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Mundo

14 de Agosto de 2017

La violencia contra los adultos mayores, un mal invisible

No solo hablamos de violencia física y psicológica, nosotros en el maltrato incorporamos la negligencia, que es un concepto fundamental", señala la investigadora en Ciencias Médicas del Instituto Nacional de Geriatría, Liliana Giraldo.

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El aislamiento y la vulneración de la tercera edad en México es poco visible, pero no por ello menor: hay escasas instituciones que atienden la problemática y esta se alimenta de la desinformación y unos lazos familiares a menudo complicados.

La investigadora en Ciencias Médicas del Instituto Nacional de Geriatría, Liliana Giraldo, cuenta a Efe que el maltrato al adulto mayor es una violencia metamórfica y se debe documentar en cinco niveles: físico, psicológico, financiero, negligencia y abuso sexual.

“No solo hablamos de violencia física y psicológica, nosotros en el maltrato incorporamos la negligencia, que es un concepto fundamental”, señala.

La negligencia es una violencia pasiva que se escenifica cuando el mayor necesita cuidado y los que le rodean practican la omisión o, en su lugar, brindan atención de manera inadecuada.

Pese a ser una forma de agresión inconsciente, “se está atentando contra la salud y la vida del adulto mayor”, explica.

En la cotidianeidad del adulto mayor existe una corrosión por parte de la sociedad: hablarle mal, excluirlo de la conversación, humillarle.

“Vivimos en una sociedad capitalista en la que se premia y se valora más lo nuevo sobre lo viejo. Se valora lo productivo”, asevera Giraldo.

El maltrato por parte de sus hijos o familiares comienza una vez el adulto mayor requiere que le ayuden económicamente.

Los lazos familiares son una soga que aprieta de tal manera que incluso puede llegar a asfixiar: El 90% de las personas que se atiende en la fiscalía capitalina son víctimas de sus propios hijos.

La fiscal de Procesos en Juzgados Familiares, Claudia Violeta Azar, cuenta a Efe algunas operaciones de rescate a mayores en condiciones extremas.

Gracias al sistema de denuncia anónima, la fiscalía localizó a un anciano postrado en un colchón tendido en el suelo, con su cuerpo macilento respirando frágilmente.

Sobre su tez cadavérica se posaban cucarachas, atraídas por los excrementos a su alrededor, única opción que tenía la víctima para hacer sus necesidades.

“Lo encontramos hecho un esqueleto”, describe Azar, que responsabilizó a su hija de la condición en que estaba el anciano.

Cuando la vieron aparecer, portaba un trozo de queso de puerco y repetía: “Yo ya le di de comer”. La joven presentaba una deficiencia mental grave que le impedía distinguir la crueldad de sus propios actos.

Además, “el hecho de desconocer la ley no te exime de su cumplimiento”, aclara la fiscal al mencionar uno de muchos casos.

El Código Civil recoge datos desconocidos para la mayoría de la población, entre los que destaca el derecho de reciprocidad.

“El que recibió alimento tiene la obligación de dárselos al que se lo dio”, explica Azar, apelando al amor como necesidad antropológica aplicada a la ley.

El incumplimiento de la obligación alimentaria es considerado un delito penal, y se ha llegado a castigar en algunas ocasiones con prisión preventiva.

Es algo excepcional, lamenta Azar, pues los adultos mayores, ante la violencia, practican el mutismo selectivo, contribuyendo a la invisibilidad del conflicto.

Algo lógico, argumenta, pues existe una línea de sensibilidad, de sentimiento maternofilial. “¿Cómo voy a meter a los hijos a la cárcel?”, se preguntan los padres.

Actualmente, en México solo existen tres agencias que se dedican a la protección del adulto mayor, dos de ellas en la capital y con un funcionamiento ejemplar. Desde sus respectivas aperturas en 2010 y 2015, han registrado 61.000 denuncias.

En el resto del país, el problema permanece todavía más invisible, con la esperanza de que las medidas que se toman en la capital tengan réplica en el resto de estados.

La fiscal destaca la necesidad de educar a los niños a naturalizar el trato a los mayores y a estos últimos a no posicionarse como víctimas. Por ahora, “la violencia forma parte de la cultura del mexicano”, lamenta.

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