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Opinión

25 de Octubre de 2017

Columna de Marcelo Mellado: Del analismo político y deportivo

"La vieja pregunta literaria de Vargas Llosa aplicada a nuestro entorno político de “cuándo se jodió Chile”, está más que respondida. Chile se jodió cuando perdió la clasificación al mundial de Rusia. Y que este maldito escritor liberal pauteó la política chilena al menos mediáticamente, apoyando el aborto e instalando el tópico de la derecha cavernaria. La cultura es la mirada que la lleva, insiste".

Marcelo Mellado
Marcelo Mellado
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EL PAUTEO
Estoy chocho porque me llamó mi contador, hacía rato que no entrábamos en contacto directo, hace un par de semanas nos habíamos visto en El Checo de San Antonio en el lanzamiento del libro “Llora Corazón”, de la Marisol García, pero fue un ratito, además, había que escuchar boleros y eso fue lo que hicimos religiosamente. En el caso de su llamada había una urgencia, el anuncio de alteraciones radicales en el paradigma político. Y yo debía estar al tanto y presto para que mi decaída pluma diera cuenta de ese nuevo panorama.

En otras palabras me hizo un pauteo editorial a partir de su propuesta crítica asentada en la provincia. El fracaso de la selección de fútbol al quedar fuera de la clasificación al mundial de Rusia, es también un hecho político que va de la mano del otro fracaso, el de la crisis de legitimidad de la institucionalidad política, que es lo mismo, me dijo.

Esto es bueno para el juego de las homologías, porque en el trabajo analítico siempre se están trasladando esquemas de un lado para otro. Casi todos los analistas de la plaza están recurriendo al fracaso futbolero para ilustrar el campo político, me advierte. Y les baja la histeria porque saben que esto afecta el mercado político, que va más que a la baja, se va a la mierda, directamente.

Y que la vieja pregunta literaria de Vargas Llosa aplicada a nuestro entorno político de “cuándo se jodió Chile”, está más que respondida. Chile se jodió cuando perdió la clasificación al mundial de Rusia. Y que este maldito escritor liberal pauteó la política chilena al menos mediáticamente, apoyando el aborto e instalando el tópico de la derecha cavernaria. La cultura es la mirada que la lleva, insiste.

Luego arremete con lo del pecado de la arrogancia, tanto en el fútbol como en la política. Según el campo deportivo chileno, incluido sus dirigentes y el periodismo deportivo (los analistas de fútbol y todo el mierderío mediático publicitario) es responsable de la debacle. Fueron ellos los que presionaron hasta el paroxismo a los jugadores y los convirtieron en íconos de cualquier cosa y terminaron por hacerlos cometer errores garrafales. El técnico, además, producto de esa presión no supo adaptar a sus jugadores al momento que vivían, porque obviamente estaban en un momento distinto al periodo pick. Se los obligó a que repitieran siempre el mismo esquema “ganador”, lo que no sólo fue un error, sino un acto maldito.

LA OTRA VÍA
Algo parecido pasa con la política, insistió, obligada al juego sucio, mediático e insidioso, con esa pasión anal de la política cuando necesita transitar por el camino cochino. Porque la política es, por sobre todo, al despliegue escénico de las arrogancias de unos putos abusivos y soberbios que intentan mantener en ristre sus armas retóricas, y montan para ello un entarimado de utilería. Los analistas políticos (o concretamente los periodistas dedicados al comentario político), por lo tanto, son los causantes de la imposibilidad de la República, es decir, de aquello que permite la continuidad institucional o la productividad social, porque han obligado a los operadores de la misma a maraquear más de lo necesario, exhibiendo, ya sea sus plumas de guerra o sus plumas bataclánicas, y sobre todo apelar a la razón empresarial o a la razón mediática para erigir de candidato, ya sea a Tourette Piñera o a Paquetón Guillier, o a esa niñita blanda que representa al pendejismo universitaroide.

Ellos son los que, por afán protagonístico, tratan de producir acontecimiento político, a partir del comentario persistente. Ellos, en ese delirio por la construcción ficticia de realidad, han producido la pospolítica, que es precisamente ese momento de absoluta hegemonía medialógica. Y en el colmo de la desfachatez se erigen en autoridad moral y someten a juicio a la clase política, cambiando radicalmente el acontecer político, para protagonizarlo.

Y todo eso pasa cuando la política es sólo mundo cortesano o palaciego (y sus zonas aledañas, como el parlamento y algunos campus universitarios, y empresas relacionadas). Todo muy Santiaguino, que es el lugar en donde han decidido se asiente el hecho político.

Y así como los comentaristas de la pelota de fútbol, siempre fueron unos troncos en la cancha y tuvieron que contentarse con comentar desde fuera el juego, y saber datos inútiles al respecto (casi siempre estadísticos); con los analistas políticos pasa lo mismo, no se la pueden como articuladores de la operaciones táctico estratégicas de la política. Y deben contentarse con comentar lo comentable y esparcir cahuines de mala leche, y jugar y analizar las megalomanías de pervertidos y abusadores, siempre en estado aspiracional del poder. Y cada cuatro años tienen este protagonismo escénico que les permite ese exhibicionismo maraquero del discurso.

En literatura el gran Roland Barthes resolvió el tema de los escritores mediocres que se dedicaban a la crítica literaria y le dio estatuto artístico a la actividad, lejos de eso están los comentaristas deportivos y menos los analistas políticos, aunque todos son literalitosos y melómanos, lo sé de buena fuente, y más de alguno lo ha intentado patéticamente con la poesía y con el comentario de películas.

Al final me dice que tiene que cortar porque lo mandaron de compras, pero que no me olvide de aparecer antes de la elección.

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