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LA CALLE

19 de Febrero de 2018

Las artesanas chilenas que rescataron la fibra más antigua y fina del mundo

La oveja merino, originaria de España, es una de las razas más antiguas del mundo y su lana una de las más preciadas del planeta, pero descuidada por la producción industrial. Por esta razón, un grupo de tejedoras y productores de ovino de la zona centro sur de Chile busca rescatarla del olvido. “Lo que […]

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La oveja merino, originaria de España, es una de las razas más antiguas del mundo y su lana una de las más preciadas del planeta, pero descuidada por la producción industrial. Por esta razón, un grupo de tejedoras y productores de ovino de la zona centro sur de Chile busca rescatarla del olvido.

“Lo que más me gusta de esta lana es su suavidad, y que se logra una prenda liviana y calentita. De hecho, acá no se conocía mucho, porque ha habido muchas mezclas entre las ovejas, además la gente se dedica a criarlas para carne”, dijo a Efe Margarita Beas, quien de niña se acercó al oficio textil.

En la región de O’Higgins, llena de historia y riqueza frutícola, ubicada a unos 80 kilómetros al sur de la capital chilena, se levanta el rebaño más grande de esta especie de oveja en el país suramericano, de más de 25.000 cabezas.

Beas, quien con sus ajadas manos y su hábil técnica para hilar trabaja en el tejido hace más de veinte años, es apoyada por un grupo de investigadores del Centro OVISNOVA de la Universidad Santo Tomás, financiado por el gobierno regional para crear valor a la producción asociada a la lana merino.

“Con este proyecto queremos rescatar el patrimonio de ovejas merino que existe en la sexta región. La idea es mejorar la calidad de su lana y ponerla al servicio del trabajo de las artesanas del territorio”, señaló la médico veterinario y directora del Centro OVISNOVA, Marcela Gómez.

Entre las propiedades que ofrece la lana merino, que no se encuentran en otros tipos de fibras, está la finura de sus hebras, que se utilizan en prendas de vestir delicadas y también deportivas.

Según quienes la prefieren, es ideal para practicar actividades al aire libre debido a su capacidad térmica, que absorbe la transpiración, su suavidad al contacto con la piel y ausencia de malos olores, ya que es antibacterial y protectora de los rayos UV.

Asimismo afirman que es una tela renovable, reciclable y biodegradable, lo que la convierte en un material noble y muy apetecido en el mercado.

“Las tejedoras hacen cosas maravillosas, cosas patrimoniales. Han heredado esta cultura de sus madres, de sus abuelas, pero creo que la gente no tiene la claridad del valor que esto tiene. Es un trabajo hecho a mano, hecho realmente con técnicas que son ancestrales”, remarcó la directora del proyecto, Marcela Gómez.

La calidad de cualquier tipo de lana se mide en micrones, para así establecer un rango de suavidad y fineza entre sus especies. Las más gruesas fluctúan entre los 30 y 35 micrones, mientras que las inferiores a 26 no generan alergia, ni tampoco dan comezón.

La lana merino, por su parte, está entre los 18 y 24 micrones, lo que la convierte en una de las más suaves y preciadas por los conocedores.

Los investigadores chilenos se preocuparon de hacer una simbiosis entre la calidad y el diseño, con el objetivo de impregnarle a la lana merino un sello de calidad, con diseños únicos, y en una amplia variedad de productos.

Alejandra Fuenzalida, diseñadora experta en conservación de textilería patrimonial y parte del proyecto, explicó que se desarrolló una línea decorativa con pieceras, bajadas de cama, cojines, cortinas y también una partida de vestuario.

“Ahí entra el rol principal de la lana merino, porque su foco son los productos que están en contacto con la piel”, precisó Fuenzalida.

Esta iniciativa busca además incentivar a las mismas artesanas a darle un valor agregado a las lanas, ya que actualmente esta fibra solo se trabaja de manera industrial, por medio de ovejeros que la venden a empresas intermediarias, que producen ropa y tejidos fuera del país.

Las trabajadoras anhelan que la gente aprecie, busque y valore las tradiciones chilenas, que se han perdido con el avance del tiempo y la industrialización del rubro textil.

“Es muy lindo lo que es la lana, y volver a trabajar en esto. Como digo siempre, en el campo hay muchas cosas que hacer aunque la gente crea que no”, concluyó Margarita Beas, experimentada tejedora y parte esencial del desarrollo y conservación de este arte.

Además de rescatar la labor de las tejedoras como “capital humano vivo”, la propuesta pondrá en marcha en 2018 una ruta textil, que contará con estaciones en las que se venderán artículos y se mostrará el proceso de producción de la lana merino, desde la esquila de los animales, el lavado del vellón, cardado, hilado teñido y tejido.

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