con esta sensibilidad podían hacerse. Apurarle la visa a los niños migrantes para que tengan los mismos derechos que todos, a mí me parece muy importante. Habla de una cierta humanización de lo que significa gobernar. Si tú me preguntas cómo me voy a ir de este gobierno, te respondería que cansada, pero orgullosa, y me sentiría muy feliz si conseguimos desmunicipalizar. Las municipalidades no pueden con la educación. De eso estoy 100% convencida, y sólo por razones empíricas, no ideológicas. Los alcaldes vienen todo el tiempo a pedir ayuda. Y creo que terminaremos consiguiendo que de aquí a ocho años acabemos de pasar a un sistema distinto, con servicios locales de administración para colegios públicos. Si yo hubiera debido elegir una sola reforma, habría escogido ésta.

¿Fue una buena idea hacer tantos cambios juntos?
-Habría sido más fácil la vida con menos cambios. Pero no sé si es factible hacer una reforma educativa de otro modo, donde una cosa está enlazada con la otra. Esta reforma se da en un tiempo en que los partidos han perdido poder, no hay trabajo colectivo entre parlamentarios y partidos, es más difícil legislar.

Escucho a alguien muy satisfecha con su trabajo, pero el gobierno parece sumido en cierta orfandad. Muchos de esos con los que usted se formó políticamente -los Mapu- se ven muy lejos. Ellos no ven lo mismo que usted.
-Tengo la sensación de que parte de ese grupo etario se enamoraron de La Concertación y la Nueva Mayoría les vino a enredar la vida. Ese mismo grupo valoró siempre la participación del Partido Comunista en la UP, que fueron los más moderados y fieles entonces. Pero apenas entra el PC al gobierno lo empiezan a ver como algo extraño. Ya no es la Concertación ni el eje PS-DC el que manda, y apenas la presidenta pierde cierto apoyo popular, ellos se desentienden.

He escuchado que la educación chilena fue poco menos que destruida.
-¡¿Pero por qué?! ¡¿De dónde sacan eso?! Hay demasiado prejuicio y desconocimiento dando vueltas. Yo creo que hay más convicción ideológica afuera que adentro del gobierno. Todos miramos la realidad con algún filtro, pero creo que hay sectores demasiado interesados, algunos con razón, y otros que creen que sus intereses podrían ser tocados.

¿Qué intereses se han tocado?
-El tema de ponerle controles a las universidades privadas es tocar intereses. Y no sólo económicos. También en los colegios particulares subvencionados.

¿Había gente con grandes negocios ahí? ¿O son pequeños emprendimientos educacionales…?
-¡Por favor! ¡Cadenas de colegios! ¡Qué ganan mucha plata! ¡Mucha plata en serio! Hay los que son colegios chiquititos donde los profesores y sus dueños sacan su sueldo, pero hay redes de colegios. Está el temor de la propia Iglesia. Algunos pensaron que por volverse gratuitos pasarían a ser del Estado, y no es así: los subvencionados siguen siendo el sesenta y tanto por ciento de la matrícula. Todo el copago bajo –de $20.000 o $30.000- fue totalmente asumido por el Estado. La familia se ahorra la plata y sigue con el niño en el mismo colegio, con los mismos profesores, los mismos alumnos y los mismos administrativos. Es difícil dar la información y aquí hay una guerra sucia, del terror.

Es decir, está satisfecha por lo conseguido.
-Creo estarle dejando al país una mejor educación. Sin lugar a dudas. Ha sido difícil, tenemos que terminarlo. Me hubiera gustado tener un gobierno de seis años. Pero estoy segura y convencida de que la tarea que nos encargaron en gran medida será entregada y terminada. Y la expresión que hoy escucho a los profesores de “ah, era verdad”, será repetida en otros muchos ámbitos.

¿Algún mea culpa? ¿Algo que debió hacerse de otro modo?
-Hubiera sido mucho mejor tener a los movimientos sociales más cerca de lo que los tuvimos. La lógica del debate legislativo te absorbe mucho. Y hubo una crítica que se instaló muy temprano en algunos de mis amigos, algunos próximos a nuestros temas, y a los que yo les he preguntado “¿Qué es lo que tú denuestas?” Y yo no soy lo bastante estúpida para no entender lo que te responden, pero no te podría repetir qué es lo que les ha molestado del tema. Algunos se pusieron viejos y conservadores, y quisieran seguir en primera fila. Ser consultados permanentemente. No les he escuchado propuestas alternativas a las que nosotros hemos hecho para tomarlas en cuenta.

¿Le gusta Alejandro Guillier como continuador de esta historia?
-Yo soy una viuda de Lagos, pero de los candidatos que tenemos el que tiene más posibilidades de continuar con las reformas sin lugar a dudas es Guillier.

¿La CONFECH y la bancada estudiantil terminarán dándose cuenta de que esto iba en la dirección de lo que desean?
-Ellos viven mucho en el blanco o negro. La actitud en el tema del CAE para mí fue muy sintomática. El gobierno dijo que lo eliminaría. El CAE no es una buena solución y es caro para el Estado, pero debes reemplazarlo por otro crédito. Lo que no nos parece es que los alumnos se queden sin un instrumento que ha sido fundamental. Pero hubo parlamentarios para los que se volvió una mala palabra y esperar que hubiera otro instrumento que cumpliera sus funciones de mejor manera, sacando a la banca, ya era una concesión. Y cuando gobiernas no puedes actuar así.

¿Algo más?
-Yo de lo que me alegro, es de que el tema de la reforma educacional salió de la primera página. Que los temas de educación estén en las páginas de educación es lo que corresponde. La gente quiere mejor educación, pero no valora esta reforma, porque aquí se fue generando la ficción comunicacional de que estaba todo mal hecho. Yo lo miro y digo “de verdad, esto no está mal hecho”. Hay cosas que se pudieron hacer mejor, pero esto no es una locura, no es algo impracticable. No es arrasar contra la gente ni contra los particulares subvencionados ni contra las universidades privadas. Aquí no hay ninguna retroexcavadora. Yo no puedo poner mis manos al fuego porque la educación va a ser mejor, pero sin duda será más justa.

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