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Poder

12 de Diciembre de 2017

Tironi recuerda HidroAysén para afirmar que el cuco no existe

"En días en que se levantan nuevamente voces que anuncian catástrofes de toda índole si no se opta por el camino de su preferencia no viene mal recordar el caso de HidroAysén, que se suma a tantas otras predicciones apocalípticas que han terminado por esfumarse", dice.

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En una columna escrita en El Mercurio, cuyo título es “Misteriosa sabiduría”, Eugenio Tironi recuerda la situación del mega proyecto HidroAysén para afirmar, a cinco días de la segunda vuelta presidencial, que el cuco no existe. Así lo expresa.

“En días en que se levantan nuevamente voces que anuncian catástrofes de toda índole si no se opta por el camino de su preferencia, no viene mal recordar el caso de HidroAysén”, dice el sociólogo.

Tironi trae a colación que él mismo participaba del respaldo al proyecto y se sumaba a las voces que afirmaban que no ejecutarlo sería una tragedia. Nada de eso pasó.

“Cuando este gobierno puso la cara y lo rechazó, en junio de 2014, ya mi fe en el proyecto había decaído. No así la de la cúpula empresarial, que reaccionó diciendo que con esto “se opta por energía menos limpia y más cara, en circunstancias que Chile tiene la energía más costosa de América Latina”. Nada de eso ocurrió. Abortado HidroAysén, no se produjo el anunciado apagón. Y es más: el precio de la energía cayó espectacularmente, la inversión en proyectos renovables no convencionales tuvo un boom extraordinario, y Chile se ha vuelto un ejemplo mundial en la materia”, apunta.

Más allá de lo que hizo posible el escenario descrito antes, el ideólogo de la campaña del “NO”, subraya que “si se trata de extraer lecciones de esta experiencia, la principal, a mi juicio, es que decisiones que en su momento pueden parecer desquiciadas -como a mí y a muchos nos pareció la postergación y el rechazo a HidroAysén- terminan provocando efectos virtuosos. No es que quienes lo defendíamos fuéramos unos pícaros; lo apoyábamos genuinamente, pero, claro, en base al conocimiento del que entonces disponíamos y con ese sesgo usual que nos lleva a no prestar la debida atención, o derechamente a negar, los argumentos o evidencias que cuestionan nuestras creencias. El tiempo demostró que estábamos equivocados, y que los objetores tenían razón. Lo que confirma que los humanos tenemos la manía de creer que sabemos más de lo que sabemos, de imaginar que el futuro es más controlable de lo que es, y que al mismo se llega por una sola vía, cuando en realidad todo es más azaroso y nada resulta jamás como estaba planeado, muchas veces para mejor”.

Así -dice- “en días en que se levantan nuevamente voces que anuncian catástrofes de toda índole si no se opta por el camino de su preferencia no viene mal recordar el caso de HidroAysén, que se suma a tantas otras predicciones apocalípticas que han terminado por esfumarse”.

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