Columna: Así se destruye la cultura de un país

Autocensura, lleva como título la columna que escribe Almudena Grandes en el diario El País de España y que dice lo siguiente:

“La calidad de las intenciones que pongan en marcha el proceso es irrelevante. El infierno está empedrado con las mejores. Un buen día se invocan los sentimientos más elevados, la sensibilidad más progresista, el bien general, para prohibir un acto, para retirar de la circulación un libro, para prohibir la exhibición de una película, para descolgar un cuadro, para cerrar una exposición”.

Para la escritora española, justificar esas decisiones de censura generalmente suele ser grosero, “pero incluso cuando es sublime, los bellos conceptos que la integran resultan irrelevantes, y el respaldo de la opinión pública, por muy democrático que parezca, no tiene ningún valor”.

“El único efecto transcendental de la censura de cualquier tipo sucede en el ánimo, en el espíritu creativo, o como lo quieran llamar, de cualquier artista, escritor, cineasta, que después de asistir a la condena de un creador, se sienta a una mesa ante un papel en blanco y un instrumento para escribir, o para dibujar”, sostiene en su escrito.

Es precisamente el instante -opina- en que el creador cavila si tiene vocación de héroe, ante lo que muy posiblemente resuelve que no. ¿Por qué? porque piensa entonces en “su familia, en su pareja, en sus hijos, en las facturas de la luz, del gas, de la calefacción, en la letra de la hipoteca que tiene que pagar todos los meses”.

Entonces el creador -cierra Almudena- decide que “no pasa nada si sustituye un nombre propio por dos iniciales, que si pone a Buda en lugar de a Cristo (….)  Y publicará su libro, pintará su cuadro, rodará su película. Ese es el único efecto relevante de la censura. Porque así se destruye la cultura de un país”.