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Nacional

28 de Noviembre de 2017

La carrera inconclusa de Chesed Castro

Ingresó a la Escuela de Suboficiales el 8 de junio de 2016, tras rendir exitosamente los exámenes físicos y médicos pertinentes. Sin embargo, tres meses después, una lesión provocada por un ejercicio cuya realización está prohibida en la institución desencadenó una serie de eventos en su vida: quedó con afecciones crónicas a la rodilla y columna, bajó siete kilos en un mes, tuvo un colapso por exceso de medicamentos, desarrolló cuadros de estrés, ansiedad y depresión y finalmente fue expulsada por encontrarse “no apta de salud” para continuar en la Escuela. Si bien en un principio se le informó que Carabineros cubriría todos los gastos médicos, ahora la institución se niega a reembolsarlos ya que acusa que son “patologías preexistentes”.

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“Todo el escuadrón a tierra”, dijo el subteniente Francisco Chandía Ramírez, tras el movimiento de uno de los integrantes del grupo que tenía bajo su orden mientras estaban formados. Este acto, considerado como una indisciplina, suele ser castigado con ejercicios como abdominales y flexiones de brazo. En ese día de octubre de 2016, sin embargo, Chandía ordenó realizar “enanitos” y “paracaídas”, actividades prohibidas debido a la excesiva carga que produce en las rodillas de los ejecutantes.

Chesed Castro Becerra (25) fue una de las alumnas que debió cumplir el castigo. Este fue el inicio de un largo proceso que culminó con su eliminación definitiva de la Escuela de Formación de Carabineros y que actualmente la mantiene bajo una investigación que enfrenta dos versiones respecto a todo lo que sucedió desde entonces: la suya y la institucional.

Chesed sostiene que las afecciones crónicas de sus rodillas y columna, junto a los cuadros de estrés, ansiedad y depresión que desarrolló, se originaron en los ejercicios ordenados por Chandía. Para ello, se basa en la serie de exámenes y licencias médicas que recibió del hospital de Carabineros cada vez que asistió al centro, donde los documentos eran timbrados como “acto de servicio”, es decir, como una lesión producida mientras ejercía actividades propias de la institución.

Carabineros, por otro, indica que son “patologías preexistentes y de origen natural” las que afectan a la exaspirante, por lo tanto no corresponde reembolsar los gastos médicos ni conceder una pensión de retiro posterior a su eliminación.

LA CARRERA
El intenso malestar en ambas rodillas aquejaron a Chesed inmediatamente después de finalizada la sesión.

Lo comentó con sus compañeras y todas manifestaron la misma molestia física. No obstante, el suboficial mayor Enrique Vargas Lillo, comandante del grupo, y la teniente Catalina Castillo Yáñez, encargada de la sección, le indicaron que era algo normal y que no debía prestarle atención.

Sin embargo, el dolor persistió por varios días, durante los cuales expresó continuamente que debía recibir atención médica de urgencia.

Ante la insistencia, le dieron permiso para tratarse con el servicio proporcionado al interior de la Escuela. Allí la atendió el doctor Andrés Zúñiga Solís, quien determinó la realización de exámenes y la extensión de su primera licencia médica, válida por siete días. Además, adelantó que su padecimiento podría ser una disfunción patelofemoral bilateral, que se origina por una sobrecarga de la articulación ubicada entre la rótula y el fémur.

A pesar a la orden médica, acusa que fue obligada a participar de la formación que se realizaba cada mañana y noche en el escuadrón, que consistía en permanecer 45 minutos de pie e inmóvil.

En ese momento, su principal preocupación era el examen del ramo Acondicionamiento Físico contemplado para el 17 de noviembre próximo, donde debería rendir una prueba de mil metros planos. Bajo esas condiciones, pensaba, sería imposible realizarlo.

Once días antes de la evaluación, Chesed fue atendida en el hospital de Carabineros por la médica Constanza Huaracan Rojas, quien diagnosticó una tendinitis rotuliana bilateral. Junto a esto, firmó una licencia médica extendida por dos semanas con la instrucción de reposo deportivo y de servicio.

Tal como indica el protocolo establecido, este documento fue pasado a la teniente Castillo para que lo archivara hasta su vencimiento, el 20 de noviembre del 2016.

“Fue como un alivio. Hasta ese momento me había costado mucho que me dejaran ir al médico, porque simplemente no me creían. Incluso me dijeron que el dolor de las rodillas podía ser por las botas que ocupamos”, relata Chesed, quien se encontró con una “increíble sorpresa” días antes del examen.

-Hablé con el profesor del ramo y me dijo que hasta el momento tenía que correr, porque no había sido notificado de mi lesión ni licencia-, cuenta.

Entonces, las palabras de Marcelo Alarcón, instructor de la materia, exigían que fuera la teniente Castillo quien visara la excusa de la afectada y encontrara una salida alternativa a la evaluación, como posponerla o modificarla.

Aunque la licencia médica prohibía cualquier actividad física, Chesed “pensaba que algo así como una prueba de barras, u otro ejercicio que no demande tanto movimiento, era una buena idea”.

Finalmente no hubo ningún tipo de notificación ni negociación entre Alarcón y Castillo, por lo que el 17 de noviembre, la alumna debió correr mil metros planos con una lesión y licencia médica que lo prohibían explícitamente, precedida por tres semanas sin actividad física.

Su carrera fue presenciada por el profesor Alarcón y la teniente Castillo, quien la instó a realizar la prueba de cualquier manera ya que era una evaluación importante dentro del semestre. Además, según consigna, corrieron junto a ella dos compañeros de escuadrón.

“La primera vuelta la di con molestias, pero pude hacerla. En la segunda ya me empecé a sentir muy mal. El dolor era insoportable e iba aumentando”, recuerda Chesed.

Afirma que la prueba la terminó apenas: al momento de finalizar, cayó desvanecida ante la presencia de sus dos compañeros y superiores.

El profesor Alarcón le recomendó que se pusiera de pie y caminara hasta su cuadra para no marearse, pero sus piernas no podían sostener el peso del cuerpo. Fue cargada hasta la habitación y masajeada durante algunos minutos por sus compañeras, hasta que ingresó la teniente Castillo y le avisó que sería llevada al hospital al día siguiente.

ACTO DE SERVICIO
En el establecimiento le hicieron una resonancia magnética y un escáner. Mientras el primero arrojó un hasta entonces desconocido pinzamiento de cadera, el segundo examen confirmó su diagnóstico anterior en la rodilla, por lo que nuevamente se acogió la medida de redactar un parte médico, esta vez bajo la obligación de permanecer en reposo absoluto. Solo podría moverse en las sesiones de kinesiología que tendría.

Al igual que en sus experiencias anteriores, la licencia fue denegada por los superiores de la Escuela, quienes le bajaron el perfil a su padecimiento y habrían tratado de “exagerada” a la afectada.

En este contexto, asegura Chesed, el comportamiento del Suboficial mayor Vargas Lillo era el más despreciativo. “Me decía ‘tú no tienes nada, estás sanita’”.

Cuando se quejó de estas conductas ante la teniente Castillo, la respuesta que obtuvo fue que Vargas Lillo “tiene sus mañas”.

Las sesiones de kinesiología las inició en enero del 2017. Un mes antes, se había negado a realizar una segunda prueba de Acondicionamiento Físico, que en esa ocasión era de 2400 metros. Nuevamente con Castillo presente, Chesed argumentó que tenía una licencia médica y un intenso dolor que lo prohibía. “Al final me pusieron un 2,0 y me salvé porque tenía buenas notas en el semestre”, acota.

En ese momento, las autoridades de la Escuela le aseguraron a la aspirante y a sus padres que, al tratarse de una baja temporal por acto de servicio, todos los gastos serían cubiertos por la institución. Por lo mismo, fue tratada en una sección especial del Hoscar, dedicada exclusivamente a quienes se lesionaron mientras ejercían labores de la Escuela. Un carnet médico timbrado “acto de servicio” reforzaba la premisa.

Las sesiones de kinesiología ayudaron para fortalecer la zona afectada y desarrollar musculatura cerca de la rodilla, pero no lograron poner fin al intenso dolor que la aquejaba.

Por este motivo fue llevada nuevamente al hospital, donde le recetaron tres analgésicos: Tramadol, Celebra y Zafín.

“A nosotros nos dan un sueldo de 48 mil pesos, el Zafín costaba 41 mil y para el resto ya no me alcanzaba. Pasaba dopada, porque eran remedios fuertes”, reconoce.

La excesiva medicación la condujo a un episodio de “colapso”: “Me cambiaron las pastillas por gotas. La doctora me dijo 15 gotas de Tramadol, si el dolor es mucho. Claro, como me dolía bastante, me tomaba todas. No me di cuenta que colapsé y un día no desperté. Después mis compañeras me dijeron ‘Castro, tú no despertaste, te movíamos y tu mano empezó a tiritar’. Me llevaron al centro médico de la Escuela y me dijeron que fue casi una sobredosis del remedio, que en realidad me correspondían 4 gotas”.

SERTRALINA Y CLONAZEPAM
Tras este suceso, se la privó de continuar con los medicamentos. En reemplazo de ellos, la instrucción fue asistir a sesiones de acupuntura y tomar remedios naturales.

Del primer método de sanación la derivaron a una consulta de nutricionista, quien emanó un diagnóstico inesperado: Chesed era celiaca e intolerante a la lactosa. Por ello, le recetaron una dieta sin gluten y le prohibieron la ingesta de productos lácteos.

Aunque nunca tuvo indicios de padecer estas enfermedades digestivas, igualmente adoptó las precauciones sugeridas. El problema fue que, desde la Escuela, le comunicaron que no era viable seguir la dieta recetada, ya que no contaban con los recursos necesarios para proveer comida apta para celiacos.

La solución, entonces, fue comer arroz con ensalada y jalea.

“Bajé 7 kilos en un mes, llegué a pesar 46. Me hicieron una endoscopía y me salió una gastropatía aguda. Siempre reclamé por el tema de alimentación, porque tuve que empezar a entrar comida. Llevaba galletas de celiaco que me duraban una semana”, sentencia Chesed.

Paralelamente, reapareció el dolor a la cadera y las rodillas. Por esto tuvo que volver a tomar Celebra con la condición de amortiguar su efecto en el estómago por medio de otro medicamento: Omeprazol.

La asistencia médica fue complementada con atenciones psicológicas y luego psiquiátricas, las que pidió expresamente debido a que “me sentía con una depresión horrible, por tener que estar todo el día encerrada sin poder hacer nada”.

La evaluación emitida por el especialista que la atendió fue un trastorno mixto de ansiedad y depresión. Su receta para sanarla Sertralina y Clonazepam.

Acusa que el capitán Fabián Fuentes Villegas le negó el reposo domiciliario que había ordenado el médico de la Escuela.

“El capitán me dijo que yo solicité el reposo en mi casa y que no lo iban a tomar porque en la institución estaban todas las condiciones que necesitaba”. A esas alturas, Chesed ya acumulaba ocho meses con reposo absoluto.

“En ese momento quedé muy colapsada. Me aguanté y estuve el mes completo ahí. Empecé con mareos y vómitos en las noches, me tuvieron que llevar de urgencia al Hoscar y me dijeron que tenía cefalea con sinusitis. El médico fue muy claro en decir que necesitaba estar acostada sin luz ni ruido para poder descansar. Dijo que tenía un cuadro de estrés y me dio una semana de reposo a domicilio. Recién ahí tuve primer reposo en la casa”, concluye.

INVESTIGACIÓN IRREGULAR
Desde ese control, Chesed se mantiene todos los meses con reposo domiciliario.

Sin embargo, actualmente se enfrenta a impensadas repercusiones, más allá de las lesiones crónicas que padece a la columna y rodillas.

Esto, luego de que la Comisión Médica Central de Carabineros analizara su caso y emitiera una resolución, el pasado 18 de agosto, que dispone su “eliminación del curso de formación de Carabineros de orden y seguridad”, por encontrarse “no apta de salud” para continuar con sus funciones.

A su vez, y en una directa contradicción con lo certificado anteriormente, el documento declara que “sus patologías consistentes en ‘disfunción patelofemoral bilateral’, ‘condromalacia rotuliana bilateral’ y ‘pinzamiento de cadera derecha’, corresponden a patologías de origen natural, preexistentes (…) no ocurridos en acto determinado de servicio”.

Con este argumento, la institución puede eludir su obligación de reembolsar todos los gastos que conllevaron las afecciones de Chesed y, además, le permite no destinar una jubilación a la afectada, quien tuvo la oportunidad de redactar un recurso de reclamación para formular sus descargos.

La respuesta fue ingresada seis días después, tras acceder a la investigación que llevó a cabo la Comisión -dependiente de la Fiscalía Administrativa de la Dirección de Educación, Doctrina e Historia de Carabineros- para emitir su fallo.

Luego de revisar testimonios y otras recolecciones de prueba, Chesed notificó que el punto de partida en la indagación de los hechos estaba errada: según la Comisión, los problemas se originaron el 17 de noviembre de 2016, cuando debió efectuar la prueba de mil metros planos lesionada, y no un mes antes, cuando gatilló su afección debido a los ejercicios ordenados por el subteniente Chandía Ramírez.

Para su sorpresa, además, se encontró con que testificaron personas que no estuvieron al momento de correr.

“Las declaraciones entregadas por los testigos, carabineros alumnas Lili Marlén Gutiérrez Carrasco y Victoria Adasme Campos no son reales, toda vez que nunca se encontraron presentes durante mi situación del día 17 de noviembre de 2016”, escribe en su respuesta.

Junto a esto, notó que parte de las pruebas utilizadas en la carpeta investigativa fueron dos fotografías tomadas por la teniente Castillo.

Ambas imágenes fueron sacadas con el teléfono celular de la teniente, y corresponden a una reconstitución de escena ordenada por la autoridad días después de que Chesed rindiera la evaluación de Acondicionamiento Físico.
El recurso interpuesto por Chesed señala que también le “llama la atención” que los primeros documentos emanados de Fiscalía sí consideran sus afecciones como un acto de servicio, como la Resolución Exenta N°3, de fecha 3 de enero de 2017.

Una vez revisados los descargos de Chesed, la Comisión desestimó sus reparos y emitió otro dictamen, el 30 de octubre pasado, que confirma la postura adoptada previamente: expulsarla de la Esfocar, insistir en “patologías preexistentes” y no conceder una pensión de retiro.

“El escrito presentado por la Carabinero Castro Becerra no aporta antecedentes suficientes que permitan arribar a otra conclusión”, sentenció el escrito.

A la fecha, el caso continúa en desarrollo, aunque cada vez quedan menos instancias para que Chesed pueda apelar. El pasado 8 de noviembre fue a dejar su segunda reposición a la Escuela, donde la atendieron el capitán Fuentes Villegas y la teniente Castillo.

“Quiero lograr que al menos me den una jubilación y que reparen todo el daño hecho. Ahora ni siquiera puedo permanecer de pie por una hora sin que me moleste la columna y las piernas”, concluye.

*Tras consultar a Carabineros por su versión de los hechos, la institución declaró que “los antecedentes relacionados con el caso descrito se encuentran actualmente en proceso indagatorio”.

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