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Nacional

12 de Noviembre de 2017

Cuatro voces entran al debate de las denuncias de abusos sexuales

El #metoo abrió una caja de Pandora. Luego de las graves denuncias de abuso en contra del productor Harvey Weinstein, en Hollywood, las acusaciones se han masificado alrededor del mundo. En Chile ya hay varios testimonios circulando en redes sociales, anónimos y conocidos, y hay quienes dicen que es cosa de tiempo para que esto estalle. Acá, cuatro voces analizan el fenómeno y las implicancias de este destape.

Por

Jani Dueñas, actriz y comediante:

“Veo a algunos ponerse muy nerviosos y que empiezan a hacer unas defensas impactantes”

 

Estas denuncias son heavy, pero veo como súper normal que haya un destape de olla generalizado, que se vaya replicando internacionalmente. Supongo que mediáticamente esto parte con lo de Harvey Weinstein en Hollywood, pero luego uno empieza a hablar acá en Chile de lo que pasa con los medios de comunicación, y en el fondo de lo que estamos hablando es del poder.

Me parece que es fantástico que exista esta ola de acusaciones. Evidentemente es fuerte, me imagino que hay mucha gente que está muy sorprendida, pero hay otra que debe estar muy asustada. Veo a algunos ponerse muy nerviosos y que empiezan a hacer unas defensas impactantes, poniendo en duda a la víctima, argumentando que “hasta que no se compruebe no hay que acusar”. La presunción de inocencia.

Este tema del #metoo hizo que un montón de mujeres hablaran de sus experiencias. Da para pensar que no hay historias pequeñas, que incluso casos que a una le podrían haber pasado en la adolescencia o en la universidad, que no estaban procesadas en ese minuto como un abuso, hoy día -con la reeducación en el feminismo que tenemos- si son consideradas como tal.

Es bien impresionante lo que pasa ahí, y a mí me pasó. Empecé a leer estas historias de amigas y lo primero que pensé fue “que suerte, a mí nunca me ha pasado”. Pasaron menos de 24 horas para que me empezara a acordar de cosas que sí me habían sucedido.

Ahora, me gustaría que esta conversación se diera del otro lado. Me encantaría también que los hombres contaran sus experiencias. Me encantaría ver amigos míos, conocidos, y hombres que respeto y admiro, contar sus historias. Creo que estaría bueno que también nuestros expololos o nuestras parejas nos dijeran “puta sabis que yo a los 19 agarré a una mina en un pasillo, estaba medio curado y la obligué a darme un beso. La cagué, pero ahora me doy cuenta de que eso estuvo mal”.

Nos estamos reeducando entre todos, partamos de esa base, de que tal vez todos en algún momento la cagamos. De que yo también tuve actitudes súper machistas cuando chica, que en mi primer material como comediante hice chistes de los que ahora me arrepiento, pero estamos todos aprendiendo. Las generaciones más chicas, los cabros de 20 o menos, ya vienen cableados de manera distinta y me alegro, pero creo que los de 30 para arriba estamos en un momento de reeducación.


 

Arelis Uribe, periodista y escritora:

“Esa ansiedad por validarte como hombre lleva a cometer delitos horribles como una violación”

Me parece bacán que la gente cuente sus experiencias con el acoso y el abuso, porque lo que no se dice no existe. Yo siempre homologo estos temas de género, que son súper políticos, con consignas que son de la izquierda tradicional, como que si no hay memoria no hay justicia, o que si no hay justicia a veces lo único que queda es la funa.

Y las funas son consecuencias de la naturalización. Creo que hay un problema bien complejo que tiene que ver con que hay personas que no entienden la diferencia entre una violación y el sexo, o entre el acoso sexual y el coqueteo. De verdad hay hueones que no saben que son violadores y hay mujeres a las que se las han violado, y no lo saben, como también hay gente que sí es consciente.

Está tan naturalizado el acoso que se piensa que decirle en la calle a una desconocida “¡Te chuparía las tetas!” es un halago. Eso habla de una desigualdad de poder, de la diferencia de cómo se vive el espacio público acorde a tu género. La violencia sexual está naturalizada como anécdota y no un problema político. Los perpetradores piensan que no es grave y las víctimas que es algo que solo les pasó a ellas, y lo viven como un problema personal, pero no es así.

Es una conducta individual que está relacionada con una estructura social colectiva, que tiene que ver con los privilegios de los hombres heterosexuales, mayormente. Una ley no escrita, implícita, que todas las personas obedecemos y reconocemos, que tiene que ver con que tú no te cuidaste, tú te curaste en esa fiesta, tú andabas vestida de esa forma, tú saliste. Eso le resta toda responsabilidad a los perpetradores, y ese giro en el paradigma tiene que ocurrir en algún momento, porque si no siempre se va a culpar a las víctimas.

En Estados Unidos hace unos años hubo un boom de denuncias de acosos sexuales en las universidades y la solución fue que las mujeres tuvieran toque de queda, sin salir de sus habitaciones después de las 9 de la noche, siempre responsabilizando a las víctimas.

Por eso es necesario hablar de las nuevas masculinidades, deconstruirlas. La masculinidad se basa en la dominación de las mujeres, que si un hueón no tira con una mujer es maricón, o que si no aprovecha que está curada para correrle mano, es un ahuenoao. ¿Por qué vas a tirarte a una persona que está inconsciente? Esa ansiedad por validarte como hombre lleva a cometer delitos horribles como una violación.

Hay un video en internet que hace una homologación entre tomar té y culiar. Es algo así como si alguien te invita a su casa a tomar té, y están tomando, pero después le dices, “sabís que es tarde no quiero tomar más”. A nadie se le ocurriría agarrar la taza y obligarte. Entonces, ¿por qué obligar a alguien a hacer algo que evidentemente no quiere?

Respecto del acoso sexual, las tocaciones, la masturbación en público, y los comentarios explícitos, ocurre algo similar. Si tú vas en la micro y alguien te toca el poto, ¿hay alguna duda que eso es un acoso sexual? O si vas por la calle y un desconocido te dice: “te la metería hasta los cocos”, ¿queda alguna duda de que eso no es agresión?

Finalmente, son muy pocos los porcentajes de mujeres abusadas que denuncian un abuso, por vergüenza, por miedo, o porque generalmente el victimario es una persona cercana a su círculo. Es bien complejo, porque además los abusos sexuales ocurren generalmente entre conocidos, por eso la demora en denunciar, pero cuando lo hacen, generalmente sobre el 90% de esos relatos son reales. Nadie anda por la vida inventando que la violaron. Esa es una defensa del patriarcado, para anular ese tipo de situaciones violentas, bajarle el perfil, como si no fueran tan importantes.

 


 

Cristian Warnken, profesor de literatura y poeta:

“Hay que tener cuidado con que estas denuncias se conviertan a su vez en otras formas de abuso”

 

Obviamente que es positivo que se conozcan los casos de abuso, pero hay que tener cuidado con que estas denuncias se conviertan a su vez en otras formas de abuso, de poder dañar la imagen de alguien o ejercer venganzas. No se trata de defender a los abusadores, a los pedófilos, o a los asesinos.

El fenómeno de las redes sociales por supuesto que trae elementos positivos y negativos. Lo positivo es la democratización de la información y de la denuncia, y que hace que aquello que antes se mantenía oculto durante mucho tiempo, hoy no resista. También, obviamente, está lo negativo, que es que se empieza a abrir un flanco de posible abuso de la denuncia por abuso.

Al final, lo que va a pasar, es que es tanta la denuncia que llega un punto en que cualquiera pueda ser denunciado. No hay un filtro y las redes tienen esa capacidad de dispersión e histeria en cadena, de propagación de una noticia o una denuncia falsa. Hay un usuario un poco sobregirado y ese es uno de los peligros que pueden aparecer: nuevas formas de totalitarismos, de fascismos encubiertos, bajo temas que pueden ser muy loables y nobles como una denuncia por violencia de género.

Estamos encima de algo nuevo, una manera de comunicarnos que está cambiando nuestra forma de ser, por lo que es difícil emitir un juicio definitivo. Los usuarios debieran ser educados hacia una cierta serenidad. La tecnología ya entró en nuestras vidas, va a cambiarlas irremediablemente, pero hay que tener una actitud de desapego ante todo lo que va a entrar a través de ella, desde apagar el celular, poner en paréntesis toda la información que estoy recibiendo, paños fríos, investigar más, porque si no vamos a terminar con una demencia virtual.

Desde luego que en las redes sociales no hay presunción de inocencia. Se han convertido en un arma de doble filo, de chantaje. Este fenómeno está partiendo y se manifiesta con todo su esplendor, y el tiempo va a tener que equilibrarlo, porque si no ¿cuál es el límite? Pareciera que en el mundo de las redes eso no existe. Aquí tienes un instrumento que puede ser usado para proteger del abuso y para abusar, para mentir, para enlodar el prestigio y la imagen de alguien.

Creo que hay que poner a las mejores cabezas pensantes del mundo a reflexionar sobre este tema, desde todos los puntos de vistas. El usuario puede volverse un tipo muy primitivo, la justicia hecha por las propias manos, es una forma de linchar virtualmente.


 

Rafael Gumucio, escritor:

 “No me gustan los linchamientos, aunque sean razonables”

 

Yo creo que estas denuncias sí tienen sentido. Harvey Weinstein, y un par de acosadores conocidos y reputados, van a dejar de hacer de las suyas. Pero no sé si a la larga este tipo de indignaciones éticas y sectoriales duran. Lo digo porque soy viejo y he vivido otras, entonces tengo mis dudas de que el ser humano mejore.

Siento que a veces esto se usa como arma antojadiza contra gente que tú quieres sacar del debate. A mí no me gustan los linchamientos, aunque sean razonables. Yo no habría linchado a Manuel Contreras, ni a Álvaro Corbalán, por ejemplo, porque me parece que la justicia debe ser algo lento, ciego, y complejo. No creo en la justicia exprés. Ahora, si lo seres humanos nos transformamos en seres mejores y ya no toleramos los abusos ni la maldad, me parece perfecto.

Acá se están mezclando abusos de distintos grados. Una violación es muy distinta a un piropo y a una tocadita. Hay cosas que son simplemente ridículas, como la denuncia en contra de Dustin Hoffman, que se mezcla con acusaciones serias como la de Weinstein. Yo he visto escenas de viejos degenerados y descontrolados. Y también he visto que la mayoría de las mujeres que han sido víctimas de eso, saben cómo manejar a esa gente. Ahora, seguro que hay episodios más graves, donde hay poder involucrado.

Este es un país cruzado por el abuso sexual, pero no es un abuso parecido al que se denuncia hoy. Tenemos un país con una sexualidad totalmente patética. Eso no es tanto del jefe a sus empleados, que también existe, como dentro de las familias.

La gente hoy no cree en la presunción de inocencia, eso fue lo primero que se acabó. El crimen del abuso es muy difícil de probar, y muchas personas, frente a eso, entienden que no hay que esperar. Y yo lo comprendo. Ahora, la condena es muy difícil, porque la sentencia es muy dura. Alguien que queda marcado como un abusador o violador es para toda la vida. Para una víctima es difícil probar su dolor, pero también para un falso culpable eso es doloroso.

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