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Poder

9 de Noviembre de 2017

Piñera, el rey zombi

El libro “Empresarios Zombis” (Ed. Catalonia-UDP) relata cómo algunas de las más grandes fortunas del país eludieron impuestos durante más de una década, comprando empresas con pérdidas que luego fusionaban con sus pujantes compañías. En el 2004, el SII los persiguió y logró que muchos de ellos pagaran los tributos adeudados. Uno de ellos fue Sebastián Piñera, quien canceló $99 millones, mientras que otros $2.800 millones quedaron prescritos. La investigación lo presenta como uno de los pioneros en el uso de esta estrategia. Tema que fue discutido a comienzos de esta semana en el debate presidencial de Anatel, cuando el periodista Matías del Río le pidió explicaciones. Un libro que incomoda al expresidente.

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“Yo le aseguro que todos los impuestos que correspondían según la ley chilena se pagaron debidamente”, dijo Sebastián Piñera el lunes pasado, cuando el periodista Matías del Río le preguntó –con el libro “Empresarios Zombis” en la mano-, si reconocía esas prácticas de elusión de impuestos. La frase es una verdad a medias, acomodada a los intereses del candidato: Piñera pagó $99 millones, de los casi $3.000 millones que su compañía Bancard Ltda eludió entre el año 1997 y 2001. ¿Qué pasó? Para entender esta historia hay que remontarse a comienzos de los 90.

Sebastián Piñera fue un adelantado en la compra de empresas zombis. Su historia vio la luz en marzo de este año, cuando el periodista de CIPER Juan Andrés Guzmán, publicó la serie “La agresiva ingeniería tributaria de 12 grandes empresas”, investigación que luego sería parte de la columna vertebral del libro “Empresarios Zombis” . Aunque no está claro si Piñera es el “paciente cero” de esta epidemia (que durante más de diez años les permitió a varios grupos económicos del país eludir impuestos), sus operaciones están presentes desde una época muy temprana, al igual que la de sus amigos Carlos Alberto Délano y Carlos Eugenio Lavín, controladores del Grupo Penta, pioneros también en este negocio.

Según relata el libro, en la década del 90, el expresidente y actual candidato, compró al menos cuatro compañías con pérdida de arrastre, cuando otros grandes como él aún no visualizaban que aquellas sociedades quebradas en la década del 80, podían hacer desaparecer las utilidades obtenidas en los 90, la época de oro de nuestra economía, y así evitar el pago de impuestos. Por eso el concepto de zombis: empresas muertas que eran revividas para que devoraran prósperas fortunas, que de la noche a la mañana dejaban de tributar.

Uno de sus zombis más importantes fue La Compañía de Industrias y Desarrollo, una automotora que luego se transformó en financiera. Había sido constituida en los 70 por Manuel Cruzat y para comienzos del 80 ya formaba parte importante de la bicicleta financiera en la que estaba cimentada su fortuna. Cuando el grupo quebró, La Compañía fue una de las primeras en ser controladas por los bancos acreedores, que vendieron todo lo que pudieron hasta dejarla solo en papeles contables. Dejó de operar por 12 años, hasta que Sebastián Piñera compró esos documentos en 1995. Su patrimonio era de $0 y tenía una pérdida de arrastre de $44.000 millones.

¿Cuánto vale una compañía que no tiene trabajadores, ni maquinarias? Piñera pagó $817 millones y “rebautizó la sociedad como Bancard S.A. (nombre que cambió un año más tarde por el definitivo Inversiones Bancard Ltda.), y fusionó a esta zombi con una estrella de su holding, Inversiones Santa Cecilia S.A.”, que también era una zombi. La absorción implicó una inyección de capital social de $19.579 millones, dinero que se neteó con las pérdidas.

Cuando el 2004 el SII inició la persecución de esta estrategia elusiva, los fiscalizadores determinaron que Piñera había hecho desaparecer $39.000 millones de utilidades entre los años 1998 y 2001, ahorrándose así el pago de $2.800 millones en tributos. Pero el Servicio sólo pudo cobrarle los impuestos correspondientes al último de esos períodos. Los otros fueron beneficiados por la prescripción administrativa que regía para estos casos, lo mismo que ocurrió con otras tres zombis ocupadas durante la década del 90.

Fue así como Piñera pagó una mínima parte de lo que había eludido. Esa verdad a medias con la que respondió incómodamente la noche del debate de Anatel, omitiendo que no fue una voluntad suya pagar los impuestos que adeudaba, sino una medida que el SII obligó a cumplir para evitar la querella, como ya lo habían hecho con la compañía Vital S.A.

Tampoco dijo nada sobre el otro uso que le dio a su empresa zombi: el de los retiros en exceso. Es necesaria una breve explicación para entender este mecanismo. Aunque contablemente Bancard Ltda. había hecho desaparecer sus utilidades, el dinero seguía estando allí: “si el dueño retira las utilidades y se las echa al bolsillo, el SII detecta ese movimiento y lo califica como retiros en exceso, un monto por el cual no se pagan impuestos hasta que la empresa tenga utilidades tributables”, dice el libro.

Entre 1997 y 1999, Piñera y sus hijos retiraron $91.084 millones a través de este mecanismo, dinero sobre el cual no ha sido posible determinar si fue tributado. Si no lo hizo, toda obligación de hacerlo desapareció en el 2014, debido a la reforma tributaria promulgada por Michelle Bachelet, que terminó con esta práctica, asegurándoles a las empresas que si disolvían las sociedades (desde donde habían salido esos dineros), antes del 1 de enero de 2015, la obligación de pagar quedaba extinta. ¿Qué hizo Piñera? El 18 de diciembre de 2014 fusionó la zombi Inversiones Bancard Ltda. con la compañía Los Andes Ltda.

Según describe el libro, Bancard Ltda. también participó de la aventura internacional del empresario. A partir de 1997, la zombi fue representante y directora de Bancard International Investment Inc., sociedad creada en Islas Vírgenes, y que sirvió de vehículo para sus inversiones en Latinoamérica. Según el reportaje de Ciper, llamado “Piñera offshore: las inversiones en Latinoamérica de su sociedad en un paraíso fiscal”, a través de esta empresa el expresidente adquirió en el 2004, el 70% de Southern Cone Power Argentina S.A., controladora de Central Costanera, la mayor planta termoeléctrica de ese país; y también el 9,18% de las acciones de Exalmar, la pesquera peruana que tenía derechos de explotación sobre el territorio marítimo que estaba en disputa en La Haya.

Mediante Bancard International Investment INC., Piñera también se compró un quinto de la Isla Grande de Chiloé, donde luego fundó el Parque Tantauco. Aquella operación salió a la luz en junio pasado, en este mismo pasquín, en un reportaje titulado “Cómo Piñera se compró 118 mil hectáreas de Chiloé a través de una sociedad offshore”. Allí se relataba que la operación había sido realizada el 21 de diciembre de 2004, en la misma época en que el SII comenzó a perseguirlo por el uso de empresas zombis. Piñera le compró al norteamericano Jeremiah Henderson las acciones de una empresa llamada Forestal Hawarden, que a su vez estaban dentro de otra compañía que Henderson había creado cuatro días antes, para realizar la venta en el extranjero: Parque Chiloé Overseas INC., una sociedad constituida en Panamá por el abogado Rolando Candanedo, experto en la creación de compañías offshore. Así, Henderson se evitó el pago de impuestos y Piñera adquirió en el extranjero la propiedad de las 118 mil hectáreas.

Cuando lo entrevistaron para preguntarle por qué compró el Parque Tantauco en el extranjero, Piñera dijo que había sido “un acto de amor por la naturaleza”. Un par de días más tarde, en CNN en Español, nuevamente el tema salió al ruedo: “La compra se hizo de acuerdo a lo que la persona que era dueña vendió. Si yo tengo que comprar un departamento en Nueva York, lo tengo que comprar allá, porque allá se vende. No ha habido ningún ahorro tributario”, dijo aquella vez.

Nuevamente una verdad a medias. Era cierto que Henderson había decidido vender la tierra en Panamá, pero nada de eso había sido fortuito. La creación de Parque Chiloé Overseas INC., apenas cuatro días antes de concretar la venta, no era más que un plan para que el norteamericano evitara el pago de los impuestos. ¿Por qué si Piñera sabía eso aceptó que el empresario extranjero eludiera los impuestos que debía pagar en Chile? ¿Por qué aceptó que el negocio se hiciera en Panamá y no en Chile? No hay una respuesta concreta a eso.

Las empresas zombis dan cuenta de una forma de entender los impuestos que es posible reconocer en otras estrategias tributarias, como el uso de paraísos fiscales. Todo esto, ayudado por lo que el politólogo Jeffrey Winters denomina la “industria de la defensa de la riqueza”, profesionales altamente capacitados, que escanean la ley en busca de forados que les permitan a los empresarios eludir los impuestos.

Argumentos legales que diseñan aceitadas estrategias que cumplen con la ley, pero que vulneran el espíritu de la norma. Dinámica similar a la que hemos conocido esta semana a través de los Paradise Paper, que relatan cómo las multinacionales eluden los tributos en el mundo entero. Estrategias que al igual que las zombis, han permitido multiplicar el patrimonio de las grandes fortunas, concentrar la riqueza, y por ende aumentar la desigualdad. Muy lejos del comportamiento que deberían tener los empresarios en un país generoso como éste, que les ha permitido hacer fortuna en paz.

Empresarios Zombis
Juan Andrés Guzmán y Jorge Rojas
Editorial Catalonia- UDP Escuela de Periodismo, 2017, 190 páginas.

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