Secciones

Más en The Clinic

The Clinic Newsletters
cerrar
Cerrar publicidad
Cerrar publicidad

Nacional

5 de Noviembre de 2017

Carlos Peña y la política como bien de consumo: “Satisfacer preferencias que cada ciudadano ha forjado para sí”

"En ese mundo la política ya no consiste en el esfuerzo por modelar, a partir de un sueño escatológico, la vida que los ciudadanos tienen en común. Al revés, se trata de satisfacer las preferencias que cada ciudadano ha forjado para sí y de apagar los temores que lo ensombrecen. Como quien dice, se trata un bien de consumo", advierte el abogado y académico.

Por

“La importancia de contar con un programa -o el escándalo de no tener ninguno- es el indicio más elocuente de cuánto ha cambiado la cultura política. Una muestra es lo que le ocurre a Alejandro Guillier. Si, como se sostiene, no tuviera programa, ¿qué razón habría entonces para preferirlo? ¿Qué es lo que se adquiriría cuando se votara por él?”.

Así comienza la habitual columna del abogado Carlos Peña en El Mercurio, en la que habla de la política como un bien de consumo y afirma sobre Guillier, por ejemplo, que “sin programa, el candidato parece una mercancía incógnita que nadie querría comprar. Y es que la política se ha transformado en un bien de consumo”.

Eso sí, recalca que aquello “no siempre fue así. Hasta hace poco tiempo -algunas décadas- todavía era posible trazar una línea continua entre la identidad social de las personas y su preferencia política. Se trata de lo que los manuales definían como el clivaje. Es verdad que en el margen las preferencias se desviaban; pero en lo grueso las opciones políticas tendían a coincidir con lo que tradicionalmente se llamó intereses de clase. En ese mundo, más que el programa, importaba la capacidad de las fuerzas políticas de reflejar en su discurso y en su vago horizonte la identidad de cada uno, que era también la del grupo al que, anclado en la estructura social, se pertenecía”.

“Pero hoy las cosas han cambiado”, afirma el académico, al mismo tiempo que enfatiza que “los procesos de modernización que Chile ha experimentado, tienden a despegar a las personas de la identidad colectiva que hasta hace poco configuraba sus preferencias y que permitía hablar, por ejemplo, de partidos de clase. Hoy día, cada vez más, hay individuos que tienden a diseñarse a sí mismos mediante el consumo y que reconocen identidades múltiples según cual sea el factor que esgriman para construirla: la orientación sexual, la etnia, las preferencias de consumo, el género, la generación. El resultado de todo eso es que las identidades colectivas que hacían del mundo social un ámbito relativamente sencillo de entusiasmar y fácil de predecir, se ha transformado en identidades múltiples”.

En otros pasajes de su escrito, Peña asegura que “lo que unifica a las personas es un estilo de trayectoria vital y las preferencias que cada uno decide”.

Es decir, “en ese mundo la política ya no consiste en el esfuerzo por modelar, a partir de un sueño escatológico, la vida que los ciudadanos tienen en común. Al revés, se trata de satisfacer las preferencias que cada ciudadano ha forjado para sí y de apagar los temores que lo ensombrecen. Como quien dice, se trata un bien de consumo”, advierte.

A renglón seguido, destaca que “hoy es muy difícil asignar identidad de clase -lo que antes se llamaba la clase para sí, que es la única relevante en política- para entusiasmar a las personas; pero en cambio es perfectamente posible identificar un tipo de trayectoria vital, el cambio experimentado en las condiciones materiales de la existencia debidas al propio esfuerzo, y conferirle reconocimiento. En la habilidad para hacerlo está la clave de la política de hoy”.

“Así, un programa eficaz en la lucha política no es un libro pormenorizado de diagnósticos y de medidas (como el que posee Goic, que con él ha sumado a sus pretensiones de densidad ética, el anhelo de totalidad programática, describiendo, en un alarde, su extensión en cientos de páginas) ni tampoco un compendio oportunista (que recoge, como insinuó Guillier, una porción de cada perdedor a fin de sumarlo a la segunda vuelta). Lo que se requiere es algo más simple y a la vez más difícil: identificar el tipo de trayectoria vital que predomina en el electorado e identificar los temores que alberga. Y como el principal temor es la sombra del futuro, las promesas de transformación radical en vez de atraer al electorado -la mayor parte del cual está feliz con su vida personal- lo espantan… se trata de ofrecer algo que reconozca la trayectoria vital de los ciudadanos y apague sus temores. Es como el consumo: parece simple pero en él se esconde y se teje día a día la vida de millones”, sentenció.

Notas relacionadas