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Opinión

15 de Febrero de 2018

Columna de Camilo Escalona: Un acierto estratégico

“Este proceso que honra a Chile hoy se ignora o desconoce, instalándose una visión refundacional o elitista que desprecia las luchas populares del período reciente, incluso omitiendo la dura oposición de Pinochet al fin de su régimen”.

Camilo Escalona
Camilo Escalona
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La más amplia unidad democrática para derrotar la dictadura se plasmó el año 1988, con la decisión de las fuerzas opositoras de enfrentar el Plebiscito del 5 de Octubre, unidas en un solo bloque para votar NO e impedir el plan de perpetuación de Pinochet en el poder.

En ese camino, una decisión esencial fue la formación del “Comando por el NO”, que desde la Democracia Cristiana y la entonces llamada Derecha Republicana, tuvo la activa participación de las orgánicas socialistas más relevantes -que aún no se reunificaban-, integrando además al más que centenario PR y el recién formado PPD. Eso ocurrió el día 2 de febrero, del año 1988, y su impacto fue capaz de cambiar la historia de Chile.

Así se gestó y nació la Concertación de Partidos por la Democracia que se constituyó formalmente después del triunfo del NO, pero con una fuerza decisiva para hacer frente con una candidatura única a las elecciones presidenciales del 14 de diciembre de 1989, en las que obtuvo la victoria con Patricio Aylwin.

Primero en el Comando por el NO y luego en la Concertación se unieron formaciones políticas de centro y de izquierda, en una unidad que no fue total, pero que sí logró una mayoría tan vasta y sólida que realizó el proceso que tantas veces parecía imposible, como era derrotar a Pinochet, reponer la democracia y el respeto a los Derechos Humanos, en forma pacífica y sin el incalculable costo de una cruenta confrontación violenta.

Este proceso que honra a Chile hoy se ignora o desconoce, instalándose una visión refundacional o elitista que desprecia las luchas populares del período reciente, incluso omitiendo la dura oposición de Pinochet al fin de su régimen. Por eso, hay que insistir que la gesta del NO tuvo un alcance histórico, del más profundo sentido libertario, que exigió disciplina y gran organización del anchísimo bloque democrático triunfante.

La gran pregunta era si “jugar” en la cancha planteada por Pinochet, es decir, aceptar el piso institucional en que se llevaba a cabo la puesta en marcha del Plebiscito, constituía una estrategia certera aunque dictada por las circunstancias o si no era más que una claudicación disimulada de la oposición democrática.

Este dilema ocurrió dado que las movilizaciones sociales de años anteriores, cuyo motor fueron las protestas populares del período 83-86, activaron a millones de personas, consiguieron romper el receso político, provocar severas tensiones en el régimen y hacer renacer el sueño de libertad y democracia para Chile, pero no el término de la dictadura que se mantuvo en pie, recurriendo a una cruenta represión.

Sin embargo, ante las dudas, resuelta y lúcida fue la voluntad ciudadana de inscribirse con gran masividad en los registros electorales, convirtiéndose en el factor que cambió completamente el escenario político nacional que se estableció en 1988, echando abajo los elaborados planes de Pinochet.

En rigor, fue la propia experiencia del pueblo de Chile la que se decidió a participar. Eso significó un cuerpo electoral de una magnitud imposible de manipular por el aparato estatal controlado por Pinochet.

El dictador entró a un campo diverso al de sus proyecciones iniciales, con el cambio de escenario la exclusiva fuerza militar no le alcanzaba para controlar ese proceso, su dimensión popular lo sobrepasaba; en el hecho él fue quien pasó a jugar en terreno ajeno, el mismo que había tratado de evitar durante 15 años a un costo social incalculable, en la cancha del ejercicio de la voluntad popular.

Sin resolver el talón de Aquiles de su plan de perpetuarse, el régimen puso en acción la voluntad popular que ya no estaba en condiciones de controlar o de manipular; en la oposición al comprender esa nueva realidad social, los impulsores de la política del NO fueron capaces de concretar un acierto estratégico, de tal alcance que Pinochet fue derrotado y se impuso la transición a la democracia.

Ahora estamos a 30 años de tales sucesos, a lo largo del país debiese ser motivo de orgullo ese proceso y esa victoria democrática y debe ser conmemorada como se merece, en estos días de tanto desconocimiento de lo que costó terminar la dictadura y en que se ignora el rol que jugaron los partidos políticos de los que tanto se reniega, sin saber cuál fue su contribución a la libertad de Chile.

Esa gesta democrática es una razón para honrar la política, en una etapa en que la confusión y el desánimo, el individualismo y apetitos subalternos, parecieran tomarse el escenario. La fuerza del “NO” debiese llegar hasta hoy para que se reagrupen con la mayor amplitud los demócratas chilenos y las fuerzas populares, desde el centro hasta la izquierda, de modo de reiniciar el esfuerzo de reagrupar una mayoría nacional que les respalde para gobernar Chile.

*Ex Presidente del Senado y vicepresidente nacional del PS.

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