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Opinión

5 de Abril de 2018

(Falso) manual para hablar de fachos, primera parte: José Antonio Kast

Día de sol, tempranísimo en la mañana, J.A.K toma desayuno y revisa su twitter. Se da cuenta, con horror, de que nadie le ha respondido la última barbaridad que tuiteó. O, peor para él: sólo sus fans le han respondido. Sus detractores están todos en silencio. No hay retuits. No hay insultos. No hay nada de eso que le da la fuerza a J.A.K. para ser quien es. Deja su desayuno con desánimo. Está totalmente desarmado.

Camila Gutiérrez
Camila Gutiérrez
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Hay algo que me aterra de las columnas políticas. Quienes las escriben siempre parecen muy seguros de lo que están diciendo. No sé si es porque saben demasiado o porque el género-columna-política requiere esa impostación. Yo escribo desde el lugar de una votante promedio relativamente informada y que se hace preguntas que no sabe bien cómo responder. Si una columna puede ser un pensamiento inacabado, ésta es eso, exactamente. Y parte de un hecho confuso. O de un hecho nada confuso pero sobre el que no supe qué sentir. Creo que a varios les pasó lo mismo. Fue el asunto J.A.K. en la Universidad Arturo Prat de Iquique, que me hizo tener las siguientes reacciones en este preciso orden:

1. Qué complicado esto de la agresión física igual…
2. Pero qué placer, qué placer
3. Aunque qué rabia darle pie a que se victimice
4. Pero de verdad qué ganas de haber estado ahí
5. Aunque igual complicado…
6. PERO QUÉ GANAS DE HABER ESTADO AHÍ SI BIEN MERECIDO LO TIENE
7. Aunque qué agotamiento que haya logrado lo que quería: que estemos todos hablando de él.

Luego todas estas reacciones coexistieron sin imponerse ninguna sobre otra. El único momento de relativa claridad lo alcancé leyendo a Felipe Kong, amigo en Facebook, a quien cito acá:

“Kast no se mueve por odio. Se mueve por vanidad. Lo que quiere hacer es movilizar discursos de odio (…) Es un enemigo que crece y conviene detenerlo ¿cómo se hace eso? ¿contándole a nuestros amigos lo malo que es? ¿bajándole las charlas por medios institucionales? (…) Ningún método sirve por sí solo. Su zona de trabajo es la imagen y por tanto allí hay que apuntar. Al asumir cínicamente su posición, no tiene sentido “funarlo” por ser como es y como él admite que es. No hay nada que sacar a la luz. Tampoco sirve censurarlo, porque se aprovechará de su imagen de rebelde silenciado (:..) Pero lo que sí sirve es ensayar estos métodos y otros para ir viendo en tiempo real qué cosas perjudican su imagen y qué cosas le favorecen”.

Las frases “Su zona de trabajo es la imagen/se mueve por vanidad” me trajeron un recuerdo de manera instantánea, pre-racional. Una voz de madre, años noventa –mis años de infancia- diciendo sobre el pendejo bully del curso: “No lo pesques, se va a aburrir”. Era un consejo era tan universal como difícil. Armarse de paciencia y estrategia ante ese pendejo requería un ejercicio de contención de rabia casi monacal y prácticamente imposible si alguien te está agrediendo todo el día. Pero la voz de madre se me implantó igual y, luego de la voz, una imagen. Esta vez no era un recuerdo sino un deseo.

Día de sol, tempranísimo en la mañana, J.A.K toma desayuno y revisa su twitter. Se da cuenta, con horror, de que nadie le ha respondido la última barbaridad que tuiteó. O, peor para él: sólo sus fans le han respondido. Sus detractores están todos en silencio. No hay retuits. No hay insultos. No hay nada de eso que le da la fuerza a J.A.K. para ser quien es. Deja su desayuno con desánimo. Está totalmente desarmado.

Sé que la política no se juega realmente en twitter. Pero para el tipo de vanidad que posee J.A.K. en gran parte sí. No tiene nada que ver con la de Piñera, otro insigne vanidoso, que piensa más en los libros de historia o en su proyección -su esquiva dignidad- internacional. J.A.K., es una especie de millenial (con perdón de los millenial) en el cuerpo de un viejo facho para el que la vanidad-red-social o cualquier forma de espectáculo cortoplacista es crucial. Y, también a diferencia de Piñera, la imagen que quiere construir es la del mártir y, mientras más nos manifestemos activamente contra él, más imparable se hace.

Sé que el llamado a ignorarlo, tal como el consejo de la madre diciendo “No lo pesques”, es algo difícil porque requiere la voluntad de una venganza disciplinada versus el placer inmediato del insulto y la consiguiente sensación de justicia instantánea o, por lo menos, de cierto equilibrio. Y en Chile, con las cosas como están y con J.A.K., así violento como es, a veces se necesita el placer inmediato para poder vivir.

Pero a J.A.K., hay que callarlo.

Y el placer inmediato no está siendo efectivo.

Y no sólo no está haciendo efectivo en tanto que le da vitalidad sino que también nos desvía de una conversación obligatoria. De quien tenemos que hablar es de su sobrino, Felipe. Porque en la misma medida en que J.A.K se nos sobreexpone, Felipe se nos esconde. Y es él, no J.A.K, quien conecta con el votante facho-progre que no tiene problemas, por poner un ejemplo, con la adopción homoparental pero no lo considera nada prioritario, nada de derechos humanos, e incluso usará el eufemismo de “agenda valórica” para amontonar todos estos temas con los que no está reñido pero en los que nunca se detendrá a pensar. Este votante, creo, es quien puede decidir las próximas elecciones. Pero de él, y de Felipe, voy a hablar la próxima vez.

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