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Cultura

2 de Enero de 2018

Reflexiones de Simone Weil sobre la libertad

Se puede entender por libertad algo distinto a la posibilidad de obtener sin esfuerzo lo que agrada. Existe una concepción muy diferente de la libertad, una concepción heroica, que es la de la sabiduría común. La libertad verdadera no se define por una relación entre el deseo y la satisfacción, sino por una relación entre […]

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Se puede entender por libertad algo distinto a la posibilidad de obtener sin esfuerzo lo que agrada. Existe una concepción muy diferente de la libertad, una concepción heroica, que es la de la sabiduría común. La libertad verdadera no se define por una relación entre el deseo y la satisfacción, sino por una relación entre el pensamiento y la acción; sería completamente libre el hombre cuyas acciones procediesen, todas, de un juicio previo respecto al fin que se propone y al encadenamiento de los medios adecuados para conducir a este fin. Poco importa que las acciones en sí mismas sean fáciles o dolorosas, y poco importa, incluso, que estén coronadas por el éxito; el dolor y el fracaso pueden hacer al hombre desdichado, pero no pueden humillarlo mucho tiempo cuando es él mismo quien dispone de su propia facultad de actuar. Disponer de las propias acciones no significa en absoluto actuar arbitrariamente: las acciones arbitrarias no proceden de ningún juicio y no pueden, propiamente hablando, llamarse libres. Todo juicio se refiere a una situación objetiva y, por consiguiente a un tejido de necesidades. En ningún caso el hombre vivo puede dejar de estar acorralado, por todas partes, por una necesidad absolutamente inflexible; pero como piensa, puede optar entre ceder ciegamente al aguijón por el que aquella lo empuja desde el exterior, o bien conformarse a la representación interior que él se forja; en esto consiste la oposición entre servidumbre y libertad. Los dos términos de esta oposición no son, por lo demás, sino los límites ideales entre los que se mueve la vida humana sin llegar a alcanzar jamás ninguno, a no ser que deje ya de ser vida. Un hombre sería completamente esclavo si todos sus gestos procediesen de una fuente distinta a su pensamiento, bien las reacciones irracionales del cuerpo, bien el pensamiento de otro; el hombre primitivo hambriento, cuyos saltos están todos provocados por los espasmos que retuercen sus entrañas; el esclavo romano siempre a las órdenes de una vigilante armado con un látigo, y el obrero moderno que trabaja en cadena, se acercan a esta miserable condición.

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