Secciones

Más en The Clinic

The Clinic Newsletters
cerrar
Cerrar publicidad
Cerrar publicidad

Opinión

8 de Junio de 2018

La arremetida de Ximena Ossandón: “Soy súper libre y a veces me siento como gallina en corral ajeno, incluso con mi gente”

A casi ocho años del “sueldo reguleque” y de la virgencita en el patio de la Junji, Ximena Ossandón figura como flamante parlamentaria, cargo en el que se le ha visto muy desenvuelta y cerca de sus principales rivales ideológicos, como Camila Vallejo, Pamela Jiles y Florcita Motuda, incluso prestándoles ropa frente a ataques de congresistas de su mismo sector. Una figura atípica, también denominada “díscola” dentro de la peculiar fauna política, acá Ossandón saca la voz defendiendo su derecho a reivindicarse: “Yo siempre he sido muy conservadora y muy libre a la vez. Muy libre. Y mientras más años, más libre. Lo que está viendo la gente ahora es a la verdadera Ximena Ossandón que siempre va a decir lo que piensa”. ¿Qué hay de nuevo en lo que piensa? Acá algunas señas.

Valentina Collao López
Valentina Collao López
Por

Te conocimos a nivel público con la virgen en la Junji y “el sueldo reguleque”. Desde tu posición ahora, ¿cómo ves esos episodios?
-Son parte del pasado. Son cosas que a uno le hacen crecer y madurar muchísimo y que hoy asumo con mucha responsabilidad porque tuvieron altos costos, sobre todo familiares. Y esos son los que más duelen. Cuando los hijos sufren por estas cosas.

¿Los molestaron en el colegio?
-Les hicieron un bullying gigante. Además, imagínate que era en tiempos en donde no había mucha noticia y este tema salía toda la semana. En su minuto fue realmente muy potente. ¿Cómo lo veo en perspectiva? Mi pasada por la Junji fue maravillosa, hasta el día de hoy con la gente de la Junji nos tenemos mucho cariño.

¿Volverías a instalar una virgen en tu lugar de trabajo?
-No volvería a hacer lo de la virgen, porque ya entendí que no es lo mismo ser elegido democráticamente que ser asignado a un puesto. La confusión estuvo ahí porque cuando tú entras a la Junji hay una cruz de dos metros, puesta a la derecha. Y estuvo siempre, con todas las vicepresidentas anteriores. No me pareció tan ilógico o tan descabellado poner una virgen. Y lo del “sueldo reguleque” fue un error tremendo y muchísima gente se sintió ofendida. No vale la pena decir que me sacaron de contexto porque yo asumí desde el primer día que la había embarrado y pedí las disculpas del caso. En estas últimas elecciones se iba a medir cuánto costo tuvo ese hecho y gracias a Dios nos fue tremendamente bien.

¿De verdad crees que la gente olvidó el episodio?
-¿Es que sabes lo que pasa? Ha habido tantas cosas reguleques: mira lo que pasó con la Iglesia, lo que vemos en Carabineros, la vida que llevan los adultos mayores, las listas de espera. Todas esas cosas sí que son tremendamente reguleques. Hoy en día la gente entiende que hay cosas que son muchísimo peores y que no podemos seguir pegados en eso.

¿Sientes que fuiste más atacada por ser mujer?
-Este es un ejemplo muy bueno de cómo funciona el machismo. Todo el mundo quería que yo me fuera a esconder después de eso, que nunca más apareciera, y yo dije: “a pesar de esto, yo me levanto”. Tuve muchísima gente en contra, porque cuando un hombre se levanta es valiente y corajudo. En cambio, cuando la mujer se levanta es porfiada y yo dije muy bien, yo voy a ser la más porfiada de todas, pero voy a ser un ejemplo. No me puedo enterrar por cometer un error. Tengo el derecho a reivindicarme y reivindicar lo que yo quiera ser, a donde quiero llegar. El camino es más difícil, claro que sí. Pero yo tracé un camino de manera muy estructurada, con harta dificultad y harta gente en contra. No puede ser que, porque yo sea mujer y me equivoque, me vaya a tener que anular en la vida.

Pareciera que renaciste de alguna manera después de estos episodios, ¿cómo saliste de ahí?
-El impulso para salir de eso fue mi familia. Yo dije aquí me levanto sí o sí, por mis hijas mujeres y por mis niños. Dije: “Yo metí las patas y yo tengo que levantarme; tengo que demostrarle a las mujeres que no tenemos por qué pagar culpas eternas”. Después de eso me metí a la comisión política, empecé a hacer vida partidista, empecé a pedir cupos en distintas cosas, pedí competir en La Florida en las elecciones anteriores sabiendo que perdía, pero lo hice.

Pero hubo también como un replanteamiento comunicacional. Al principio parecías alguien ultraconservador y ahora, mucho más abierta, tolerante.
-El The Clinic ayudó muchísimo a crear una imagen sobre mí que no existía. En Chile cometes un error y con eso te cae una batería de prejuicios. Yo he escuchado los cuentos más sabrosos sobre mí: lugares en los que no he estado, palabras que no he dicho, formas de vestir que ni siquiera he usado. Yo siempre he sido muy conservadora y muy libre a la vez. Muy libre. Y mientras más años, más libre. Lo que está viendo la gente ahora es a la verdadera Ximena Ossandón y siempre voy a decir lo que pienso, por ejemplo, voy a alegar que no me gusta el aborto, que no estoy de acuerdo con el matrimonio igualitario. Es por eso que me sale fácil conversar con gente que piensa radicalmente opuesto a mí, porque nos decimos las cosas abiertamente, pero siempre en un marco de tolerancia y respetando la dignidad del otro.

¿Siempre fue así?
-Nosotros toda la vida hemos sido de muchísima calle y te diría que esa es la gran universidad que deben tener los políticos. Usar las semanas distritales, estar mucho con la gente, tomarse muchos cafés, entrar a las casas de las personas; eso es lo que más te enriquece. Esas son las experiencias que te hacen pensar: ¿cómo ayudo, cómo ayudo, cómo ayudo? Yo nunca dejo de pensar en las condiciones en la que vive mucha gente.

¿Qué te ha enseñado la gente a la que quieres ayudar?
-Primero, a agradecer lo que yo tengo. Hacer un buen uso de mis bienes materiales. Creo que cuando tú tienes una situación en frente no es para que simplemente la mires y te sorprendas, sino que para que uses tus medios y tus canales para ayudar. Y yo creo que nosotros tenemos una labor que es súper clara que es conectar estos dos mundos. Nosotros nos criamos en el campo, yo creo que el hecho de tener una mamá y un papá tremendamente comprometidos con todos los que estaban alrededor de nosotros nos ayudó a tener una mirada muy social. Los bienes que uno tiene son prestados y son de paso, a la otra vida no nos llevamos nada. Es por eso que tenemos mucha responsabilidad en tratar de construir un Chile más justo.

GALLINA EN CORRAL AJENO
¿Cómo te sientes en el Congreso?
-Mira, va bien, va muy bien. Yo creo que los años de bagaje que uno tiene te hacen tomar las cosas con calma, con perspectiva, sin apuros. La vida en el Congreso la tienes que aprender: la estructura que existe, la jerarquía, los diálogos que no son muchos. Hay muchas cosas a las que debes acostumbrarte. Lo importante es que te das cuenta que estar ahí te permite ayudar a la gente.

Se te ha visto muy cerca de Camila Vallejo y Pamela Jiles, en algunos casos defendiéndolas…
-Siempre me relaciono con todo el mundo, no sólo con mi grupo de referencia. A mí siempre me ha encantado conversar, escuchar y tratar de entender un poco al que está en la vereda del frente; ya no podemos seguir haciendo una política de trincheras. Si no llegamos a acuerdos y consensos, no avanzamos en nada. Cuando te preguntan “¿cómo puedes ser amiga de…?, ¿cómo puedes conversar con…?, ¿cómo puedes estar con…?”, es un claro indicio de que este es un país tremendamente ideologizado. Yo salí defendiendo en un principio a Florcita Motuda cuando lo criticaron por la facha y Florcita Motuda es Florcita Motuda. Y la gente que votó por él, sabe cómo se viste, sabe cómo actúa, sabe cómo piensa. Yo soy súper libre, a veces me siento, incluso con mi gente, como gallina en corral ajeno. Creo que es parte de la riqueza que yo tengo y de lo que aprendí trabajando con Manuel José en Puente Alto.

¿Qué te provoca que te digan “díscola”?
-Me da exactamente lo mismo. Recibí mucha crítica porque aparecí una vez junto al Frente Amplio o apoyando a la misma Camila o al Florcita Motuda. Igual creo que esa crítica ha ido cambiando. Han entendido que no era una pose, que no era hacer un mono comunicacional, sino que era un real interés de estar con gente que piense distinto y de respetarlos. Porque es súper fácil hablar de tolerancia, pero vivirla, vivirla en serio, de principio a fin, es tremendamente complejo.

Dijiste que te sentías como gallina en corral ajeno dentro de tu mismo círculo.
-A veces. Pasa que, a veces, dentro de mi círculo más cercano se hacen análisis de la sociedad que nacen desde la comodidad de su zona de confort y hacen juicios a personas por la forma que visten o por la forma que hablan, incluso con el tema del género. Yo creo que es el trabajo que he tenido durante toda mi vida el que me ha dado una visión mucho más amplia. Eso no es ningún mérito mío, sino que es algo que se ha dado en mi vida. Logro entender que hay gente que tiene una mirada mucho más estrecha y acomodada de una misma situación. Tenemos como élites que se creen poseedoras de la verdad.

Tú fuiste una defensora de Daniela Vega luego de los dichos de tu par RN, Leonidas Romero.
-Yo no voy a ser lapidaria con ninguno de los dos. Pero en lo que respecta a Daniela Vega, yo creo que muchas veces la gente no entiende la diferencia entre género y el sexo biológico. Aunque a muchas personas le pueda parecer ilógico, ella puede ser de sexo biológico masculino, pero haber optado por el género femenino. Y esa es la diferencia que hacía Leonidas Romero, entendiendo también que es un representante del mundo evangélico, un mundo al que yo respeto muchísimo. Por eso te digo Daniela Vega merece respeto, pero también Leonidas. Tal vez su error fue personificar su punto de vista, podría haber hablado en general y no ponerle nombre y apellido.

¿Cuál es tu postura frente a la eutanasia?
-La misma de RN. Creo que estudiando el tema y basándome en lo que expone la OMS, que dice que un país no puede hablar de eutanasia mientras no tenga resuelto el tema del dolor. Entonces cuando yo escucho eso del “buen morir”, ¿qué es el buen? Primero tenemos que partir definiendo eso. Y el problema es que en Chile solo el 30% de las personas que están en enfermedades terminales tienen remedios para morir en esas condiciones y el otro 70% no los tienen. Y mueren en un grito de dolor. La misma OMS, que no digamos que es la institución más conservadora que hay, dice que no se puede hablar de eutanasia mientras uno no tenga resuelto todos los otros problemas. Yo, en lo personal, creo que la vida tiene un sentido y yo creo que el ser humano no es desechable. Siento que a veces hay un capitalismo salvaje, en donde eres lo que tú produces. Me daría susto que con la eutanasia llegáramos a considerar al ser humano como un ente desechable. Ya no produce y lo empezamos a convencer para que se autoelimine. Yo creo que todo el mundo puede servir en algo, así que yo voy a luchar porque eso no sea. Pero respeto la democracia y veremos qué pasa. Pero primero solucionemos el tema del dolor.

Y sobre el movimiento feminista, ¿qué opinas?
-A mí me gusta el movimiento feminista, creo que hay algunas formas que no me representan pero yo soy bastante feminista en lo profundo mío. Y siempre lo he sido. Tengo un susto en este minuto, porque creo que a veces radicalizamos tanto el movimiento que podemos perder una gran oportunidad. Hoy día mucha gente se ríe del movimiento. Los hombres se están riendo por este señor al que le pasaron una multa en Las Condes por decir un piropo. Gracias a Dios que el Presidente Piñera tomó la oportunidad, con una serie de medidas que acaba de anunciar. Aquí tenemos un tema cultural y la cultura no se cambia solo con leyes. Nos queda mucho y es una tarea gigante, pero yo estoy súper dispuesta a hacerla. Siempre he sido una guerrera en esa materia, a mí me costó llegar al parlamento. Hubo muchas trabas en el camino de muchos tipos, por el hecho de ser mujer, por el hecho de tener hijos; más de alguna vez un político me dijo que me quedara en mi casa, cuidando a los niños, entonces lo comprendo perfectamente. Yo siempre le he dicho a los grupos feministas que de los diez ítems que quieren pelear, con el único que no estoy de acuerdo es con el aborto. Para mí la vida es intocable, pero en los otros temas, yo siempre voy a estar a favor de las mujeres. Aunque insisto, tengo miedo de que si no tomamos bien el tema y nos dedicamos a radicalizarnos y hacer de esto una guerra entre hombres y mujeres, vamos a terminar perdiendo. Esto no es una guerra, es un emparejar la cancha. Es un recuperar los derechos propios de las mujeres.

Dices que tienes susto, ¿qué es lo que te da miedo?
-A mí me daría lata que quedara como un movimiento que surgió alguna vez en la historia de Chile, donde van a aparecer estas chiquillas marchando con las caras tapadas y los pechos al aire y nos quedemos solo en eso. Y al poco tiempo veamos que sigue exactamente el mismo machismo.

Pero, ¿cuál es el problema de esa imagen de las alumnas con las caras tapadas y los pechos al aire?
-Esa imagen la respeto muchísimo, pero no la hubiera hecho. De hacerla, la habría hecho con la cara descubierta. Pero no nos podemos quedar solo ahí, en la imagen. Tenemos que ir mucho más allá. Tampoco podemos ser tan exageradas porque nos van a tomar como histéricas. Si yo obligo a la universidad a hacer ciertas cosas, si empezamos a pasarle partes o multas a cualquier persona que me mire, que no sé qué, al final vamos a perder fuerza.

IGLESIA Y KARADIMA
Tú tenías una relación cercana a Fernando Karadima. Lo conociste, te casó.
-Mira, la prensa la ha puesto más cercana de lo que era realmente. A mí efectivamente me casó Karadima, eso yo nunca lo he negado. He dicho también que me hubiera encantado que me casara otro, pero quedé bien casada. Yo me casé con Karadima porque era un sacerdote cercano a mi papá y a mi hermano mayor. Yo nunca podría decir que no lo vi. Pero lo vi poco. Pero si el tema del problema de la Iglesia fuera solo Karadima, esa sería solo una pequeña parte. Hoy en día tenemos un problema general de la Iglesia chilena. A Hamilton, yo se lo agradecí en su momento, porque independientemente de toda el agua que ha corrido en este tiempo, ellos fueron los que destaparon esta primera olla, pero no nos dimos cuenta que había otras tantas hirviendo al lado.

¿Te entristece lo que pasa con la Iglesia hoy?
-Siento mucha pena, yo soy católica practicante, pero tampoco puedo resistir seguir escuchando a autoridades eclesiásticas que digan “pucha que pena” o “pucha que sufrimos, pero no hicimos nada”. Cuando a uno le afecta algo, inmediatamente reacciona. Al menos así funciono yo. Entonces yo ya no acepto esas respuestas. Yo estoy muy contenta con lo que está haciendo el Papa, estoy muy esperanzada con la próxima visita de José Bertomeu, porque vendrá a hacer las últimas investigaciones, y desde ahí ya empiezan los cambios. Aunque también hay que entender que los cambios no se realizarán de un día para otro, independiente que descabezaran a todos los Obispos. Aquí también hay problemas con los sacerdotes y los laicos. Ojalá fuera solo Karadima, pero esto se generalizó en la Iglesia. Hay que sacar gente, revisar los procesos que tiene la iglesia, desde la admisión hasta las prácticas en los seminarios. Es un tema muy profundo que va a implicar una autocrítica por parte de los laicos, que también somos culpables, porque nosotros fuimos muchas veces quienes endiosamos a muchos sacerdotes, fuimos muy clericales. ¿A quiénes seguimos? ¿a Dios? ¿a Cristo? ¿o estamos siguiendo a un cura con nombre y apellido? Tengo mucha esperanza, pero tenemos que hacer mucha autocrítica también.

En entrevista con Revista Paula dijiste que al demonio le interesa hacer caer a próceres como Karadima. En perspectiva, ¿te arrepientes de esos dichos?
-Yo creo que fue un gran error en mis palabras, porque con el tiempo me di cuenta que no era sólo Karadima. Cuando dicen que la pedofilia se va solucionar cuando se puedan casar, yo digo que eso no es una condicionante porque la pedofilia es una perversión. Eso que dije, no lo repetiría porque hoy día el contexto es muy, muy distinto. Antes pensaba que era solo Karadima, ahora es un mar de personas.

¿Qué te parece el perdón de Ezzati?
-Para juzgar eso, a mí me faltan más elementos. Yo creo que se van a saber con el tiempo. Hay un choque generacional. Antes se prefería callar. Pero yo no soy quien para juzgar el perdón de una persona, sobre todo de una persona mayor. Sí se ha equivocado y por eso pidió perdón, pero hoy en día ya no necesitamos más perdones. Se tienen que acabar los perdones y tienen que venir las acciones. Con ese perdón no hemos logrado reparar a ninguna de las víctimas.

¿Cómo vives tu espiritualidad hoy?
-Trato de cultivarla diariamente. A mí me enriquece ir a misa, trato de ir todas las veces que puedo. Pero sobre todo me gusta meditar, creo que la meditación, al igual que cuando yo leo un artículo de política, pienso, medito y combato, en el caso de la religión también. Porque creo que al igual que uno alimenta el cuerpo, uno también tiene que alimentar el alma. Es la única forma de mantenerse más robustecida frente a este tipo de cosas que son terribles, que no te hagan perder tu fe. Lo importante es que yo tengo fe en Cristo y no en un sacerdote con nombre y apellido. Hay muchos curas a los que respeto muchísimo, pero mi fe está puesta en Cristo.

OSSANDÓN Y LA UNIVERSIDAD DE LA CALLE
¿Crees que tu hermano Manuel José podrá volver a instalarse como un candidato?
-Yo creo que Manuel José sería un tremendo presidente. Yo espero que Sebastián Piñera siga en la senda de la derecha social, y con esta bandera que ha tomado muy fuertemente con el tema de los niños. Se sabe que ganar la presidencia es un tema complicado, rara vez se gana a la primera. Yo creo que si el Cote vuelve como candidato lo voy a apoyar al 100%. Creo que tiene habilidades blandas que no todo el mundo tiene y es un hombre que conoce tremendamente la realidad, que no le vienen con cuentos y a quien la academia no se lo come: su mejor universidad es la calle. Todos los procesos son buenos: fue a una primaria y perdió. Luego se alineó con Piñera, demostrando ser un gallo tremendamente generoso. Él consideraba que lo mejor para Chile entre Piñera y Guillier, era Piñera. Se la jugó, pero también presionó para que en el programa entraran las cosas que a él más le interesaban.

Igual lo trató de “Reo por lindo”. Fue un muy buen crítico de Piñera.
-Lo más fácil en la vida es criticar al otro. Muchas veces te tienes que alinear y muchas veces morderte la lengua por proyectos que son mejores que otros. Aquí no caben las historias del picado, aquí hay que trabajar. Si la cosa resulta bien, eso es bueno para el país, si no, uno vuelve a ser tan crítico como antes. Pero primero hay que dar espacio, este es un avión que recién está despegando.

¿De verdad cree que llegará a ser presidente?
-Creo que tiene todas las posibilidades, que cada día que pasa adquiere más experiencia. Lo mejor de Cote es que tiene un voto transversal y eso es muy difícil en un país tan polarizado como este. Gente de derecha, centro e izquierda, cree en él. Y eso es un capital político súper grande, que no todos los presidenciables tienen. Estoy muy convencida que lo va a lograr, no sé cuándo, pero me voy a jugar por completo para que lo sea.

Notas relacionadas