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Mundo

16 de Mayo de 2018

Ortega mantiene la represión: Tres muertos en Matagalpa

Alcalde Sadrach Zeledón es señalado de dirigir la violencia oficial y el matonismo de las turbas orteguistas.

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Los enfrentamientos entre los antimotines, turbas del gobierno contra ciudadanos autoconovocados y estudiantes dejaron al menos tres muertos en la ciudad de Matagalpa este martes. CONFIDENCIAL solo pudo corroborar la muerte de Henry Aráuz a través de los médicos que lo atendieron y la filial del Centro Nicaragüense de Derechos Humanos (Cenidh).

El alcalde Sadrach Zeledón dijo en los medios oficialistas que también murieron Wilmer Rivas González, de 37 años, trabajador de la Alcaldía de Matagalpa, y José Alfredo Urroz Jirón, de 28 años.

CONFIDENCIAL confirmó este miércoles por la mañana, que un bebé de 18 meses fue herido por una bala en Matagalpa; le entró por el mentón y se le alojó en la tráquea. Canal 4 afirmó que fueron “vandálicos”, pero los familiares del menor rechazan tajantemente esa versión y sostienen que fue la Policía Nacional. No murió, pero está grave.

Universitarios, estudiantes y religiosos consultados la noche del martes por CONFIDENCIAL en Matagalpa narraron que los disturbios empezaron muy temprano ese mismo día. En las barricadas que fueron levantadas en la ciudad quedaban pocos estudiantes la mañana del martes cuando una treintena de antimotines arribó a las inmediaciones de la salida hacia Managua a quebrar la protesta pacífica.

Según los universitarios (que prefieren no revelar sus identidades), los antimotines les arrojaron bombas lacrimógenas y balas de goma para dispersarlos. Pero de inmediato, los barrios aledaños salieron a defenderlos.

“Fue apoyo popular para los muchachos”, dijo Sadiel Eugarrios, seminarista de la diócesis de Matagalpa. Los relatos coinciden que al verse superados por la población, los antimotines tuvieron que replegarse. Ante la avanzada de los manifestantes comenzaron a disparar con armas de fuego. En varios videos que circulan los universitarios se ven a los agentes disparando con AK y sus pistolas reglamentarias.

El doctor Douglas Pravia, director general dela clínica privada Santa Fe en Matagalpa, confirmó a CONFIDENCIAL que hasta las seis de la tarde del viernes habían recibido 18 heridos, entre ellos algunos de gravedad a causa de heridas por armas de fuego. Sin embargo, no pudo dar más información porque “seguía atendiendo heridos”.

Alrededor de la ciudad, y tras las barricadas, estudiantes de Medicina y doctores —que por solidaridad se unieron a atender heridos— montaron siete puestos médicos para brindar atención de urgencia. Según estos doctores, en Matagalpa resultaron alrededor de 60 heridos, entre ellos baleados, con charneles y con contusiones. Aunque hasta la noche del viernes que CONFIDENCIAL visitó esos centros, la cantidad era aún indeterminada, porque no habían podido levantar una lista. En uno de los puestos médicos, cada nombre de los heridos era apuntado en una pequeña libreta de una tienda de mascotas, porque fue lo único que encontraron para atender. Los papeles estaban manchados de sangre así como las batas hospitalarias.

Según estos doctores, el hospital público de Matagalpa César Amador Molina no estaba atendiendo a los heridos de las protestas, por lo que montaron los puestos médicos. Aunque los más graves eran trasladados en una ambulancia a la clínica Santa Fe que sí se mostró anuente para brindar atención médica.

El ataque de la mañana se extendió hasta mediodía. En ese momento, los padres católicos y seminaristas se pusieron sus hábitos e ingresaron a la balacera a tratar de mediar entre las partes para acabar con la violencia. Carlos Blandón, párroco de la iglesia San José Obrero del Tuma, llegó a Matagalpa muy temprano y se sumó a la labor de pacificación en medio de las balas. Pero resultó imposible.

“Unos estudiantes y pobladores me hicieron casos, pero como eran tantos fue un poco imposible. Hablamos con un capitán de la Policía Nacional para que acuartelara a las tropas, pero nos dijo que no, porque la orden era quedarse donde estaban”, relató Blandón en la Catedral de Matagalpa. Este templo también se convirtió en un centro hospitalario para atender heridos que, luego, eran remitidos a la Clínica Santa Fe.

La tensión se mantuvo el resto de la noche después que el Comisariato de la Policía Nacional fue quemado. Por un lado, las autoridades culpan a los manifestantes y los universitarios a los oficiales y las fuerzas de choque. Lo que sobra es Matagalpa es poca claridad sobre los hechos, la que fue difícil de disipar ante el nivel de conflictividad en las calles.

Los ciudadanos y universitarios insistieron a CONFIDENCIAL sobre la “presencia de francotiradores” en los cerros El Calvario, Apante y San Francisco que circundan la cuidad. A eso de las once de la noche que visitamos una de las barricadas cercanas al sector de la escuela San Francisco, los estudiantes pedían caminar pegado a las paredes de las casas por temor a un disparo. En las esquinas había que correr.

“Hay muchas evidencia de francotiradores en los cerros y sería bueno que la Policía Nacional no lo siga haciendo y se pronuncie al respecto”, denunció el párroco Blandón. La Iglesia Católica ha resultado clave en Matagalpa para mediar en el conflicto.

Texto de Wilfredo Miranda Aburto publicado primero en Confidencial

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