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Nacional

6 de Mayo de 2018

Atilio Borón, politólogo marxista: La gestión macroeconómica de Venezuela es desastrosa, pero ha sido víctima de una guerra económica brutal

El cientista político de la Universidad de Harvard y última línea de defensa teórica del chavismo, celebra los 200 años de Marx anticipando (ahora si) el inevitable fin del capitalismo en las próximas décadas y su reemplazo por una posteconomía colaborativa. Una profecía con la que coinciden otros marxistas como Borón e incluso sus detractores.

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Entre otras incendiarias perlas, el sociólogo argentino y escritor marxista Atilio Borón, recientemente ha calificado a Nicolás Maduro como un mano blanda cuando se trata de “aplastar” a la oposición. Incluso ha dejado de lado eufemismos para plantear que el único camino que tiene el chavismo para conseguir salir de su trance histórico es “movilizar sin dilaciones al conjunto de sus fuerzas armadas”. Precedido de esta fama, Borón dice que está algo aburrido de que siempre le pregunten por Venezuela, así que atomiza las expectativas preguntando de vuelta: “¿Crees que Marx podría ser marxista hoy?”.

Para el influyente doctorado en Ciencia Política por la Universidad de Harvard, el capitalismo tiene los días contados y acusa fatiga de material tal como lo anticipó el autor del Manifiesto Comunista. Incluso, agrega que esa estrepitosa caída es algo a lo que esta generación podrá asistir como espectadora. Le seguirá, dice, una mutación que hoy se conoce como economía colaborativa, algo en lo que concuerda el magnate húngaro y enemigo acérrimo del marxismo, George Soros. “Sin embargo no creo que leamos en El Mercurio alguna vez: “Soros anticipa el fin del capitalismo”, dice Borón.

“No hay una duda posible sobre el próximo fin del capitalismo. Sí hay una enorme curiosidad sobre cómo va a producirse o si será algo apoteósico al estilo de la caída del Imperio Romano, anclada a la especulación financiera o quizás al cambio climático que es algo bastante probable. Por otro lado, podría ser algo más moderado y escalonado derivado del impacto de China en el mercado, como un Imperio Comercial creciente”, evalúa.

“Así como están las cosas en un mundo donde apenas 8 personas concentran la riqueza de la mitad de la población global, nos hallamos ante un mundo totalmente inviable. Y así fue como lo pronosticó Marx y lo describió Eduardo Galeano: “Estamos ante una especialización productiva en la cual unos se especializan en ganar y otros se especializan en perder”, señala el politólogo invitado por la Universidad Academia de Humanismo Cristiano y la Fundación Miguel Enríquez en el marco de los 200 años del nacimiento del economista de las barbas blancas.

Jesucristo: el anticapitalista

A la luz de la crítica, explica a sus detractores que la relación que hay entre las atrocidades cometidas en Rusia, Cuba o la Venezuela a nombre de Karl Marx, es la misma que hay entre quienes perpetraron el Holocausto Judío y el Cristianismo, defiende. “No es lo mismo. Si lo piensas, Benito Mussolini, que era un católico no ferviente, pero católico al fin, no tuvo problemas en realizar acuerdos con la iglesia católica y a nadie se le ocurre adjudicar a Cristo los excesos producidos por líderes cristianos como esos o los dictadores latinoamericanos que en la mayoría de los casos suelen ser hombres de misa dominical”, rememora. “Pero recuerdas a quiénes expulsó del templo ese revolucionario anticapitalista llamado Cristo?: a los mercaderes”, remata.

A la zaga del comunismo, para Borón el verdadero mérito del capitalismo ha sido su gran capacidad de reformularse y regenerarse a través de su incepción en el imaginario como un “estilo de vida”, algo cotidiano de la sociedad. “Esta característica dinámica y fenomenal permitió al capitalismo percatarse de la enorme importancia de ganar la batalla de las ideas. Ya el Che Guevara decía que la gente defiende al capitalismo como algo normal pues se les ha dicho por más de 500 años que esta es la manera usual en que debe organizarse la vida social. El capitalismo es, en el plano de las instituciones económicas, sociales y políticas, la expresión del incorregible e inherente egoísmo de la especie humana que vemos cuando un niño pequeño le arrebata el juguete a otro. Se plantea a sí mismo como el único sistema natural, sin ninguna otra alternativa posible”, describe.

-Respecto al rol de China como economía de mercado y actor relevante de la acumulación de recursos, ¿Dónde se aprecia la herencia de Marx en esta aparente controversia?

-Lo primero que hay que preguntarse es ¿Qué ha sido China?. Un país con 5 mil años de historia, durante gran parte de los cuales fueron el eje de la economía mundial e inventores del comercio internacional y el papel moneda mientras eran considerados por el resto de Occidente como un lejano país habitado por bárbaros. Bueno, China fue destruida con la introducción de una Guerra del Opio por parte de Gran Bretaña que se veía desestabilizar en su hegemonía económica. Después, a Mao se le escapó de las manos la Revolución Cultural y llegado Deng Xiaoping, se dieron cuenta de que China debía abrir su economía al extranjero para atraer a los genuinos capitalistas a un Estado Fuerte para explotar el mercado y traer tecnología, construir una infraestructura y finalmente invertir enormemente en educación, ciencia e investigación para sostener la lucha que esperaba a China ante las potencias capitalistas del mundo. Así China llegó a ser lo que es hoy.

Entonces, ¿Qué diablos es China actualmente?, ¡Es un experimento!. Se lo he preguntado a gente de ese país y me contestan con las mismas palabras de Marx: “El socialismo y eventualmente el comunismo, ¿podrían surgir en un país sumido en la pobreza y la marginación?, ¿o requiere de un enorme desarrollo de la fuerza productiva?. Esto último es la única defensa que China tiene ya que no cuenta con una tradición de país agresor. Con suerte, su única política de defensa ha sido construir una muralla para no ser invadida… ¿A dónde llegará el camino, este?. Hay quienes dicen que China es 100% capitalista, pero creo que es una definición demasiado rotunda que no tiene en cuenta la profundidad histórica y complejidad de ese país. Como dijo un economista chino: “Nosotros vamos con cuidado porque aquí un logro económico hay que dividirlo por 1350 millones de personas y un fracaso económico hay que multiplicarlo por 1350 millones de personas”.

-¿Qué proyecciones pueden hacerse sobre el proyecto venezolano como una interpretación marxista del siglo XXI?

-El socialismo es una transición que depende de la correlación de fuerzas. De no caer en la fantasía y el fetiche de que llegando al gobierno se llega al poder, como pensaba Salvador Allende. El único que conquistó el poder en ese sentido fue la Revolución Cubana. Punto. Cuando Fidel llega a La Habana, ya no estaban ahí ni la Corte Suprema, ni los grandes propietarios de los diarios, ni los grandes sectores de la burguesía. ¡Todos se habían escapado a Miami!. Pero en Venezuela cuando llega Chávez, todos esos poderes seguían ahí instalados y esa es la gran diferencia. Hoy, creo que la gestión que se está haciendo en Venezuela en materia macroeconómica es desastrosa, pero no hay que dejar de lado de que este país ha sido objeto de una guerra económica brutal.

Mucha gente se ha equivocado como cuando pensaba que Salvador Allende, enfrentado a un escenario parecido, capituló. En realidad estaba peleando contra los grandes capitales industriales, comunicacionales, los momios de la Reforma Agraria, una veta de crítica con la iglesia católica y con la CIA operándole desde dentro. Las condiciones en que se dan estos gobiernos socialistas en América Latina son extremadamente difíciles y estos gobiernos, a pesar de sus limitaciones, han hecho cosas muy importantes. Pero el socialismo es eso: una fase de transición caracterizada por una lucha de clases durísima. Me lo dijo una vez una eminencia económica estadounidense: “You belong to us. Este hemisferio es nuestro y no nos jodan más con estas boludeces de la autodeterminación nacional”. Para ellos, Sudamérica es como un gran dique donde la vía chilena al socialismo, las reformas en Brasil o Venezuela son grietas que hay que cerrar a como dé lugar.

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