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Opinión

17 de Abril de 2018

Columna: Un RD para (todos los) Chile

En suma, el desafío de RD es conducir el proceso de transformación de un Chile diverso. Para ello se necesitan orientaciones y acciones políticas claras. Y la primera de ellas es abrazar a los Chiles con los que aún somos extraños. Eso requiere con urgencia esfuerzos sustantivos en formación y reflexión ideológica. Cuando hagamos eso, tal vez entonces logremos entender por qué el alza de la nueva izquierda coexiste con el auge de la derecha y la proliferación de los discursos xenófobos e intolerantes que amenazan nuestra democracia.

Paulo Yáñez y Juan Diego Gómez
Paulo Yáñez y Juan Diego Gómez
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La historia de RD y el Frente Amplio es la de una infancia de rápido crecimiento y múltiples desafíos. Desafíos sustentados en las esperanzas y anhelos de millones por cambiar el país y que estriban, sobre todo, en aprender de Chile para hacer una correcta lectura del momento y camino político. El desafío de conducir para gobernar, para hacerle sentido al ciudadano, es un verbo que conjuga tres acciones: representar, incluir y escuchar. Y es imperativo comenzar por la última.

Uno podría preguntarse si no hemos ya comenzado a hacerlo. RD y el FA irrumpieron exitosamente en el Congreso. Desde ahí, se aprecia que sin duda hay un Chile que se siente escuchado por nosotros. Valeroso y emancipado, que proviene del movimiento social. Pero Chile no es uno solo. Es diverso. Y la verdad, es que aún hay muchos Chile que nos son ajenos: los sectores de menores ingresos, los segmentos etarios más altos, la juventud despolitizada, las regiones, los pueblos originarios y un largo etcétera.

Entonces, ¿cómo escuchamos a esos Chiles? Primero, no quedándonos solo con los datos electorales. No es consistente declarar que RD y el FA no deben “parlamentarizarse”, sino que su misión es vincular a las instituciones con el pueblo; para luego diagnosticar la voluntad ciudadana solo en base a esos resultados. Al contrario, hay que lograr explicar cómo llega la derecha más cavernaria al poder, a partir de escuchar y observar los sujetos y prácticas plurales que constituyen los muchos Chiles. Y la mejor forma de hacerlo es formar parte de sus comunidades.
Insertarse y participar activamente de sus territorios. Necesitamos convivir y parecernos más a todos los Chiles. Debemos estar donde la realidad duele más.

Cuando logremos eso, descubriremos la importancia de vincularnos con la sociedad civil: en ella, además de las organizaciones territoriales, muchos ciudadanos se organizan en cooperativas, corporaciones o fundaciones para cuestiones tan cotidianas como conexiones de internet vecinal o paneles solares, y tan decisivas como la lucha contra la droga y el narcotráfico. Los ciudadanos no solo esperan las soluciones del Estado, sino que se organizan para participar de la construcción de las mismas. Es vital, entonces, para RD no quedarse debajo de esos procesos.

Esta certidumbre plantea otros desafíos para RD. La formación política debe incorporar a las dirigencias sociales y a los líderes locales insertos en sus comunidades dotados de la politización necesaria para conducir sus procesos de construcción con una perspectiva nacional. Si queremos ser Gobierno, como solemos declarar, debemos darle centralidad a las tareas de formación política que permitirán capacitarnos para representar, incluir y escuchar a todos los Chile.

Finalmente está el desafío de construir una identidad ideológica. Un partido sin ella es un partido instrumental, que lucha por el poder sin norte ni visión. RD debe articular coherentemente una pluralidad ideológica que rechace las etiquetas que reducen la pluralidad de la sociedad real a la que queremos conducir. Las identidades ideológicas no las construyen solo los intelectuales, sino también los ciudadanos que se identifican con ellas, repensándolas en sus prácticas. RD debe construirse como la casa de la nueva izquierda, donde participen y deliberen socialistas, demócratas radicales, liberales, socialdemócratas y muchos ciudadanos con pensamiento crítico sin etiquetas.

En suma, el desafío de RD es conducir el proceso de transformación de un Chile diverso. Para ello se necesitan orientaciones y acciones políticas claras. Y la primera de ellas es abrazar a los Chiles con los que aún somos extraños. Eso requiere con urgencia esfuerzos sustantivos en formación y reflexión ideológica. Cuando hagamos eso, tal vez entonces logremos entender por qué el alza de la nueva izquierda coexiste con el auge de la derecha y la proliferación de los discursos xenófobos e intolerantes que amenazan nuestra democracia. Sería un avance sustantivo, pues en una sociedad en rápido proceso de cambio sigue siendo cierto que comprenderla es el paso decisivo para transformarla.

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