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Cultura

22 de Mayo de 2018

Expolio, incendio y muerte: Más allá de los dorados y del erotismo de Klimt

Tras los dorados y el refinado erotismo de que hace de Gustav Klimt un favorito del gran público, hay muchas historias de expolio y muerte causada por el terror nazi y que una exposición recuerda ahora con motivo de la conmemoración este año del centenario de la muerte del pintor austríaco. “El público de Klimt […]

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Tras los dorados y el refinado erotismo de que hace de Gustav Klimt un favorito del gran público, hay muchas historias de expolio y muerte causada por el terror nazi y que una exposición recuerda ahora con motivo de la conmemoración este año del centenario de la muerte del pintor austríaco.

“El público de Klimt es muy poco crítico. Les gusta los dorados, la estética”, cuenta a Efe Niko Wahl, comisario junto a Marion Krammer de la exposición “Klimt perdido”, y que explica a Efe que esta muestra quiere completar esa visión superficial.

Para ello, la Villa Klimt de Viena, donde una vez estuvo el taller del pintor, acoge hasta septiembre esta muestra que narra no sólo la historia de esos lienzos, sino también de quienes los encargaron y compraron y que luego los perdieron, a veces junto a la vida, cuando la Alemania nazi se anexiono Austria en 1938.

Klimt es quizás el artista que más se relaciona con arte expoliado durante el III Reich, por el gran número de casos y por la relevancia mediática de algunos de ellos, como el de la “Adele Dorada” que Austria tuvo que devolver en 2006 a los herederos del industrial judío al que pertenecía, tras décadas de batalla legal.

“Hay muchos casos de Klimt porque había muchos coleccionistas judíos”, aclara Wahl.

Familias que en la Viena de principios del siglo XX pertenecían a una burguesía pudiente, con inquietudes culturales y que adquirían obras de Klimt, ya entonces una gran estrella, por diferentes motivos, entre ellos una amistad o relación cercana con él.

El comisario explica que una de las peculiaridades de Klimt es que dos tercios de su obra están hoy en día en museos (antes de 1938 sería un 10 por ciento) y muy poco en colecciones privadas.

Museos, la mayoría estatales, a los que llegaron después de expoliar o forzar a vender a sus propietarios.

Museos como el Belvedere, de donde salieron la Goldene Adele y otras cuatro piezas; o la Galería Albertina, que en 1942 compró en una subasta el dibujo “Mujer con boa de piel”, confiscado por la Gestapo y que los dueños legítimos no recuperaron hasta el año 2000.

La exposición ejemplifica cuán difícil fue durante décadas lograr la restitución de arte robado con fragmentos de un carta de 1973 en la que la entonces ministra de Ciencia le recomendaba al canciller socialdemócrata Bruno Kreisky no devolver una pieza ante el riesgo de que eso provocara una cadena de solicitudes.

En 1943 se celebró en Viena una exposición dedicada al pintor en la que un tercio de las obras había sido arrebatada a sus dueños.

Para aumentar la infamia, los cuadros fueron pasados por el filtro ario y se eliminó cualquier referencia a sus propietarios judíos.

Así, por ejemplo, el “Retrato de Charlotte Pulitzer” se transformó en “Retrato de una dama anciana”.

En ese análisis del Klimt perdido, la muestra recuerda la historia del Castillo de Immendorf, donde los nazis almacenaron obras de arte expoliadas, entre ellas catorce Klimts de la colección de Serena y August Lederer, que ardieron cuando el edificio fue incendiado en 1945 al retirarse los alemanes ante el avance ruso.

Entre esas piezas estaba las encargadas a Klimt en 1894 para la Universidad de Viena y que fueron rechazadas por “pornográficas”.

Wahl narra que hay muchas leyendas, como que los vecinos de la zona escondieron las piezas o que los rusos se las llevaron.

“Que haya tantas teorías de la conspiración es también una señal de pérdida, el lamento de que ya no existan”, explica. Una sensación de pérdida que no existe hacia muchos dueños de obras de Klimt.

“De Nora Stiasny no se acuerda nadie”, lamenta Wahl sobre una de esas coleccionistas de Klimt que, junto a su esposo, su hijo y su madre, fue asesinada en campos de exterminio nazis.

Se estima que un 15 por ciento de toda la producción de Klimt desapareció. Wahl explica que hay propietarios que prefieren mantener en secreto sus piezas, adquiridas de forma legítima, por motivos de seguridad, pero también hay piezas que se “perdieron” cuando comenzó el expolio en 1938.

Otra dimensión del Klimt perdido que la exposición analiza es cómo una obra, encargada por alguien por un motivo concreto (un regalo a la esposa, recordar a una hija fallecida, prestigio social, amistad) pierde su alma cuando es arrancada de ese espacio íntimo y acaba en un museo.

“Es muy importante para mí ver esos salones, en qué contexto, a quién pertenecían, qué clase de gente era”, resume Wahl.

Así, la muestra exhibe fotos de las casas de esos clientes de Klimt, en la que se ven las piezas en un ambiente totalmente distinto al de un museo donde, dice Wahl, “puede ser un cuadro bueno o malo pero nada más”, sin ese elemento íntimo.

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#austria#Dorados#Klimt#Villa

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