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Mundo

18 de Octubre de 2017

El sabotaje, nueva hipótesis sobre el final de histórica expedición al Polo Sur

El sabotaje por parte de uno de los oficiales cobra fuerza entre las hipótesis sobre la muerte del capitán Robert Scott y otros cuatro tripulantes durante la primera expedición británica al Polo Sur, hace más de un siglo. El científico Chris Turney, profesor de la Universidad australiana de Nueva Gales del Sur (UNSW), señala a […]

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El sabotaje por parte de uno de los oficiales cobra fuerza entre las hipótesis sobre la muerte del capitán Robert Scott y otros cuatro tripulantes durante la primera expedición británica al Polo Sur, hace más de un siglo.

El científico Chris Turney, profesor de la Universidad australiana de Nueva Gales del Sur (UNSW), señala a Efe que las nuevas evidencias apuntan a que el segundo en el mando, el teniente Edward ‘Teddy’ Evans, fue responsable de estas muertes por “sabotaje deliberado”, aunque no descartó que se tratase de “ineptitud”.

“El giro clave de la historia es que el segundo en el mando parece que tomó provisiones extras que estaban destinadas a Scott y su equipo, que finalmente murieron de hambre” en el viaje de regreso de la Expedición Terra Nova, indicó el experto.

Hasta ahora los historiadores han atribuido el fallecimiento de Scott, superado por el noruego Roald Amundsen por cinco semanas en la carrera por llegar el primero al Polo Sur, a una combinación de pobre planificación y mala suerte.

Durante la expedición, y antes de llegar al objetivo, Scott ordenó a Evans y otras dos personas emprender el retorno como equipo de apoyo, mientras él y cuatro integrantes proseguían con el viaje.

Estos cinco viajaron por el lado oeste de la barrera de hielo de Ross, caracterizada por tener un peor clima que la ruta Este elegida por Amundsen y que entonces fue golpeada por un frío extremo y vientos inusuales que dañaron los trineos a motor y provocaron la muerte de varios animales.

El capitán y los cuatro acompañantes llegaron a su destino el 17 de enero y vieron la bandera noruega y parte del campamento de Amundsen, quien alcanzó el punto el 14 de diciembre de 1911.

El primero en perecer en el regreso fue el suboficial Edgar Evans y después el capitán Laurence Oates, quien salió a la intemperie para morir congelado y dejar de ser un lastre para sus compañeros.

Scott, el doctor Edward Wilson y Henry “Birdie” Bowers continuaron el viaje pero -el 20 de marzo- quedaron atrapados en una tormenta que selló días más tarde sus muertes, entre otras causas por inanición.

Los cadáveres y algunas de sus pertenencias fueron recuperadas ocho meses después.

En 2011, casi un siglo después de la muerte del explorador, el profesor de la UNSW encontró en la Biblioteca británica siete folios que describen dos reuniones realizadas en abril de 1913 entre el por entonces presidente de la Sociedad Real Geográfica, Earl Curzon, y Kathleen Scott y Oriana Wilson, viudas del capitán y el doctor.

La viuda de Scott dijo entonces que el diario de su marido señala que el teniente Evans y dos de sus hombres “en su viaje de regreso habían tomado y consumido más de lo que les correspondía”.

Una acusación reafirmada por la viuda del doctor, quien de su puño y letra dio cuenta de una “inexplicable ausencia de combustible y alimento” en el viaje de regreso.

El análisis de los diarios sugieren que los suministros desaparecieron de los depósitos y las sospechas recaen sobre Evans, quien -según la versión oficial- dejó el grupo el 4 de enero de 1912 a menos de 250 km del Polo Sur y días después enfermó de escorbuto.

No obstante, Turney pone en duda la integridad del segundo al mando por las contracciones del oficial respecto a dónde enfermó.

Evans primero dijo que sufrió el escorbuto, resultado de escasez de vitamina C, a unos 483 kilómetros de la base, aunque más tarde señaló que fue a unos 805 kilómetros de la misma.

Precisamente es en esta segunda distancia, ubicada en el extremo sur de la plataforma de hielo de Ross, donde se sospecha que desaparecieron las provisiones.

“Parece que (Evans) cambió la línea de tiempo respecto a cuándo contrajo escorbuto para justificar el hecho de haberse apropiado de los alimentos”, mantiene Turney.

Evans, quien posteriormente tuvo una exitosa carrera naval por la que recibió múltiples condecoraciones y hasta se le concedió el título de barón, regresó en 1913 para intentar rescatar a los posibles supervivientes de la expedición.

“Espero que mi trabajo ayude a reivindicar a Scott y sus valientes hombres”, subrayó el profesor Turney, al asegurar que el capitán y expedicionario de la Marina Real Británica fue “un líder extraordinario”.

El experto también recordó que Apsley Cherry-Garrard, quien también participó parcialmente en la expedición y más tarde escribió un libro, “El peor viaje en el mundo”, sobre la odiseas, vivió atormentado el resto de su vida porque “sabía que algo malo pasó” durante el viaje “pero nunca lo pudo probar”.

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