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Cultura

27 de Febrero de 2018

Guillermo Arriaga apela a la muerte para resaltar la “potencia de la vida”

En “El Salvaje”, la última novela del mexicano Guillermo Arriaga, la muerte se convierte en un elemento medular que sirve para poner de relieve “la potencia de la vida”, como ocurre en buena parte de su obra creativa, según señaló el escritor y cineasta en entrevista con Efe. Arriaga, que presentará su ambiciosa ficción hoy […]

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En “El Salvaje”, la última novela del mexicano Guillermo Arriaga, la muerte se convierte en un elemento medular que sirve para poner de relieve “la potencia de la vida”, como ocurre en buena parte de su obra creativa, según señaló el escritor y cineasta en entrevista con Efe.

Arriaga, que presentará su ambiciosa ficción hoy en el Instituto Cultural de México en Miami (EEUU), relata en su más reciente publicación dos historias, la de Juan Guillermo, un joven de 17 años que se enfrenta a la muerte de su familia, y la de la caza obsesiva de un lobo que realiza en Canadá el inuit Amaruq.

La obra, con la que acaba un silencio novelístico de 16 años, trata “sobre lo indestructible de la voluntad, lo indestructible del espíritu humano y la potencia de la vida”, manifestó el escritor, quien tomó vivencias propias para recrear el México de los años del “movimiento estudiantil del ’68”, del hippismo y de los primeros escarceos con la cocaína y heroína.

Años en los que las patrullas policiales salían a vigilar las calles de Ciudad de México y quien era encontrado afrontaba una detención bajo cargos de sedición, por lo que los adolescentes de barrios como el de Unidad Modelo, donde se escenifica la historia de Juan Guillermo, encuentran en las azoteas un refugio y espacio donde vivir sus primeras experiencias vitales.

“Mucho lo hacíamos en las azoteas, son una parte muy importante de mi historia personal”, reconoce Arriaga, que en la trama de su voluminosa ficción los grupos de la ultraderecha católica, “muy beligerantes, muy agresivos”, cumplen un papel determinante.

No es autobiográfica, pero la novela, como él apunta, toma de sus vivencias y de su vida, como el personaje del hermano mayor, Carlos, basado en su propio hermano mayor Carlos, si bien el perfil autodidacta e ilustrado del personaje se basa en el del padre del autor, de 93 años y “un hombre que desde muy chico ha tenido un gran interés por la lectura”.

La muerte, que cruzó la famosa trilogía fílmica que elaboró como guionista con el cineasta Alejandro González Iñárritu (“Amores perros”, “21 gramos” y “Babel”), no solo es un sello de su obra creativa presente en esta ficción, sino también ese estilo de escritura directo, sin ambages ni barroquismos.

“Es el que se me da y contra eso no se puede hacer mucho”, explica Arriaga, quien durante años se nutrió de autores como Ernest Hemingway, Pío Baroja, Jorge Luis Borges y su compatriota Juan Rulfo.

Fundamentalmente “un contador de historias”, el mexicano no solo ha escrito guiones sino que ha sido productor de películas como “Desde allá” (2015), dirigida por el venezolano Lorenzo Vigas y que se hizo con el León de Oro en el Festival de Venecia.

Su “bautizo” detrás de cámaras como director fue con el largometraje “The Burning Plain” (2008), protagonizada por Charlize Theron, Jennifer Lawrence y Kim Basinger, y al que le seguirá la adaptación fílmica de su primera novela, “Escuadrón Guillotina”, que espera poder empezar a rodar en febrero del próximo año, y que definitivamente será filmada en español, según reveló.

Con 33 nominaciones, incluidas a los premios Óscar, los británicos BAFTA y los mexicanos Ariel, Arriaga es parte de un auge de la cinematografía en su país y que por estas fechas se ve refrendado con las trece nominaciones para los premios Oscar que ha conseguido “La forma del agua”, de su compatriota Guillermo del Toro.

Además de ello, Arriaga destaca la participación en festivales internacionales de cineastas mexicanos como Amat Escalante, Carlos Reygadas o Alonso Ruizpalacios, cuya última cinta, “Museo”, compite por estos días en la sección oficial del Festival de Berlín.

“No tienen el mismo impacto mediático de los óscares, pero hablan también de que hay en la cinematografía mexicana una gran variedad”, resalta el autor, quien confiesa sentirse “muy cómodo” detrás de cámaras.

Si bien los premios y nominaciones son recibidos con “muchísima alegría”, dijo, no trabaja en proyectos cinematográficos pensando en festivales o el Oscar y solo se preocupa en hacer la “mejor película posible”.

“Pondré mi alma y mi corazón en ella. A veces le pegas, a veces no”, manifiesta.

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