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Mundo

24 de Mayo de 2018

Gustavo Petro, el exguerrillero que aspira a la presidencia de Colombia para liderar un nuevo “eje progresista” en América

Por primera vez en la historia reciente de Colombia, un candidato de izquierda parece tener opciones reales de triunfo. Gustavo Petro, exalcalde de Bogotá y exguerrillero del M-19, ocupa el segundo lugar en las encuestas. Para ganar, tendrá que convencer al país de que no instaurará un régimen comunista, como temen sus detractores.

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“Me llamo Gustavo Petro y quiero ser su presidente”. Este es el lema de quien aspira a convertirse en las elecciones del próximo domingo en “el primer líder progresista de Colombia”. Pero para ello este economista de 58 años que fue guerrillero revolucionario y alcalde de Bogotá tendrá que convencer a su país de que no es un político temerario, dispuesto a liquidar la propiedad privada y a instaurar un régimen comunista, como dicen sus contrincantes.

Su principal adversario, Iván Duque, el candidato apoyado por el expresidente conservador Álvaro Uribe, le acusa de “castrochavista” y de querer convertir al país en la nueva Venezuela.

Y si bien es cierto que en el pasado Petro fue amigo de Hugo Chávez y lo alabó públicamente, conforme se han ido acercando las elecciones y se confirman sus posibilidades de pasar a una segunda vuelta, el candidato ha ido rebajando su tono y matizando algunas de sus posturas más radicales. “No estoy de acuerdo con Nicolás Maduro. Es una dictadura insostenible que se quiere perpetuar en el poder. Anhelamos que florezca el pluralismo y se permita la libertad de expresión”, decía en una conversación reciente con medios internacionales en Bogotá. Esa reunión fue una extrañeza en su campaña, en la que apenas ha concedido entrevistas a medios internacionales. Desde su equipo insisten en que esa estrategia es una forma de defenderse ante “los ataques y las acusaciones falsas de las élites”.

Jorge Galindo, sociólogo y miembro de Politikon, una asociación independiente que analiza la política internacional, no cree que en Colombia pueda reproducirse un panorama similar al chavista con una eventual victoria de Petro. “Soy escéptico respecto a ese escenario, pero tampoco nadie esperaba el giro que dio Venezuela antes de que Hugo Chávez subiera al poder en 1999. Hay un punto en común entre la Colombia actual y aquella Venezuela: el control del poder por parte de las élites. Sin embargo, las instituciones de ambos países son muy diferentes: la democracia colombiana es la más antigua y sólida de América Latina y aquí no hay esa dependencia del petróleo”, apunta.

Sin embargo, para parte del país es difícil olvidarse de la cercanía que tuvo con el gobierno venezolano. “Su apuesta por una ruptura con lo establecido y su discurso sin medias tintas lo han graduado, a la luz de la derecha del uribismo y de Germán Vargas Lleras (candidato presidencial conservador), como el representante del castrochavismo en Colombia”, dice la web La Silla Vacía en un perfil sobre Petro. En el artículo, el candidato sale retratado como una persona brillante y trabajadora, considerado uno de los mejores congresistas que ha tenido el país por su lucha contra la parapolítica (la relación entre el poder y los paramilitares), pero también como un político obsesivo y egocéntrico, que improvisa y no sabe trabajar en equipo.

En su discurso, el candidato del Movimiento Progresistas nacido en Ciénaga de Oro, una región del Caribe colombiano, alterna en sus discursos titulares contundentes con una visión analítica heredera de su formación académica.

En política internacional, frente a lo que él considera el fracaso “el eje Caracas-La Habana-Managua” sustentado sobre los precios altos del petróleo y otras materias primas como el carbón y el gas, propone un “progresismo nuevo” para América en torno al eje Bogotá-Ciudad de México-Sao Paulo-Lima. ” Una victoria de Andrés Manuel López Obrador en México junto a mi llegada al poder en Colombia podría desembocar en un movimiento afín en la región. Debemos dejar de ser simples exportadores de materias primas y seguir el modelo de países asiáticos como Corea del Sur”, apunta.

El voto de castigo

En las elecciones al Congreso de marzo se produjo un hecho inédito en Colombia con la entrada de varias fuerzas nuevas frente al retroceso de los partidos tradicionales y la ruptura definitiva del bipartidismo. “Eso no había pasado nunca, los movimientos alternativos representan en 2018 un 27%, la mayor bancada del Congreso por encima del Centro Democrático de Uribe”, dice Petro.

Y en estas elecciones se está viendo otro cambio importante. Por primera vez en las últimas décadas, un candidato progresista parece tener opciones reales en las elecciones. En la historia reciente de Colombia, la izquierda ha permanecido en un segundo plano, ya sea por el estigma que la relaciona con las guerrillas armadas o porque sus candidatos han sido sistemáticamente asesinados, como sucedió con la Unión Patriótica a finales de los 80 y principios de los 90.

“La actual contienda electoral rompió de un solo tajo con el consenso de centroderecha imperante en el país y ha puesto en la mayoría de las encuestas al candidato de la izquierda, Gustavo Petro, como segundo en la intención de voto hasta el momento. La izquierda, en un lapso cortísimo, ha dejado de ser minoritaria”, explica Sandra Borda, politóloga de la Universidad de Los Andes.

A falta de unos días para las elecciones, Duque encabeza las últimas encuestas con un 37.6%, Petro le sigue con una trayectoria ascendente que le sitúa en el 24.2% y detrás vienen (Sergio) Fajardo con el 16% y Vargas Lleras con el 11%. El que fuera jefe negociador del Gobierno en La Habana en las conversaciones de paz con la guerrilla de las FARC, Humberto De La Calle, apenas suma un 2.3%.

Muchas voces desde la izquierda moderada y el centro abogaron por una alianza entre Fajardo y De La Calle, a la que podría haberse sumado Petro, para combatir a Duque, el candidato del uribismo, pero no fue posible. La influencia del expresidente en el país sigue siendo importante: los analistas calculan que es capaz de movilizar a entre cinco y siete millones de votos en un censo electoral de 36 millones de votantes.

Para Jorge Galindo, la única opción real de Petro pasa por llegar a segunda vuelta (de ser necesaria, se celebraría el 17 de junio) contra Iván Duque. “A ambos les conviene esa política de oposición que apela al miedo: unos contra el uribismo, los otros contra el castrochavismo”.

Petro ha logrado capitalizar el voto de castigo anti-establishment. Su meta es apropiarse de esa masa invisible que forman los indecisos, o como dice Galindo, “rebañar la abstención”. En las elecciones pasadas, ésta rozó el 60% del total, cerca de 20 millones de votos se quedaron en casa, la cifra más alta en las últimas dos décadas.

En un país históricamente dirigido por las elites, donde cinco familias aglutinan diez presidencias (la mitad de los gobiernos que ha habido en Colombia durante el siglo XX), Gustavo Petro se presenta como el candidato que pone en peligro el estatus quo. “Yo no puedo ni quiero gobernar con maquinarias políticas. Son hasta cuatro millones de papeletas de gente humilde que antes vendía su voto y ahora quiere votar por Petro. Nuestro programa progresista es una ruptura, un cambio, una pasión, una identificación política. Ahí el dinero ya no vale”.

Una campaña diferente

Antes de ser alcalde de Bogotá entre 2012 y 2015, los detractores de Petro le acusaban de que era muy beligerante en la oposición pero que no era capaz de alcanzar acuerdos ni tenía dotes de gobernante. Su gestión estuvo marcada por el enfrentamiento con sus rivales. “La ciudadanía es la base de la democracia, yo no necesito llevarme bien con la clase política sino con el pueblo”, afirma desafiante.

Su división de Colombia en dos bandos (buenos y malos, los que están con ellos y contra ellos) se ha apoderado del discurso mediático y del debate político. Una anécdota refleja bien el clima de polarización en el que Petro ha escalado posiciones: la madre de la periodista Claudia Gurisatti, directora de Noticias RCN y una de las voces más críticas con el candidato progresista, fue atacada por redes sociales tras declarar públicamente su apoyo a Petro. Su hija tuvo que salir a defenderla: “Todos tienen derecho a pensar libremente. No todo vale”.

Él se presenta como una víctima de las circunstancias y alimenta la idea de que a los líderes progresistas en Colombia los matan antes de llegar al poder. Cita como uno de sus referentes a Jorge Eliécer Gaitán, líder liberal cuyo asesinato en 1948 desencadenó un periodo sangriento en el país que se conoce como La Violencia. “Si no me matan antes, tengo posibilidades de ganar estas elecciones”, afirma.

En su equipo insisten en que la suya “es una campaña hecha con las uñas”: “No hay muchos recursos, no hay pautas de publicidad, no hay vallas, no hay camisetas… Nuestra fuerza es la espontaneidad”, dicen. Su altavoz son los discursos en las plazas públicas y las redes sociales.

William tiene 21 años y todavía no ha terminado la universidad pero ya dirige las cuentas del candidato en redes sociales. “Soy yo el que escribe y lanza los mensajes, ya sé cómo es la forma de expresarse de Petro y conozco su programa, estoy en su cabeza”, le dice a Univision Noticias. No cobra por ello aunque trabaja sin descanso. Nos muestra un reloj en su muñeca que le impediría escribir si hubiera consumido drogas o alcohol porque identifica el aliento o el incremento del ritmo cardiaco y bloquea su acceso a Internet.

Como él, hay decenas de voluntarios jóvenes en la campaña de Petro. “Muchos nunca habíamos participado en política pero sí estábamos implicados en los movimientos sociales”, dicen.

La batalla del lenguaje

Su equipo más cercano coincide en destacar un rasgo de Petro: su capacidad como orador. En sus discursos jamás habla de izquierda y derecha, sino de defensa de la vida y defensa de la muerte. Ondea la bandera del progresismo. “A él no le interesa hablar de izquierda porque necesita abrazar el centro político para conseguir una mayoría, si no será imposible que llegue a presidente”, apunta Jorge Galindo.

Sus detractores temen que Petro, en caso de ganar, quiera prolongar los cuatro años que la ley permite ser presidente. “Cuando uno mira su programa, cae en la cuenta de que no es para cuatro años, sino para muchos más. No se nos olvide que la presidencia es prestada. Debemos asegurarnos de que al próximo que se la prestemos, la devuelva. Porque la doctrina chavista consiste en quedarse con ella”, advierte Andrés Hoyos, director de la revista El Malpensante.

El histórico acuerdo de paz con la guerrilla de las FARC que a finales de 2016 dejó atrás más de medio siglo de guerra se ha ido diluyendo en la campaña tras otros asuntos como la corrupción y la crisis de Venezuela. El candidato apenas se ha mojado, consciente de que el tema todavía genera rupturas insalvables en Colombia tras la división del país en dos mitades que se escenificó en el plebiscito de 2016.

Petro aboga por seguir adelante con lo firmado con las FARC pero integrando más al pueblo colombiano. “La paz implica una reforma real del país y eso no se logra negociando con la guerrilla, sino con la sociedad”. Y critica con dureza la gestión de Santos: “No ha tenido audacia ni talante democrático para alcanzar una gran acuerdo nacional en torno a la paz”.

Es difícil aventurar cómo sería su presidencia si sale elegido. Frente a las voces de alarma que denuncian que quiere expropiar las propiedades y las tierras a los grandes empresarios del país, él responde que su prioridad es la lucha por el agua y contra el cambio climático. Cuando le acusan por su pasado revolucionario con el M-19, una guerrilla de izquierdas formada por universitarios a principios de los 70, él se jacta de haber logrado, tras dejar las armas en 1990, reformar la Constitución.

Petro simboliza a la vez la esperanza y el miedo respecto al futuro para esas dos Colombias que se niegan a reconciliarse pese a los nuevos aires de paz que soplan por el país.

Texto de José Fajardo publicado en Univision

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