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Opinión

8 de Enero de 2018

Columna de Cristóbal Bellolio: Mientras nos hacemos mayores

Por ahora, las acciones del FA van al alza: cuenta con un elenco joven y preparado que ha optado por el duro camino de construir orgánicas partidarias mientras sus rivales en la izquierda representan partidos cansados cuyas glorias están en el pasado. Pero esto no garantiza nada. El desafío del FA es mantenerse culturalmente atractivo en los próximos años.

Cristóbal Bellolio
Cristóbal Bellolio
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“Wouldn’t it be nice if we were older? Then we wouldn’t have to wait so long” dice la canción de The Beach Boys, del celebrado álbum Pet Sounds de 1966. Bien podría ser el tema que encarne el estado de ánimo de la dirigencia del Frente Amplio (FA) chileno. Aunque irrite a sus detractores y sus partidarios lo consideren una frivolidad, el FA está de moda. La pregunta es si acaso esa frescura y novedad que atrae a tanta gente (especialmente jóvenes) durará hasta que sus cuadros sean lo suficientemente adultos como para encabezar los destinos de la nación. La pregunta es si no se desinfla en el camino.

Piense en el Podemos, el manoseado símil español del FA. Irrumpió con fuerza en 2014, combinando relato generacional con una crítica a la moderación neoliberal del PSOE. Se pensaba que Podemos reemplazaría finalmente al partido de sus padres en el espectro político. La popularidad de su líder Pablo Iglesias subía como la espuma. Era cuestión de tiempo. Sin embargo, acaban de cerrar un año para el olvido. No encontraron un registro adecuado para lidiar con el independentismo catalán y el propio Iglesias se hizo insufrible para la mayoría de sus compatriotas. Hoy, Podemos está bajo el PSOE en las mediciones y está siendo alcanzado por el liberal centrista Ciudadanos.

Por ahora, las acciones del FA van al alza: cuenta con un elenco joven y preparado que ha optado por el duro camino de construir orgánicas partidarias mientras sus rivales en la izquierda representan partidos cansados cuyas glorias están en el pasado. Pero esto no garantiza nada. El desafío del FA es mantenerse culturalmente atractivo en los próximos años. Es decir, seguir tocando las teclas correctas en la sociedad chilena. Primero, no cesar en su actitud de irreverencia política, que incluye una cuota de ingenuidad, otra de heroísmo y una pizca de utopía (esa clase de irreverencia que no tuvieron sus hermanos mayores y que sirvió para correr el cerco de lo programáticamente posible). Segundo, evitar las tentaciones que rodean al ejercicio del poder. Un parlamentario FA es sorprendido negociando con un carabinero para sacarse un parte y –ahora sí- se acaba la magia. Episodios así son inevitables. Pero hay que reducirlos al mínimo. Por efectista que sea, la faramalla de la reducción de sueldos ayuda en ese empeño. En tercer lugar, al FA le toca trabajar en su cara institucional. Ya no son tres sexys quijotes solitarios en Valparaíso. La relación de Giorgio Jackson con Gabriel Boric llegó a ser material homo-erótico. Pero ya no serán los políticos mejor evaluados por la ciudadanía los que estarán siempre frente a las cámaras. De la etapa del lucimiento personal tendrán que mutar al juego colectivo –y a varios en este equipo les cuesta un mundo.

En la dimensión presidencial, el mandato es cuidar a Beatriz Sánchez. Es cierto que tanto Boric como el alcalde de Valparaíso Jorge Sharp tendrán edad suficiente para competir en la próxima presidencial. Pero da la impresión que Boric hace lo posible por des-presidencializarse (en la próxima entrevista puede aparecer con bata y gorra de baño), mientras Sharp no quiere que su mandato porteño sea visto como un mero trampolín. Para exorcizar esa crítica y validar su gestión, debe reelegirse. Por todo lo anterior, la Bea no puede ser liberada de sus obligaciones políticas todavía.

Finalmente, el FA tiene otra tarea pendiente. Hay un Chile que no solo no los conoce, sino que les tiene terror. Partiendo por la élite, que no sabe a qué se enfrenta. Difícilmente lo sabrá si el FA no tiene voz en las tribunas mediáticas del establishment. Dicho de otro modo, el FA necesita cronistas que cuenten su historia. Nadie mejor que Ascanio Cavallo para hablar de la Concertación, nadie mejor que Héctor Soto para hablar de la derecha. ¿Quiénes hablarán del FA?

Hasta ahora, parece tener cuatro almas. La primera es socialdemócrata y está asociada a la hegemonía de Revolución Democrática, eje indiscutible de la coalición. La segunda es de índole libertaria y allí se matricula el Movimiento Autonomista y la Izquierda Autónoma. La tercera parece conectarse con los colectivos populares que apoyaron a Alberto Mayol: Nueva Democracia y Partido Igualdad, además del Partido Poder. Finalmente, el cuarto polo es un híbrido hippie-liberal donde caben humanistas, ecologistas, piratas y el Partido Liberal de Chile. A varios en el FA les complica la presencia de los liberales de Vlado Mirosevic. A fin de cuentas, el diputado que obtuvieron en Los Lagos fue originalmente vetado por varios colectivos por su pasado piñerista. Otros entienden, en cambio, que el PL cumple un rol relevante para ampliar la cancha ideológica de la coalición. Porque Mirosevic no levanta banderas contra la doctrina del FA; más bien pone temas que no están en la agenda del FA. Del equilibrio de poder entre estas cuatro almas depende si el FA se arrincona en la izquierda o bien busca avanzar hacia el centro político en aras de construir una coalición apta para gobernar.

Pero no hay prisa para los Millenials del FA. Una cosa es llegar a La Moneda porque los astros electorales se alinearon y otra distinta es hacer el gobierno que se quiere. Aunque a veces, como canta Brian Wilson, a uno le den ganas de ser mayor para no tener que esperar tanto tiempo.

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