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27 de Noviembre de 2017

La travesía de los futbolistas argentinos que llegan a jugar a los “potreros” de Europa

“Para un argentino, jugar en Europa es lo máximo, da igual la categoría”. Lejos de los focos que acaparan los ídolos de la albiceleste, con Leo Messi a la cabeza, en el fútbol aficionado europeo hay otros jugadores, como Germán Mazzarino, que dejan Argentina y sueñan con triunfar en el Viejo Continente. Es la historia […]

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“Para un argentino, jugar en Europa es lo máximo, da igual la categoría”. Lejos de los focos que acaparan los ídolos de la albiceleste, con Leo Messi a la cabeza, en el fútbol aficionado europeo hay otros jugadores, como Germán Mazzarino, que dejan Argentina y sueñan con triunfar en el Viejo Continente.

Es la historia de Germán Mazzarino, un joven bonaerense de 22 años, que dejó por dos veces un buen trabajo en su país para probar fortuna en un equipo modesto de división autonómica española, el Polideportivo Almería.

Hincha de River, un tuit de uno de los refundadores del club almeriense, Javier Molina, sobre un partido acabaría con “Germu” volando hasta el sureste español. “En esa época River descendió a Segunda y fue un drama. Vi que el Poli se hundió y se refundó y me convencí de que ahí era donde quería ir. Me daba igual la categoría, el Poli me motivó”, afirma.

Germán dejó su puesto como gerente de producción en una fábrica de juguetería y se presentó en Almería. “No era el primer caso de jugador argentino que contactaba con nosotros, pero sí fue el primero en atreverse realmente”, explica Juan Diego Sánchez, otra de las personas que refundó la entidad en 2012 y quien se convirtió en uno de los grandes apoyos de Germu al acogerle en su casa.

Era enero de 2016, el Poli Almería marchaba líder en la Segunda División Andaluza y tenía 23 jugadores. Germu no tuvo suerte y Sánchez se lo llevó al Lucainena de la misma categoría, que él mismo dirigía ese año.

Allí, se descubrió como un punta fajador y aunque solo jugó tres partidos, anotó un gol que valió un triunfo para su equipo, su situación no era fácil y su objetivo, además, era el Poli.

“Me sentía visitante y echaba de menos a mi familia, mi novia y mis amigos; no quise estirar quedarme acá”, dice Germu, cuyo visado terminó sin renovarlo.

Pese a todo, esta primera experiencia fue “positiva”, gracias al apoyo del club. “Salir a otro continente, dejándolo todo y encontrarte a gente que te abra las puertas es algo que no le pasa a cualquiera”, agradece el jugador.

Mazzarino regresó a Buenos Aires y volvió a la fábrica de juguetes hasta ser gerente de ventas; ex de las bases de Vélez, había jugado a fútbol-sala en River y Drysdale en la liga barrial una vez comenzó a trabajar. Llegó a Camioneros, en Segunda B de fútbol-sala. Pero su cabeza estaba en Almería y en el Poli.

En enero de 2017 el equipo, ya en División de Honor Andaluza, atravesaba un mal momento y completaba sus convocatorias con juveniles y Germu, que madrugaba para seguir los partidos del Poli a través de las redes sociales, volvió a dejarlo todo y a presentarse en Almería.

Jorge Garcés, entrenador de los almerienses, lo reconvirtió en lateral derecho, aunque no debutó hasta la última jornada de liga, con 31 minutos. Renovó y todavía no ha jugado en partido oficial esta temporada, pero no se rinde.

En pretemporada hizo su primer gol con el equipo. “Fue la primera pateada que hice al arco como jugador del Poli, gol y el mejor momento de mi vida”, sentencia.

Mundos opuestos. Este viernes, Messi recibía su cuarta Bota de Oro como máximo goleador de Europa. Este lunes, Mazzarino vuelve a Argentina al caducar nuevamente su visado, con la idea de regresar en enero, donde le esperarán sus compañeros de equipo y los prebenjamines del club a los que entrena, para quien Germu es su mayor ídolo.

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