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Opinión

19 de Abril de 2018

Columna de Jorge Schaulsohn: José Antonio Kast, ¿el “MIR” de la derecha?

Pablo Neruda dijo que así como el mundo es Redondo la ultra izquierda de tanto moverse hacia la izquierda termina juntándose con la derecha. La frase acuñada en el período soviético cuando el Vate derramaba tinta en sus odas a Stalin y aplaudía la invasión a Hungría y Checoeslovaquia reflejaba el rechazo visceral de los […]

Jorge Schaulsohn
Jorge Schaulsohn
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Pablo Neruda dijo que así como el mundo es Redondo la ultra izquierda de tanto moverse hacia la izquierda termina juntándose con la derecha. La frase acuñada en el período soviético cuando el Vate derramaba tinta en sus odas a Stalin y aplaudía la invasión a Hungría y Checoeslovaquia reflejaba el rechazo visceral de los comunistas pragmáticos al idealismo de los jóvenes izquierdistas que abrazaban la ortodoxia revolucionaria intransigente, sobre todo en América Latina y que en Chile estuvo representada por el Movimiento de Izquierda Revolucionaria MIR.

Tras el golpe de 1973 la pelea continuó con los comunistas culpando de la caída de la Unidad Popular tanto al Pentágono como a la ultra izquierda a quienes acusaron de desestabilizar al gobierno del Presidente Allende con tomas violentas de empresas y fundos que no estaban contempladas en el programa de la UP; para terminar trabajando juntos cuando el PC se pasó al bando violentista con la creación del Frente Patriótico Manuel Rodríguez financiado por Cuba. En el Chile democrático de hoy, la pugna continúa con los “herederos” políticos del MIR, el Frente Amplio, sopa de siglas de grupúsculos ultras que fueron capaces de “expropiarle” más de la mitad de los votos a la izquierda tradicional.

En la vereda de enfrente, con la llegada de la democracia la derecha golpista fue poco a poco abandonando el legado de Pinochet experimentando un proceso de renovación profunda como el de la mayoría de la izquierda, que es la base de la convivencia actual. Pero, al igual que en la izquierda la renovación de la derecha dejo un vacío, un sabor amargo de abandono y traición en un segmento significativo, aunque minoritario, de sus seguidores. Ese es el espacio político que por la derecha está ocupando José Antonio Kast con su nuevo movimiento que interpreta a los más recalcitrantes y conservadores que creen que RN y en menor medida la UDI han traicionado el legado de Pinochet, dejado a su suerte a los militares procesados por supuestas (según ellos) violaciones a los DDHH, de asumir la agenda valórica de la izquierda, de ser complacientes con los inmigrantes y partidarios de reconocer igualdad de derechos a las minorías sexuales.

Es cierto que ni el Frente Amplio ni Kast son una amenaza para el sistema democrático, sobre todo porque son minoritarios y marginales; pero ambos encarnan visiones sectarias e integristas en el ámbito de sus propias convicciones e ideologías por lo que la democracia liberal y representativa no es lo suyo. El Frente Amplio tiene una clara simpatía con los regímenes totalitarios inspirados en el modelo chavista; y el movimiento de Kast levanta la misma agenda de los grupos más reaccionarios de corte nacionalista y represivos en ascenso en varios países europeos.

En el resto del mundo democrático estas fuerzas existen pero permanecen aisladas porque los partidos principales se niegan a conferirles legitimidad. Incluso tanto la derecha como la izquierda democrática se han unido varias veces para cerrarles el paso al poder. Pero en nuestro país ocurre todo lo contrario; partidos democráticos y moderados tanto de izquierda como de derecha están no solo dispuestos sino que deseosos de pactar con ellos.

Kast, socio muy considerado del Chilevamos, tiene acceso directo al Presidente de la Republica y desde ese espacio promueve su discurso odioso y discriminador; una especie de Pepe Grillo de todo lo que es políticamente incorrecto en el mundo moderno, un Torquemada, defensor de la fe, la espina en el zapato de Piñera empeñado en empujarlo a él, a RN y la UDI cada vez más a la derecha.

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