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Cultura

24 de Noviembre de 2017

José Luis Perales: “Lo de ser escritor me sigue pareciendo una anécdota”

Incansable e incapaz de parar -“descansar para mí es hacer cosas diferentes”, asegura-, el célebre compositor y cantante español José Luis Perales retorna al mercado con una segunda novela, “La hija del alfarero”, solo dos años después de su primera incursión en la narrativa. “A mí lo de ser escritor me sigue pareciendo una anécdota”, […]

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Incansable e incapaz de parar -“descansar para mí es hacer cosas diferentes”, asegura-, el célebre compositor y cantante español José Luis Perales retorna al mercado con una segunda novela, “La hija del alfarero”, solo dos años después de su primera incursión en la narrativa.

“A mí lo de ser escritor me sigue pareciendo una anécdota”, asegura sin embargo, durante una entrevista hoy con Efe, en la que afirma que vive esta faceta “como un relajo y una liberación” que le permite dar aire a unas creaciones que, en una de sus canciones, “vivirían comprimidos en tres minutos”.

Como ya sucediera con su primera novela, “La melodía del tiempo”, Perales vuelve a recurrir a la memoria como fuente de inspiración. “Siempre que escribo, tanto para una novela como para un tema, parto de un hecho real, aunque luego lo lleve a otros mundos, así que mis personajes existen, los saludo y los veo”, explica.

Es fácil ver los paralelismos en “La hija del alfarero” (Plaza & Janés) con su propia vida. “Amante del barro desde niño, de la cerámica y de la belleza estética tan castellana de los pueblos con sus viejas tejas árabes” (por oposición a los techos de uralita, protesta), la acción arranca en un paisaje inspirado en su Castejón natal (centro de España), que es su “Macondo particular”.

“Yo me he educado siempre en lo familiar. Ese ha sido mi punto de partida y el de vuelta, el del sueño del reencuentro, de volver a casa”, apunta.

Perales (Cuenca, 1945) recorre de nuevo un tiempo que respiró en primera persona, en el que “el azúcar moreno era el de los pobres, el bacalao se comía crudo con un poco de pan y los niños iban a la escuela con su ceporro (cepa vieja para la lumbre) para alimentar la estufa”.

“Los coletazos de la posguerra fueron también una época en la que estaban vivas esas diferencias sociales y enfrentamientos entre la izquierda y la derecha que ojalá que se olviden de una vez o que al menos se tranquilicen”, pide.

Así construye un relato sobre los cambios en el mundo rural del tardofranquismo, a través de la historia de una familia de alfareros dividida por la lealtad al pasado y la esperanza en el futuro.

“Era la vida de toda la gente de los pueblos, la de las problemáticas de sus familias y las incógnitas sobre el futuro de los hijos. El que tenía un padre albañil debía ser albañil. Mi padre lo era y es lo que me esperaba a mí si no hubiese conseguido una beca para estudiar en la Universidad Laboral de Sevilla, que fue una salvación”, rememora.

Perales, que se marchó de casa de sus padres a los 13 años, reescribió así su propio destino, como hace el personaje de Francisca, la susodicha hija del alfarero, que se rebela contra una sociedad opresora para la mujer y que abandona a su familia camino de la ciudad.

“Francisca es feminista en una época en la que la mujer era esclava. Su madre lo es de los hijos y sobre todo del marido, que la manipula y la menosprecia, algo muy del hombre primitivo de pueblo de la segunda mitad del siglo XX. Y ella, a pesar de educarse en el pueblo, no se conforma con esa vida”, señala.

Eso le costará una “soledad tremenda”, como la que él mismo padeció a su llegada a Madrid, viviendo de una profesión de maestro industrial de electricidad que nunca le gustó.

“No tenía ningunas ganas de ser electricista, pero lo fui para pagarme la pensión en Madrid y unos estudios de ingeniería que terminé dejando para dedicarme a la música”, recuerda.

Aquel joven que alumbró su primera canción a partir de la escala musical elemental que había aprendido de una rondalla de infancia tocada en el laúd terminaría cumpliendo su sueño. “Ser compositor de canciones es lo que quise desde siempre. Sin embargo, no creía en mí como cantante, por eso no me extrañó que mucha gente no me viera tampoco en ese papel”, reconoce.

Autor de más de 500 temas registrados y dueño de una carrera internacional de más de 40 años que lo ha llevado al Carneggie Hall de Nueva York, recientemente ha ampliado su de por sí extensísimo currículum como compositor para una banda sonora, la de la recién estrenada película “El autor”, de Manuel Martín Cuenca, a la espera de nuevas aventuras, ya sea sobre el papel o al micrófono.

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