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Opinión

15 de Febrero de 2018

Muchas luces y algunas sombras, por Francisco Vidal

“No fuimos capaces, por nuestras diversas miradas, de enfrentar el que sigue siendo el principal problema de la sociedad chilena: la desigualdad y la enorme concentración del poder en el 1% de la población”.

Francisco Vidal
Francisco Vidal
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Entre las múltiples luces de la Concertación es que en la historia chilena contemporánea no ha existido una coalición política más exitosa al haber accedido a La Moneda durante 20 años continuos. Lo más cercano a esta historia son los 14 años de gobiernos radicales (1938 – 1952), pero con una gran diferencia: durante ese periodo no fue la misma coalición política a partir de los distintos partidos que respaldaron ese proyecto. Así mismo el indicador más relevante del éxito de una coalición política es que se reemplace por una misma coalición en los sucesivos gobiernos. Por supuesto, todo lo anterior respaldado por la mayoría ciudadana. Patricio Aylwin ganó con el 56% de los votos, Eduardo Frei Ruiz-Tagle con el 58% de los votos, Ricardo Lagos con el 51% de los votos en segunda vuelta y Michelle Bachelet en su primer gobierno, con el 53% de los votos obtenidos en segunda vuelta. Allí radica la clave del éxito de una coalición política. Mantenerse en el gobierno con el respaldo de la mayoría.

Las mayores luces de esta coalición política fueron las grandes transformaciones positivas en la sociedad chilena. El crecimiento económico en esos 20 años se multiplicó por 4 veces; la pobreza en 1990 heredada de la dictadura cívico militar de derecha alcanzaba el 38.8% de familias viviendo en dicha situación, al concluir el cuarto gobierno de esta alianza dicha cifra alcanzaba solo el 11%. Cabe destacar, en el mismo nivel de importancia de las cifras anteriores, el avance en verdad y justicia en materia de Derechos Humanos, como ningún otro país en el mundo que haya vivido una dictadura tan criminal como la chilena, el informe Rettig y Valech abrieron caminos cada vez mayores de verdad y justicia. Así mismo, en el orden valórico libertario, el país avanzó en el respeto a las minorías como los pueblos originarios, así como en materia de autonomía y libertad de las personas con la ley de divorcio y la ley de filiación entre otras.

De igual manera hubo reformas sustantivas en algunas instituciones del Estado, como la Reforma Procesal Penal así como en materias de índole social como el AUGE en salud y el incremento que implicó multiplicar por 5 el número de estudiantes en la educación superior, pasando en este periodo de 200.000 a 1.000.000 de estudiantes. Lo mismo ocurre en diversas materias, destacándose la disminución de déficit de viviendas, el enorme plan de infraestructura, vial, portuaria, aeroportuaria, entre otras. Todo lo anterior y mucho más estuvo en el activo de la Concertación.

Entre esos muchos más estuvieron las sucesivas reformas a la Constitución del 80 donde se destacaron la creación de los gobiernos regionales en 1993 y sobre todo la reforma del 2005 cuyos aspectos sustantivos fueron la eliminación de los senadores designados; la supremacía del poder civil sobre el poder militar a través de la atribución del Presidente de la República para llamar a retiro a los Comandantes en Jefe de las instituciones y al General Director de Carabineros de Chile solo con un decreto fundado e informándole al parlamento. En esta misma área, la reforma del 2005 le quitó la tutoría sobre la sociedad democrática al Consejo de Seguridad Nacional dejándolo solo como un organismo asesor del Presidente de la República.

Pero no todo fueron luces, también hubo sombras. Quizá la principal fue la división política trasversal al interior de las fuerzas constituyentes de esta alianza entre flagelantes y complacientes. Para decirlo en términos simples: los flagelantes, entre los cuales me inscribo, siempre vimos “el vaso medio vacío” y los complacientes por otra parte, “el vaso medio lleno”. Lo que desencadenó esta división fue el resultado de la elección parlamentaria de 1997 que, no obstante, haber alcanzado la mayoría absoluta, 50.5% de los votos en dicha elección, se registró una pérdida de votación de la coalición de alrededor de un millón de votos. Solo dos años después, en la elección presidencial de 1999, la derecha estuvo a punto de alcanzar el triunfo obteniendo solo 30 mil votos menos en la primera vuelta, es decir, un voto por mesa, y si logramos el triunfo en la segunda vuelta, es mi convicción avalada estadísticamente, que fue por el apoyo del Partido Comunista. Nos siguió ocurriendo lo anterior en las elecciones de 2005 cuando permanecimos en el gobierno fundamentalmente por el carisma y tipo de liderazgo de Michelle Bachelet.

El sistemático desgaste frente a la ciudadanía obedeció a que no enfrentamos con el mismo éxito reseñado en las políticas anteriores, la brutal desigualdad en la distribución del ingreso y su contracara, la concentración del poder político y económico en una ínfima minoría. En síntesis, la Concertación hizo avanzar el país en progreso, en verdad y justicia, en la inserción internacional de Chile, en la disminución de la pobreza, entre otras materias positivas. Sin embargo no fuimos capaces, por nuestras diversas miradas, de enfrentar el que sigue siendo el principal problema de la sociedad chilena: la desigualdad y la enorme concentración del poder en el 1% de la población. Lo anterior explica por qué murió la Concertación y ésta le dio el paso a la Nueva Mayoría con Bachelet en el 2014, pero lamentablemente por las mismas razones anteriores, específicamente por no compartir un diagnostico similar entre las fuerzas de la nueva coalición, también fuimos derrotados en el 2017.

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