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Opinión

10 de Abril de 2018

Columna: Lo que realmente se jugó en la elección de Costa Rica

Compitió una iglesia-partido político con sentido estratégico, con una feligresía amparada en más de 6,000 pequeños cultos repartidos en todo el país.

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A muchos costarricenses, y también a los observadores internacionales, les habrá pasado inadvertida una noticia difundida el día de la elección ´presidencial del pasado 1 de abril en uno de los canales nacionales de TV.

Al mediodía, un hombre de nacionalidad panameña (quien se identificó como pastor evangélico pentecostal de ese país) se presentó con nombre y apellidos ante uno o dos millones de televidentes –y mientras el expresidente Pastrana de Colombia y los observadores de la OEA recorrían los centros de votación— dijo, sonriendo y sin ningún empacho: ¨hemos venido aquí a observar y tomar nota de como nuestro hermano o colega Fabricio (alguno de los dos términos usó…) puede ganar una elección”. “Hemos venido a aprender y así conocer el procedimiento y la técnica (sic) para que Costa Rica sea la primera de muchas elecciones en América Latina”.

A confesión de parte, relevo de prueba. Estamos ante una transnacional religiosa que hizo una “observación paralela”. La elección costarricense era, pues, el “laboratorio” o primera prueba donde las iglesias pentecostales harían su experimento de como transformar congregaciones religiosas en partidos políticos para tomar el Estado. Y de allí generar un efecto domino hacia otros países de América Latina.

Desde luego, la elección costarricense del 1 de abril de 2018 no fue el primer caso. Ya en el pasado, Guatemala –con Ríos Montt, quien acaba de morir sin expiar sus culpas ante la justicia, y ahora Jimmy Morales, un cómico de profesión– lograron ganar el Ejecutivo. Sin embargo, era distinto. No había en esos dos eventos un plan estratégico y orgánico como el que se dio en Costa Rica. Desde hace varias décadas los partidos políticos guatemaltecos son muy débiles y la militancia religiosa de ambos tuvo ciertamente impacto en política pública, sobre todo en el caso de Rios Montt quien mando a matar muchos seres humanos en nombre de Dios y la democracia. No obstante, en ambos casos, sus partidos políticos eran una “melange” de pastores religiosos, hombres de negocios, exmilitares, etc. Eran más inorgánicos.

En el caso de Costa Rica, compitió una iglesia-partido político con sentido estratégico, con una feligresía amparada en más de 6,000 pequeños cultos repartidos en todo el país y—además—con una institucionalidad transnacional con sedes en Miami, Orlando, Santo Domingo, San Juan, y varios otros lugares. Y con un “Pastor Mayor”, cuyo nombre ahora es muy conocido por haber afrentado a la Virgen de los Ángeles, la patrona y principal icono religioso del país. El origen de la Iglesias Pentecostales se dio en los Estados Unidos entre 1970 y 1980 especialmente, como una práctica religiosa- financiera- empresarial basada en el “culto a la prosperidad”. Es una trama hemisférica.

Avisados estamos en toda América Latina. Lo de Costa Rica solo fue un primer round, que en esta ocasión terminó a favor de la democracia liberal y no del confesionalismo. El olfato y el espíritu bravío del pueblo costarricense reacciónó a tiempo. Pero habrá otros rounds y el resultado puede ser distinto. El próximo puede ser en Brasil. Una pista a los lectores: busquen en Google el termino neo-pentecostal y seis de cada diez acepciones son en portugués. El radicalismo confesional/ultra conservador que hoy azota Sao Paulo es solo el inicio de lo que parece que será una larga lucha en el siglo XXI. Observen la evolución política de Marcos Pereira y Flavio Rocha, del PRB de Temer, ambos pastores. Síganle la pista a José Antonio Kast, en Chile. Algo similar está larvándose en Ecuador. La democracia esta sitiada en nuestro hemisferio. El camino será largo y empedrado.

Columna de Jaime Ordoñez para Confidencial

*Jaime Ordóñez es director del Instituto Centroamericano de Gobernabilidad (ICG) con sede en San José.

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