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Opinión

1 de Febrero de 2018

César Soto, el librero “querellado” por Tololo y Colombina Parra: “Nicanor sabía que yo había coleccionado su obra”

A pesar de ser uno de los libreros y bibliófilos más reconocidos en el ambiente literario, el filósofo y poeta César Soto ganó notoriedad pública, de forma indeseada, apenas en diciembre pasado. Ese mes, parte de la familia de Nicanor Parra lo acusó de mantener cuadernos inéditos y manuscritos del antipoeta, por lo que finalmente presentaron una querella en su contra. Aquí, en su primera entrevista tras la demanda, Soto cuenta su relación con Parra, “la que he tenido por 45 años, como librero y amigo”, sostiene. “Lo que hago produce envidia, pero no puedo entender que cada cosa se malinterprete. Tengo derecho a vivir tranquilo”, avisa.

Jonás Romero Sánchez
Jonás Romero Sánchez
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Fue el viernes 19 de mayo de 2017. Esa tarde, el diario La Segunda traía una entrevista –firmada por el periodista Daniel Rozas- que, varios meses después, el bibliófilo César Soto lamentaría. “Ese artículo despertó toda esta chimuchina”, reconoce hoy, desde su casa en San Miguel.

La entrevista en cuestión era una de las pocas que Soto, anterior dueño de una de las librerías más emblemáticas del Santiago de la década de los 80’, había concedido en un medio de circulación nacional. En ella, aseguraba tener “la mayor colección de originales de Parra en el mundo”.

Las declaraciones que Soto hizo en el vespertino, están incluidas en la querella por receptación que Cristóbal Ugarte y Colombina Parra, nieto e hija del antipoeta, presentaron el 8 de enero pasado.

Sobre las acusaciones contenidas en la demanda, el coleccionista asegura que las responderá “a su tiempo”. Mientras, su abogado, Hugo Rivera –conocido por representar a Andrónico Luksic y a don Francisco, entre otros-, se encuentra trabajando en la defensa sobre las acusaciones que tanto Tololo y su abogado, Luis Valentín Ferrada –amigo de Nicanor, y exdefensor de Miguel Krassnoff y Margot Loyola-, han hecho a través de la prensa.

¿Cuándo fue la última vez que visitó a Nicanor?
-El año 2014 me pidieron hacer una bibliografía de todos los libros publicados por Nicanor Parra en lengua castellana. Se publicó en la revista de Estudios Públicos, como homenaje a sus 100 años de vida. Cuando fui a verlo en 2016, él estaba muy contento y agradecido. Nicanor sabía que yo había coleccionado su obra, sus libros, y que era un bibliógrafo de sus trabajos. Sé que lo que hago produce envidia, pero no puedo entender que cada cosa se malinterprete. Tengo derecho a vivir tranquilo.

Es decir, ¿él le asignaba un valor a que tú y otras personas almacenaran su obra de esa forma, no con un fin especulativo?
-Es que no puede tener un fin especulativo porque armar una colección no es fácil. Quizás la gente no lo entienda porque ya no se juntan libros, ni siquiera se colecciona esas enciclopedias caseras, pero hay que conseguir libros que no están, raros, escasos, y los coleccionistas buscan eso, hasta que se va formando la colección a través de los años. Yo empecé la colección de Nicanor Parra desde el 73’ en adelante. 45 años de coleccionar su obra.

Parecida a la edad que tiene la Colombina
-Claro. 45 años por lo menos. Yo conocí a Nicanor Parra cuando se estaba casando con la mamá de la Colombina.

***
Hoy, la casa de César Soto, a pocas cuadras del paradero 15 de Gran Avenida, luce como si hubiese pasado un huracán. En su comedor, conviven libros desparramados, estantes con primeras ediciones de Neruda, un grabado original de Roberto Matta y los restos de un desayuno inconcluso.

Soto conoció a Parra el año 1968, en un taller literario que el antipoeta dictaba en el Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile. En ese entonces estudiaba filosofía de la mano de Juan Rivano, y participaba como colaborador ayudante del taller de Parra.

“Cuando Nicanor viajaba a Estados Unidos, Jesús Ortega y yo nos quedábamos a cargo del taller”, rememora.
Durante esos años, Soto, quien también participaba del taller de escritores de la Universidad Católica –dictado por Enrique Lihn-, formó una amistad más o menos estable con el antipoeta. “Fuimos conversando y haciéndonos conocidos”, dice.

“Después del Golpe, me quedé a residir en Chile, pero empecé a trabajar con un estudio bibliográfico en Buenos Aires, catalogando colecciones. Hasta que en los años 80’, decidí instalar en Santiago un estudio bibliográfico de libros antiguos, con el objetivo de recopilar documentos de la historia de Chile y América, y de formar una editorial. Era un proyecto bastante ambicioso, que bautizamos ‘América del Sur’. Conseguimos un local en calle Merced 306, y para la inauguración invité a Nicanor Parra a que hiciera un recital de su poesía”.

¿Qué recitó Parra en esa ocasión?
-Fue el año 1982. Me parece que ya estaba escribiendo sus ecopoemas. Uno de ellos era sobre Rubén Darío, que decía más o menos “Rubén, inspíranos un buen poema, amén”.

-¿Seguiste trabajando con él?
Ese año, yo pasé unas vacaciones en Isla Negra, donde Nicanor también tenía una casa, cuando nos enteramos del fallecimiento del ex presidente Eduardo Frei Montalva. Lo comentamos, y él empezó a escribir ensayos de poemas y antipoemas. Le dije ‘Nicanor, yo que estoy empezando a editar libros, ¿por qué no hacemos una edición?’.
Así se fue generando la edición de ese “opúsculo”, que se puede llamar, sobre Eduardo Frei, que da cuenta de la posición que Frei Montalva tenía en la historia de Chile, donde Parra demuestra cierta simpatía porque habla de “la época en que los presidentes eran elegidos de forma democrática”. Yo no le agregué mucho más a lo que él ya había hecho.

A Parra se le criticó no haber sido un abierto opositor de la dictadura.
-Las posiciones filosóficas, políticas e ideológicas, y de creencias religiosas de Parra son complejísimas. Creo que su propia obra habla por él. Hace poco se dijo que Parra fue un poeta incómodo para la izquierda y la derecha, porque su poesía consiste en un pensamiento no lineal. El pensamiento detrás de su obra puede llamarse hasta antifilosofía. Generalmente, las ideologías ideologizan la realidad. No sé si él quería quedar bien con alguien, o con alguna causa, pero tampoco quería estar mal.

Al final se imprimieron 100 ejemplares firmados por el autor, que originalmente iba a traer una portada de Eugenio Dittborn, que no le gustó. En ese tiempo había que pedir permiso al ministerio del Interior, así que con mi pareja Graciela Rivano, hija de Luis Rivano, pedimos permiso a la dirección social de comunicación social, para que nos autorizaran a imprimir el libro. Para la presentación, hicimos otra lectura en la editorial, donde también invitamos a Gonzalo Rojas, a quien queríamos acercar con Nicanor, ya que estaban bastante peleados.

¿Por qué?
-Yo diría que tenían una diferencia casi ideológica. Porque tenían dos conceptos distintos de la poesía: Gonzalo era más de la poesía clásica de la lengua. Y Nicanor era más de la antipoesía. Había ahí todo un conflicto, que sigue existiendo.

¿Y en los años posteriores?
-Por ese tiempo siempre pasaba Enrique Lihn, a veces junto a Nicanor, a mi librería, o yo iba a La Reina. Siempre hubo una relación. No con demasiada frecuencia, pero siempre manteniendo una amistad. Luego, en los años 90’ en la comunidad Lira Ibáñez, volvimos a vernos con frecuencia. Nicanor me comentaba de los libros que estaba trabajando, y yo le daba ciertas opiniones editoriales, cosas así. Recuerdo, por ejemplo, que en 1996 yo le dije en esta misma biblioteca que se podía quedar con Simbad el Marino (Obra inédita del autor): ‘Nicanor, si gustas te lo puedes llevar’. Pero él me dijo ‘no, al César lo que es del César’. Así era nuestra relación, hasta que se lo llevaron a vivir a Las Cruces. La última visita que le hice fue en agosto del 2016.

***
Sobre la mesa, el coleccionista despliega una obra con los mecanografiados originales del Canto General de Pablo Neruda. Entusiasmado, Soto apunta a una de las correcciones que el propio Nobel hizo con un lápiz verde a sus versos. “Originalmente, la frase ‘sube a nacer conmigo hermano’, decía ‘sube a mi casa conmigo hermano’. Fíjate, es una de las correcciones más notables que hay en la poesía chilena y de todos los tiempos, porque este libro está considerado como el evangelio de América. Aquí también hubo 45 años de trabajo”, apunta.

¿Cómo te enteraste de la muerte de Nicanor?
Me enteré por Adán Méndez que me llamó, el día martes en la mañana muy temprano, yo estaba en Curicó, le respondo el teléfono y me dice, “murió Nicanor”. Así.

Es una cosa que sabía que iba a pasar en cualquier momento por la edad que él tenía, pero todavía estoy procesando todo.

Nicanor mismo no creía mucho en estas cosas de funeral ni cosas por el estilo. Una vez conversamos largamente de que los monjes zen van a los funerales a reírse de quienes lloran. No entienden qué le pasa a esta gente que no comprende que la vida es un milagro cuando es. Y bueno, dejó de ser y habrá otras vidas, no hay de que lamentarse. De hecho, Nicanor no era adepto a ir a funeral ni cosas por el estilo.

¿Tampoco era fanático de las ceremonias?
-No, de ningún tipo de ceremonia. De conversaciones sí, y de recitales. De ahí en adelante siempre llevó su vida así, alrededor de personas que estaban en procesos creativos.

¿Seguiste la cobertura que se hizo del velorio y el funeral?
-Muy poco. Y lo poco que vi no lo tengo bien procesado todavía.

¿En qué sentido?
-Todo esto de que había gente que no podía ir al funeral, o al velorio. Mis sentimientos están un poco enredados con la situación. Además, este proceso del cual he sido víctima, digamos, ha tendido una alta complejidad emocional.

¿Alguien te informó que no podías ir o tú entendiste sin que te lo dijeran?
-Yo entendí que no iba a ser bienvenido en esas circunstancias, especialmente por la querella que ya estaba de por medio. Además, aparecen los hijos administrando la situación funeraria, pero bueno. En esa foto que te mostré de la última visita que le hice a Nicanor, cuando ya nos retirábamos, Nicanor me dijo “tú te vas riendo y yo me quedo llorando” y yo le dije “Nicanor, piénsalo al revés, yo me voy llorando y tú te quedas riendo”.

¿Por qué te dijo eso?
-Yo creo que fue una despedida.

Una despedida un poco oscura.
-Claro es que a los 102 años ya no lo estaba pasando muy bien. Estuvimos bien en ese momento, pero tú comprendes que a los 102 años no estás en tu plenitud. Y yo nunca le había escuchado esa frase antes.

¿Qué significó Nicanor Parra para ti? ¿Lo consideraste un amigo?
-En las dedicatorias se puede ver que él dice “a mi amigo”, “a mi hermano”. Si él reconoció esta amistad, y también que yo conocía profundamente su obra. Siempre leí muy bien sus libros, entonces se puede decir que hay un vínculo de amistad. Durante mucho tiempo había mucha gente alrededor de Nicanor, era muy difícil encontrarlo solo. Fueran críticos literarios que venían de Estados Unidos, como René de Costa, John Garganigo, o personas que venían de España a estudiar su poesía, pero siempre había gente. Había que esperar un cierto turno para poder conversar con él y compartir.

¿Tú lo consideras tu amigo?
-Sí, claro.

Con su muerte, se especula que puedan surgir algunas obras inéditas, cosas inconclusas, la transcripción de algunos cuadernos. Tú, que estudiaste conscientemente su obra ¿crees que haya algo de valor que él no haya publicado en vida?
-Yo creo que Nicanor tenía un grado de lucidez bastante elevado con respecto a su obra, en esto te quiero decir que él sabía perfectamente lo que era publicable y lo que no, es algo que yo siempre lo conversé con René de Costa. Yo creo que siempre tuvo una elevada lucidez sobre lo que tuviera algún sentido dentro de sus Obras Completas, libro que da exacta cuenta -y por algo se están traduciendo al francés y a otros idiomas- del total de la obra de Nicanor Parra. No creo que sea necesario agregarle nada. Por mi parte, hasta que me despida de este mundo, mi preocupación serán mi poesía, Pablo de Rokha, y todo lo que tenga que ver con Iloca.

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