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Cultura

15 de Marzo de 2018

Marcela Said, directora de cine: “Una mujer que todavía cree que es normal que el marido le pague los calzones, está muy mal”

Tras un exitoso recorrido internacional por festivales como Cannes, San Sebastián, Estocolmo y Biarritz, la realizadora estrenó este jueves en cines chilenos la película “Los Perros”, protagonizada por Antonia Zegers, Alfredo Castro y Alejandro Sieveking, un retrato feroz de las mujeres que se ven enfrentadas diariamente al machismo puro y duro, pero también es una reflexión sin moralina del mundo de los cómplices pasivos en dictadura y como han pasado piola. Una película que también está basada en un caso particular: la historia del ex coronel del ejército Juan Morales Salgado, quien fuese ex jefe de Jorgelino Vergara conocido como El Mocito, y que antes de cumplir condena en Punta Peuco fue profesor de equitación de la misma Said.

Macarena Gallo
Macarena Gallo
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La película, entre otras cosas, es el retrato del machismo imperante, a través de la historia de una mujer de clase alta que está rodeada de hombres que no la quieren y la basurean, y que termina buscando el cariño en un profesor de equitación con un oscuro pasado en la DINA.
-Sí. Es una mujer que está sin amor. No la ama el marido, no la quiere el padre, es una mujer que está en búsqueda de cariño todo el rato. Es una mujer que no logra liberarse, que le están imponiendo un rol. El marido le impone un rol de madre que ella no quiere y no es capaz de decirle de frentón al tipo ‘no’, el padre la ningunea, hasta la policía. Esta escena de sexo, que es un abuso entre consentido y no.

Es muy fuerte esa escena. Para qué la voy a describir. La idea es que vean la película.
-Sí. Pero esa escena tiene que ver con muchas historias que nos pasan a las mujeres. A veces los tipos creen que uno está contenta en esa situación y no necesariamente. A veces no entienden un no. A veces, de alguna manera, una se deja abusar. Es muy sola. Esta película, sobre todo, es para las mujeres. Está hablando de nuestro contexto femenino de hoy en día, de cómo las mujeres en general, y no solamente en Chile, estamos tomando conciencia de que hemos estado demasiado sometidas, en roles que a lo mejor nos han atribuido, de que tenemos que liberarnos del patriarcado. Y no lo digo como un discurso al aire, sino que a mí misma me ha costado tomar conciencia que esto también me concierne. O sea, de que no es normal que tengamos sueldos distintos y las mismas oportunidades.

El mundo del cine también es muy machista.
-Sí. El mundo del cine es muy masculino. No necesariamente tenemos las mismas oportunidades ni te dan los mismos presupuestos. O sea, desconfían. Ya por ser mujer. “Es que las mujeres no saben esto, no saben hacer escenas de acción”, como si mi cine fuera menos bueno que el de mi colega chileno hombre. Cuando es nada qué ver. A nosotras siempre nos ha tocado pelear el doble y es algo que yo, en algún momento, no quería aceptar o no quería darme cuenta. Y sí, ha sido mucho más difícil. Y ha sido mucho más difícil hacer cine cuando eres mamá, cuando tenís familia, etcétera. Es complicado. Si querís hacer carrera, quizá los niños no son compatibles. No es compatible ser mamá, tener ocho hijos y hacer cine. Yo no podría tener ocho hijos y hacer lo que hago. O sea, sí, podría. Perdón, con no sé cuántos millones de dólares y teniendo nana y enfermera para las guaguas. En Chile, hay algunos ejemplos de mujeres muy vergonzosos. Como estas mujeres que tienen muchos niños, pero que al mismo tiempo necesitan tres o cuatro nanas para que les críen los hijos. Me dan vergüenza ajena. Y, al mismo tiempo, digo, bueno, si son felices, allá ellas. Pero es un Chile que está desapareciendo. O sea, es ridículo. No hay ninguna de mis amigas que aspire a eso.

La protagonista, por lo que se ve en la película, no es una heroína.
-Siempre escribí este personaje sabiendo que no iba a ser una heroína, que no iba a ser lo correcto.

No era una mujer fantástica.
-No iba a ser una mujer fantástica, justamente. Iba a ser una mujer muy poco fantástica. Porque soy súper apegada a la realidad en ese sentido. Y soy muy pesimista. Es muy difícil ser héroe y hacer lo correcto.

En ese sentido, el personaje de Mariana es bien incorrecto. O sea, no enjuicia a priori al profesor de equitación por su pasado Dina.
-Sí. Mariana es un personaje que no está moralmente situada en el lado del ‘ah, no, yo no me junto con este tipo’. Es súper curiosa. Está confundida. Es un personaje súper complejo. Hay una cosa súper ambigua. Quise jugar con esta cosa de los grises. No necesariamente el que se supone que es malo es malo y los buenos son buenos. La apuesta de la película fue trabajar en esa zona en que los culpables pueden no ser otros. Para mí, el más malo de la película es el padre, o sea el tipo que nunca paga lo que hizo, no necesariamente el coronel. Y no estoy diciendo que no tenga que pagar el coronel, estoy diciendo que no es el único que debería pagar. Y estoy hablando de como 40 años más tarde estos roles han cambiado. Y como alguien que pudo haber hecho mal en el pasado, es el único personaje generoso respecto de Mariana.

LOS PERROS Y EL CORONEL

En toda la película, aparecen los perros: perros reales, esculturas y pinturas de perros, y perros de mierda que representan a estos hombres que rodean a Mariana. ¿De dónde viene la idea de trabajar con la figura de los perros?
-Yo tenía en la mente una frase del Mocito que decía: “nosotros fuimos los perros”. Ahí me apareció el primer perro. Después pensé en la palabra perraje, que venía de estos burgueses clasistas, y me imaginé a los militares que eran menos que ellos. Y luego aparecieron estos otros perros reales, que son los de la película, que también son víctimas. Y llegaron los perros de Becerro y Lorca. Y todos juntos empezaron a componer a esta sinfonía. De a poco los perros empezaron a invadir la escritura y dejé que lo hicieran, pero no fue algo premeditado. De hecho, me molestaba un poco al principio. Como la película es de caballos, obviamente yo decía qué hacen estos perros en el mundo de los caballos. Pero los perros aparecieron mucho después. Mi idea al principio era reflexionar sobre la complicidad del mundo civil con la dictadura. O sea, los cómplice pasivos. Yo había conocido en la vida real a este coronel que aparece en El Mocito cuando era profesor de equitación. Lo fui a buscar porque había sido uno de los jefes del Mocito y quería que me diera una entrevista. Y el, por supuesto, me dijo que no. Y a mí me gustaban los caballos. Tomaba clases de equitación en otro lado. Entonces, lo que hice fue cambiarme de club y empecé a tomar clases con él para ver si me terminaba dando una entrevista. Cosa que sucedió dos años después.

¿Y qué pudiste descubrir de este ex coronel?
-Me parece súper interesante darse cuenta de que alguien que puede estar acusado de cosas, o que pudo haber tenido un pasado oscuro, no es que toda su vida sea eso. Esto es mucho más complejo. Estamos hablando de alguien que conocí 40 años más tarde después de que sucedieron las cosas. Y que él dice, tal como en la película, que no tiene las manos manchadas de sangre, que efectivamente él estuvo a cargo del servicio de guardaespaldas y que las cosas que pasaron ahí y los crímenes que se perpetuaron en Simón Bolívar habrían sido efectuadas por otras brigadas que operaban en el mismo lugar, pero que no estaban a su cargo. Podrá ser justificación o no, pero él fue parte de ese horror, por eso esto es tan complejo. No soy de las personas que condenan a priori. Estaba mucho más curiosa e interesada en quién era esta persona. Y si se arrepentía de lo que había hecho o no.

¿Qué te decían cuando contabas que tomaba clases con ex DINA?
-Mucha gente me decía cómo es posible que estés tomando clases de equitación con ese tipo. Y yo me justificaba diciendo que quería conseguir esta entrevista y, por otro lado, me parecía súper interesante conocer quién era este personaje. Y me di cuenta que era un tipo que estaba muy solo esperando la condena, que no había hablado lo que le había pasado con su familia, y eso también me dio a pensar que esto es más terrible. Y que podía reflexionar la historia del país desde ahí. Y, en general, creo que no es bueno llegar y apuntar con el dedo y decir “estos son los malos, estos son los buenos”. Por supuesto, que estaban los malos malos y los buenos que no lo eran tanto. Como los verdaderos cómplices pasivos que prefirieron dar vuelta la cabeza y no mirar lo que estaba pasando. Fue una experiencia interesante tratar de entender desde otra perspectiva los otros cómplices de la dictadura. O sea, que la dictadura no hubiese durado 17 años en este país si no hubiera habido gente que la apoyara y financiara. Todos los civiles que trabajaron al lado de Pinochet. Entonces, me parece que es súper fácil lavarse las manos hoy, como lo hacen muchos, y solo cargarles la mano a estos militares.

Piñera sacó a colación la responsabilidad de los civiles en dictadura. Un doble estándar, porque tiene a cómplices pasivos en cargos de su gobierno.
-Sí, claro. Pero siempre. Eso es lo peor de todo. Bueno, acaba de nombrar a ese intendente pinochetista de Ulloa. Impresionante. Y, al mismo tiempo, ¿sabís qué? Yo creo que estamos acostumbrados en Chile a estos payasos, como a Ulloa y Kast, pero siento que no son peligrosos, porque la mayoría del país llegamos a un consenso y ya sabemos que podemos hablar de dictadura y no de gobierno militar, sabemos que es un horror, ya no hay ambigüedades al respecto.  Estamos todos de acuerdo con que lo que pasó. A lo que voy, es que sabemos que defender a Pinochet es incorrecto.

No deja llamar la cantidad de votos que sacó Kast en primera vuelta. Es gente que desempolvó los bustos de Pinochet para apoyarlo.
-Eso habla de un porcentaje de un país fascista, nomás. Más que tratarlos de pinochetistas, los trataría de ignorantes, poco empáticos y poco compasivos. Porque da lo mismo que a ti no te haya pasado nada, sabiendo que en este país hubo gente con familiares desaparecidos, uno no debiese hablar a favor de una dictadura que hizo desaparecer, partiendo por ahí. A mí no me cabe en la cabeza.

¿Cuántos coroneles, que tuvieron un paso oscuro, andan dando vueltas por ahí?
-Piensa tú que en la DINA trabajaron como cinco mil agentes y que en Punta Peuco hay 50 y algo. Bueno, pregúntate dónde están los 4500 otros. O sea, hay mucha gente y que todavía está viva en la calle.

En la película, el coronel se suicida. Porque en la vida real está cumpliendo condena en Punta Peuco.
-Sí. Había visto la noticia de un ex militar que se suicidó en una plaza cuando tenía que ir a cumplir condena a Punta Peuco y dije “puta, qué buena escena”. O sea, qué heavy. Y dije “está bien que se suicide” en la película. Alguien me dijo: no podís hacer que se suicide, es súper incorrecto, lo vas a dejar como mártir. Y yo dije: pero qué importa, así terminan muchos: suicidándose. No quieren irse a la cárcel, da lo mismo. Es como ya, cagaron. No les queda nada más. Y, al mismo tiempo, el suicidio es trágico como destino en general. Ahí decidí que mejor se suicidara. Aparte que uno está haciendo cine.  Terminar en Punta Peuco habría sido muy correcto. O sea, pagando por sus culpas. No hago ese tipo de cine.

¿Eres partidaria de que se cierre Punta Peuco?
-Sería partidaria de que todas las cárceles fueran como Punta Peuco. Cuando supe que a Punta Peuco lo querían destinar a mujeres embarazadas, que está bien, pensé por qué no construyen más cárceles así. Creo que es al revés: ya me parece terrible encerrar al ser humano haya hecho lo que haya hecho. Y si lo vamos a encerrar, no puedes tenerlo en condiciones infrahumanas. O sea, yo conocí Punta Peuco y tampoco es como una súper cárcel. Me parece que así debieran estar los presos. Encuentro que el cierre de Punta Peuco es más simbólico que efectivo. En la cárcel ya están. Igual se van a morir ahí.

¿Estás de acuerdo en indultar por razones médicas a militares condenados por delitos de lesa humanidad?
-No estoy de acuerdo.

Para terminar, y volviendo al tema de las mujeres, me cuentas que estás escribiendo una historia a partir del caso de Nabila Rifo.
-A mí me llamó mucho la atención el caso de Nabila Rifo. Me impactó pero así mal. No pude creer lo que le pasó a esta mujer, que le sacaran los ojos, que la dejaran viva… ese drama como de tragedia griega. No era de este mundo, era el horror absoluto. Y, más encima, no sé si el abogado fue u otra persona, que le dijo “pero usted tenía una vida sexual disipada” y ella responde “qué tiene que ver mi vida sexual con lo que me pasó”. Y dije aquí hay que hacer algo. Y estoy escribiendo un guión con Antonia Zegers reflexionando un poco sobre eso. Pero me parece que ya no es normal que en América Latina tengamos una tasa de feminicidio tan alta. No es normal que los hombres sigan matando mujeres, que las mujeres sigan aceptando abusos. Creo que hay que educar. Es demasiada la violencia. Tenemos que hacernos responsables nosotras y decir basta. Desde el pololeo en adelante uno no puede aceptarles nada. Ningún tipo de control, debemos entender que las relaciones tienen que ser horizontales, pero para eso también las mujeres tienen que entender que para obtener libertad, si no tenemos independencia económica, no tenemos nada. Estamos obligadas a trabajar, porque no vai a dejar que un hueón te pague los calzones, entendamos. Una mujer que todavía cree que es normal que el marido le pague los calzones, está muy mal. Y acá hay una especie de cultura de estas mujeres mantenidas que después se separan y el marido les sigue pagando la casa. Me parece impresionante.

Trailer de Los Perros que critica el no cierre de Punta Peuco

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